El sonido en el espacio no conoce término medio. O reina un silencio absoluto o impera un estruendo ensordecedor.
Por eso nos sorprendió tanto escuchar el sonido atenuado de aquellas sirenas que, poco a poco, se nos aproximaban desde la popa. Una larga hilera de destellos azulados se agrandaban en el espejo retrovisor y se nos echaban encima.
Tuve que hacer una brusca maniobra para evitar ser arrollados. Como consecuencia del viraje intempestivo nos quedamos atravesados en medio del arcén de la astroruta intergaláctica.
Ante nuestros ojos fue desfilando, majestuosamente, la comitiva imperial.
16 motodeslizadores iban abriendo camino. A continuación varios vehículos de escolta con sus vistosos gallardetes. Tras ellos el cortejo de cápsulas conteniendo al resto del séquito formado por los hijos, sobrinos, primos, primos segundos, segundos primos segundos, terceros primos terceros. y por último allegados de dudoso linaje aunque innegable parentesco con la familia imperial. Se dirigían a una velocidad de crucero equivalente a un gogol de match aproximadamente (lo que en Astrofísica técnicamente se denomina a toda hostia) en dirección al planeta Ruber, donde una princesa estaba a punto de garantizar, una vez más, la continuidad de la dinastía. Con la cantidad de leche que hay en la Vía Láctea y esta pandilla de mamones está dispuesta a chupar hasta la última gota.
En medio de toda esta tropa se deslizaba con toda pompa y parsimonia el TRUHÁN I, el imponente buque insignia que portaba en su interior a nuestro Emperador, señor de todo el Universo conocido.
Sozzap, que es un monárquico convencido, aplaudió entusiasmado. Desde el interior de la nave imperial decidieron corresponder a nuestro saludo con la sencillez y campechanía que caracteriza a nuestro dirigente. Al pasar a nuestra altura pudimos ver como descendía la escotilla lateral de cristales ahumados y asomarse el brazo de Su Majestad que nos hacía el tradicional saludo regio: Un puño cerrado con el dedo corazón extendido hacia arriba.
Un simple gesto con el que quiere simbolizar todo lo que nos aprecia a nosotros sus queridos súbditos y lo mucho que significamos todos para Él.
Por eso nos sorprendió tanto escuchar el sonido atenuado de aquellas sirenas que, poco a poco, se nos aproximaban desde la popa. Una larga hilera de destellos azulados se agrandaban en el espejo retrovisor y se nos echaban encima.
Tuve que hacer una brusca maniobra para evitar ser arrollados. Como consecuencia del viraje intempestivo nos quedamos atravesados en medio del arcén de la astroruta intergaláctica.
Ante nuestros ojos fue desfilando, majestuosamente, la comitiva imperial.
16 motodeslizadores iban abriendo camino. A continuación varios vehículos de escolta con sus vistosos gallardetes. Tras ellos el cortejo de cápsulas conteniendo al resto del séquito formado por los hijos, sobrinos, primos, primos segundos, segundos primos segundos, terceros primos terceros. y por último allegados de dudoso linaje aunque innegable parentesco con la familia imperial. Se dirigían a una velocidad de crucero equivalente a un gogol de match aproximadamente (lo que en Astrofísica técnicamente se denomina a toda hostia) en dirección al planeta Ruber, donde una princesa estaba a punto de garantizar, una vez más, la continuidad de la dinastía. Con la cantidad de leche que hay en la Vía Láctea y esta pandilla de mamones está dispuesta a chupar hasta la última gota.
En medio de toda esta tropa se deslizaba con toda pompa y parsimonia el TRUHÁN I, el imponente buque insignia que portaba en su interior a nuestro Emperador, señor de todo el Universo conocido.
Sozzap, que es un monárquico convencido, aplaudió entusiasmado. Desde el interior de la nave imperial decidieron corresponder a nuestro saludo con la sencillez y campechanía que caracteriza a nuestro dirigente. Al pasar a nuestra altura pudimos ver como descendía la escotilla lateral de cristales ahumados y asomarse el brazo de Su Majestad que nos hacía el tradicional saludo regio: Un puño cerrado con el dedo corazón extendido hacia arriba.
Un simple gesto con el que quiere simbolizar todo lo que nos aprecia a nosotros sus queridos súbditos y lo mucho que significamos todos para Él.