Sacrifiqué la dama.
Kasparov se lanzó entonces a un ataque rabioso, desesperado, despiadado. Me defendí. Con mi frialdad de siempre.
El tablero parecía el escenario de una derrota encarnizada. Yo veía el campo de batalla medio blanco. Gary medio negro. Las piezas se apilaban en la caja como en una fosa común.
Cuando creyó que mi peón en la séptima fila estaba destinado irremisiblemente a convertirse en una nueva reina, se rindió. Junto con su rey se desplomó su orgullo sobre la mesa.
Humillado, el ogro de Bakú clavó en mí sus pupilas furibundas:
Me gritó: ¡CERDO! ¡¡¡YO TE AMABA!!!
*El dibujo es del humorista Idïgoras
A lo mejor en el fragor de la "batalla" confundiste pupilas furibundas con pupilas dolorosas.
ResponderEliminarA lo mejor sobre la mesa se desplomó todo Kasparov, no sólo su orgullo.
A lo mejor por eso cuando gritó pareció que utilizaba un tiempo verbal distinto al real.
Un beso :)
mandarina, el ordenador que venció a Kasparov se llamaba Deep Blue. Tenía el alma de silicio y había muchas cosas que no sabía conjugar tampoco.
ResponderEliminarUn beso.
Siempre pensé que las piezas del ajedrez, que se pasan la vida en el tablero, saben mucho más del juego que los propios jugadores.
ResponderEliminarY que como los viejos maestros del oficio cuando son dirigidos por un novato inexperto ejecutan cada movimiento entre sonoros reniegos.
Salu2
tale, ¿cómo logras hacer de cada comentario una nueva historia?
ResponderEliminarDe todas las piezas la más proclive al rehuse es, por fuerza, el caballo
He oido tantas veces ese grito y no precisamente jugando al ajedrez...
ResponderEliminarEEESTO...no ´sé jugar al ajedrez...pero si por medio hay historías de amor, celos y traiciones, igual me aficiono..
ResponderEliminarsintagma, cuando es la propia la garganta que grita no son las cuerdas vocales lo único que corre el riesgo de quebrarse.
ResponderEliminarnancicomansi, enroques, celadas, ataques, defensas tan harteras que se llaman sicilianas, trampas, sacrificios, escaques y escaqueos, vulgares peones acosando a la reina, cuatro caballos y ningún caballero, amenazas, jaques y por supuesto mates. El ajedrez es apasionante... La vida también.
¿Le llamaban Kasparov porque dejaba perdidos los cuadros negros?
ResponderEliminarEl amor, en su máxima expresión... qué mejor que un muerto de amor en batalla? Y eso que el ajedrez parece frío...
ResponderEliminarLa imagen me encanta!
ResponderEliminarNunca juegues al ajedrez con quien amas...
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