domingo, septiembre 30, 2012

Grapas


Tengo un conocido que se avergüenza de trabajar para el ABC. Yo lo he consolado diciéndole que si tú al ABC le quitas la grapa se transforma en un diario tan liberal y democrático como cualquier otro. 
Porque la grapa tiene una influencia funesta para el contenido de las hojas que une: La grapa lo vuelve todo mucho más facha.
Tú coges un panfleto de lo más incendiario y bolchevique que te puedas echar a la cara, redactado por un tal Vladimiro Voltaire de Robespierre, le pones una simple grapa y se transforma en una inocente hoja parroquial. O, por ejemplo,  una revista porno, la gente no se hace pajas con el póster central a menos que sea un desplegable ¿Por qué? Por culpa de la puta grapa a la altura del ombligo que distrae y destrempa.
La grapa tiene esa manía de los fachas de dejarlo todo atado y bien atado, ajustado, colocadito, sin que ninguna hoja sobresalga más alta que la otra, nada de desorden, que nada se desmande.
A veces, en la tintorería, me devuelven la ropa con unos papelitos amarillos grapados en el forro o en la etiqueta. Me incomoda mucho quitarlos y, aunque sólo han estado un ratito, cuando olfateo mi traje gris me huele ya a uniforme militar, ese olor como a grasa y fritanga cuartelera.
Cuando trabajaba en la biblioteca teníamos una moderna grapadora eléctrica que si la accionabas hacía un ruido como de máquina de ejecutar ovejas, un chasquido seco y cortante como el tajo de una guillotina, un sonido tan grimoso que tus dedos se espantaban y  las uñas se te retraían hasta las raíces. Nosotros usábamos esa máquina el día de los Inocentes para grapar corbatas a las mesas que es lo más ácrata que se ha visto jamás hacer a una grapa.
Usar la grapadora de toda la vida, la preciosa, metálica y bruñida máquina de la marca El Casco es más adictivo que reventar el plástico de burbujas. Te pones a grapar y ya no puedes parar. Cuando hacen Pop ya no hay Stop  Su diseño robusto y rotundo invita a descargar la cólera contenida contra su casquete de un puñetazo. En ese puñetazo un funcionario es capaz de condensar toda la rabia generada por las pagas de Navidad suprimidas, los moscosos perdidos, los derechos usurpados. Y esa energía acumulada son muchos kilotones que se disipan con un simple gesto. Les podrán recortar la paga pero si a los funcionarios les quitas la grapadora con la   que desahogan sus tensiones se arma una revolución que te montan una barricada con las mesas del despacho y las sillas ergonómicas, improvisan un tirachinas gigante con un flexo y unas gomas  para atrincherarse tras la ventanilla y a ver luego quien es el guapo que los desaloja.

Por el contrario, una grapadora eléctrica es lo más parecido a un Kalasnikov que se  puede poner en las manos de un burócrata. Un responsable de Recursos Humanos con un arma así enloquece, se ata la corbata en la frente como un Rambo francotirador en su jungla de archivadores. En cuanto acaricia el gatillo maligno se transforma sin quererlo en un monstruo incontrolable que empieza a llamar "charlies" al resto de la plantilla y que no puede evitar la tentación de  grapar y grapar con saña foto tras foto en las circulares de despido colectivo, haciéndole vudú en mitad de la frente a toda la Humanidad en forma de un ERE estúpido, universal y sangrante.



Hoy puedes elegir entre reír



                                                                   o bailar claqué.

martes, septiembre 25, 2012

Estoy hecho un mandril



Tengo la tapa del water rota.
Ahora, cada vez que lo uso, mi retrete me pellizca el cachete con picardía. Cuando me levanto y me giro para accionar la cisterna compruebo siempre que uno de los pelos de mis nalgas ha quedado atrapado en la fisura del plástico. Si no pongo remedio el trasero se me va  a quedar lampiño y colorado como el culo de un mandril. 
Es un método de depilación eficaz e indoloro. Pero lento. 
Calculo que unos 10.000 pelos alfombran mis glúteos. A este paso necesitaré más de 30 años para eliminarlos todos. Además hará falta  que surja una nueva grieta en el lado derecho de la tapa para  igualar el apurado del otro hemisferio de mi mapamundi. Espero vivir lo bastante para completar la faena antes de morirme porque, con lo mucho y bien que Dios nos da por culo, no es plan de presentarse ante Él a medio depilar.



jueves, septiembre 20, 2012

RECETAS PARA UNA CRISIS II

OPERACIÓN NAVAJA SUIZA


Asumámoslo. De una crisis tan profunda como la actual no se sale ni con rescates bancarios ni con tasas sobre los tupper. De una depresión como la nuestra sólo se sale de una manera: Con una guerra. Y ya que la guerra parece inevitable, escojamos al menos al enemigo.
Os expongo mi plan. Declaremos la guerra a Suiza. Como nosotros tenemos a la tropa muy desmotivada con el sueldo canijo, el rancho recortado y las balas racionadas mientras que ellos guardan cada uno un Cetme en el armario y cada año se van una semana por los Alpes de maniobras, el resultado es obvio: perdemos. Mandamos entonces a negociar el tratado de paz a cualquiera de nuestros políticos y como ninguno habla ni francés, ni alemán, ni italiano, ni romanche y el inglés lo aprendieron con los de Opening los suizos nos tangan con las capitulaciones y se anexionan todo el territorio español, al Rey lo sustituyen por un concejal de Berna y pasamos a ser un cantón más de la Confederación Helvética. Adoptaríamos el Franco Suizo como moneda en lugar del Euro y los nostálgicos de la Peseta proclamarían en los cafés: ¡Veis como con Franco se vive mejor!

Decía Julio Camba que en Suiza no hay suizos. El maestro Camba era un exagerado, hay suizos pero son pocos. Y tienen la manía de decidirlo todo mediante votación. Como nosotros ahora también somos helvéticos, y somos más, les ganamos todos los referendums. De esta manera y de una sola tacada nos hacemos con toda la Banca Suiza y de paso conseguimos un stock de relojes de cuco a muy buen precio. Y nadie nos lo va a cuestionar porque sus ciudadanos son muy respetuosos con las decisiones democráticas y lo que se elige por mayoría se asume y punto.

El único punto flaco que le encuentro a este proyecto y su mayor dificultad es como  mosquear a los suizos hasta lograr que entren en guerra con nosotros, como terminar con su sempiterna neutralidad, que el mismo Julio César cruzó el Rubicón con ganas de marcha y lo único que consiguió es que le abriesen una cuenta corriente. Porque tú mandas a la Legión a tomar Ginebra y al cuarto gin tonic, por muy faltosos y sobones que se pongan los caballeros legionarios con las suizas, los suizos ni se van a inmutar. Los amenazas con una navaja de Albacete que mete miedo solo con abrirla y ellos, con una navajita multiusos que casi da risa te desmontan el carro blindado. Y es que los suizos no se alteran, no tienen sangre, lo que corre por sus venas es una infusión de flores de camomila y caramelitos de Ricola. Son impasibles, ven una vaca de color malva pastando y ni pestañean. Así que, por más veces que ese carnero mascota de la Legión viole a la cabritilla Blankita de Heidi no se van a dar por ultrajados. Porque nadie hay mejor que un suizo para hacerse el sueco y mirar para otro lado.


domingo, septiembre 16, 2012

Mapas mentales

Paleocráneo del genial Fernando Vicente

Escribo lo primero que se me pasa por la cabeza.
Escribo poco.
De tarde en tarde una idea huérfana atraviesa mis meninges y se extravía en el laberinto de las circunvoluciones de mi cerebro, esos pasillos estrechos como entresijos de brócoli  que se entretejen dentro de mi cabezota. Y esa idea a veces se queda atorada porque los canales del cerebro son muy estrechos y con los años se van tupiendo de basurilla mental, de ideas anquilosadas, de prejuicios más dañinos para las neuronas que el colesterol para las arterias. Y todos esos trombos, todos esos atascos conducen a que las ideas circulen siempre  por los mismos caminos trillados; nada que ver con la niñez en la que una idea galopaba por mi mente con la libertad sin límites de la más amplia de las estepas porque todo mi encéfalo y la mayor parte del mundo  eran Terra Incógnita; ahora no, ahora el pensamiento tiene que seguir el sendero prefijado sin salirse de las marcas.
Tratad de imaginar el mapa, no un mapa, el mapa. El mapa será siempre el mapa de nuestra infancia, el que colgaba en la pared del aula, el que dibujábamos con una silueta troquelada de plástico y que luego coloreábamos con los lápices de Alpino y los rotuladores Carioca. Poco importa que, con los años, se hayan movido las fronteras, y el mundo ya no sea el mundo que conocimos. El mapa será siempre para nosotros el mismo, por eso nos cuesta recordar que la URSS ya no es la URSS, que Yugoslavia ya no existe, que del Imperio Austro-Húngaro mejor no hablar y que llamar Vieja a una de las Castillas no es politicamente correcto, siempre es mejor decir "anciana" o "veterana". O que Pekín es ahora Beijing vete tú a saber porqué. Y es que con la ortografía nos pasa lo mismo, nos resistimos a dejar de acentuar "sólo" o a escribir "sétimo".
Lo que se nos graba en la niñez jamás se borra. Permanece indeleble, se incrusta en las estanterías helicoidales de nuestro ADN. Una vez adoptada una religión no te librarás de sus tabúes ni de sus ritos por más que reniegues de ellos, por más que racionalices los errores, por más que intentes darle la vuelta a la tortilla; y lo que vale para los catecismos vale para los libros de historia.
Ese mapa que persiste grabado a fuego en nuestra retina por los siglos de los siglos no es nunca un mapa físico con sus ríos y sus cordilleras, sus lagos y sus islas. Es siempre un mapa político, con sus fronteras y sus colores para marcarlas, con los puntos gordos de las capitales y los puntitos ínfimos de los pueblos. Y por ese mapa somos capaces de matar y de matarnos. No por el azul, verde y marrón de los mares, los valles y las montañas, sino por el otro, por ese puzzle de perfiles  pespunteados con equis como alambradas y pintados de artificiales colores sin sentido.


miércoles, septiembre 12, 2012

ESPAÑA, CAPITAL BARCELONA

RECETAS PARA UNA CRISIS


Hace unos días miles de catalanes cabreados salieron a la calle a celebrar la Diada dando voces. Al día siguiente, en Madrid, cientos de contertulios cabreados en radios, cafés y taxis comentaron el hecho con la vena hinchada y vociferando. ¿Cómo acabar con tanto cabreo y tanta afonía al día siguiente? Señoras, caballeros, tengo la solución:
El único modo de acabar de una vez por todas con los problemas nacionalistas en España sería trasladar la capital del Estado a Barcelona. En realidad también podríamos arreglar el asunto reinstaurando cualquiera de las capitales históricas de este país, como por ejemplo, Cangas de Onís, pero tampoco es cuestión de barrer cada uno para su casa, seamos generosos. Una vez trasladada la capital se acabó el tradicional lloriqueo victimista,  las manifestaciones contra el centralismo opresor y todas las reivindicaciones segregacionistas quedarían despojadas de sentido.

Sería muy sencillo, bastaría que un historiador rebuscase entre los archivos cualquier documento de la época de los Reyes Católicos para desenterrar algún antiguo acuerdo entre los Reynos de Castilla y Aragón para alternar la capitalidad, (a los historiadores les pasa como a mi hermano cuando no traía los deberes hechos, puestos a justificar justifican lo que sea) Con el documento desempolvado y cuatro retoques a la Constitución trasladamos el Congreso, la Moncloa y la Zarzuela al Palau de la Generalitat y todavía sobra sitio, perdemos el Senado por el camino que eso que acabamos ganando, la TVE la fusionamos con la TV3, nombramos a Andreu Buenafuente de Director General de la Cosa Herziana, ponemos a los chicos de Polonia a dirigir los Telediarios y todos tan contentos. Al Joan Carles lo jubilamos por infringir la Ley Catalana de Caza, y sacamos del asilo a Jordi Pujol, le coronamos la calva, le ponemos un cetro y una capa de armiño  (con la del infante Froilán seguro que sobra y hasta le queda larga); además como habla alemán seguro que nos echa una manita con la Merkel, que falta nos hace.

Los catalanes que son unos muchachos muy organizados y razonables, que saben mirar la pela  y son enemigos declarados del despilfarro, se darían cuenta de las duplicidades del Estado de las Autonomías y que no tiene sentido tener embajadas del Reyno de Castilla por todo lo largo y ancho de este mundo, las cerrarían a cal y canto dejando sólo las del Reyno de los Paises Catalanes y de su Commonwealth (antes llamado Aragón). 
Sería fácil reciclar la bandera, la haces tiritas, las barajas, la giras y ya tienes la senyera. Con el himno también ganaríamos porque Els Segadors, al menos, tiene letra. O ponemos el himno del Barça que es más fácil de aprender y la música ya la sabemos. Nos ahorraríamos los gastos de una Olimpiada y de paso igual se termina de construir la Sagrada Familia que ya les vale.

De una sola tacada se acabaría también con el problema vasco porque con el cambio los pillas con el pie cambiado, que un pueblo que ha sabido mantener sus esencias durante 4.000 años es muy lento de reflejos a la hora de asimilar los cambios repentinos.

¿Qué cómo reaccionarían los madrileños al traslado? Los madrileños son un pueblo práctico sin más raíces que su vocación de poblachón manchego. Si están dispuestos a ceder la soberanía de Alcorcón a un lobby judío para que construyan un casino, pueden ser igual de generosos cediendo a Barcelona el honor de recibir en las Ramblas a todos los manifestantes de España; estarían encantados de librarse de los atascos que provocan las Cumbres europeas y podríamos volver a ver los rebaños de ovejas de la Mesta trashumar por delante de las Cortes, que la Carrera de San Jerónimo siempre estuvo muy habituada al tránsito de borregos. 

Y además ver a Esperanza Aguirre desde el balcón reclamando la Independencia, eso, eso no tiene precio...


lunes, septiembre 10, 2012

LO QUE PASA EN ALCORCÓN, SE QUEDA EN ALCORCÓN



ALCORCÓN. AÑO 2018.

Rechazo  el ofrecimiento de una replicante con el rostro de Esperanza Aguirre que me invita a repasarle los ovarios a cambio de la voluntad. Es la quinta rubia clónica en apenas quinientos metros. Me ofrece también lumbre, esta vez no la rechazo.Enciendo un habano para entrar en el Casino. Es obligatorio. La chica se cuelga de mi brazo, intento ahuyentarla echándole el humo a los ojos. Ni lágrimas le quedan. No se suelta.

Zigzagueo entre las mesas de blackjack y las ruletas francesas donde ancianos del Imserso arriesgan en un último intento desesperado por multiplicar su pensión para llegar a fin de mes. Los ancianos llevan todos una gorra del Monobank, la única entidad financiera que ha resistido el proceso de globalización y que les ha subvencionado su BonoMetro hasta el parque temático.
Los croupiers recogen con un rastrillito las fichas rojas, cada ficha equivale a la domiciliación vitalicia de una pensión. De vez en cuando alguien gana. Eufórico se dirige a la caja donde le cambian las fichas por  pastillas de viagra, putas y una eutanasia asistida. A la salida unos chatarreros lo desollarán para apropiarse del titanio de su prótesis de cadera. Lo dejan desangrarse en un rincón.

En otro corner se agolpan un montón de funcionarios en torno a un pimpampum. Están dispuestos a pagar lo que sea a cambio de una de esas pelotas metálicas de pinchos. Por un ventanuco asoma la cara un ex-ministro. ¡Es Montoro! Gritan, y arrojan las bolas con todas sus fuerzas. Ni un arañazo. Hace falta mucho más que eso para dañar un rostro de hormigón.

Sobre el escenario se representa la versión snuff de Tito Andrónico. Cada muerte de un actor sobre las tablas es jaleada por el público con entusiasmo. Un afortunado espectador apuñala al César con sus propias manos. Cuando acaba la obra la sangre y las vísceras se escurren gracias a un ingenioso sistema de drenaje, el patio de butacas se eleva, gira en redondo hasta cerrarse y transformar el teatro en anfiteatro, el tablao se cubre de arena. Suena un clarín y sueltan un toro embolao. Unos jóvenes saltan al ruedo, y tratan de apagar con sus manos las bolas de alquitrán que cuelgan de los cuernos del animal. El  que lo consiga obtendrá una beca de libros aunque dudo que pueda volver a sujetar un lápiz con esas manos quemadas.

De repente, recuerdo que no he pagado entrada. Le pregunto a mi acompañante que dónde está la taquilla.
  No te preocupes   me ronronea   Esos hombres de negro han venido expresamente desde Alemania para cobrarte.  
Dos hombres vestidos de látex y con la cabeza cubierta de una máscara de cuero con cremallera me alzaron por los brazos y me arrastraron a un reservado.  
  Descuida, cariño   me susurraron al oído   ¡LO QUE PASA EN ALCORCÓN, SE QUEDA EN ALCORCÓN!

jueves, septiembre 06, 2012

Metamorfosis Bruguera


He comprobado que, al pasar de los años, me he ido transformando poco a poco en un personaje de la editorial Bruguera. No es sólo que haya desarrollado una obsesión por el pollo asado que no igualaría ni el propio Carpanta, ni que mis ojos tengan ya más dioptrías que los de Rompetechos. No. Es que con el tiempo he acumulado más deudas con la humanidad que el moroso del ático de 13 Rue del Percebe. Vaya por donde vaya tengo que andar receloso no sea que me cruce con uno de los muchos a los que les dí un sablazo emocional como si fuera el pufista del tío Vázquez. Ni siguiera entre mi familia Trapisonda, un grupito que es la monda, puedo estar tranquilo y en confianza porque en seguida me montan un Zipi y Zape por alguna trastada que les armé, un favor no devuelto, una atención no correspondida...
Yo, que de chaval estaba hecho un Jabato y era más galante y caballeroso que el Capitán Trueno con Sigrid, con el paso de los años me he vuelto más chapucero en mis relaciones personales que Pepe Gotera y Otilio, las paredes maestras que sujetan mi armazón se desconchan, mis cimientos se resquebrajan, las soledades brotan como hongos y a mi autoestima le van saliendo goteras por todas partes.  Me estoy asilvestrando, me estoy desdejando, me va saliendo pelo por las orejas, las espaldas y los entrecejos, estoy descuidando hasta mi higiene personal porque me estoy volviendo más rústico que Agamenón, soy igualico igualico que el difunto de su agüelico. Y la línea la tengo también muy descuidada aunque, como Obélix, jamás estaré dispuesto a admitir que  estoy gordo.
Y si por un lado me sale pelo por otro se me cae; la melena de Filemón, que tiene dos pelos, es más espesa que la mía. Tendré que recurrir a las pócimas del profesor Bacterio si quiero recuperar mi cabellera.
A la decadencia física se suma el declive moral. Me he vuelto más tacaño que el Tío Gilito, más ruin que el tendero de 13 Rue y más chismoso que su portera. Me fallan los reflejos, con la edad estoy más atolondrado que el botones Sacarino, más loco que Carioco y se me ha avinagrado un carácter más cascarrabias que el de doña Urraca.

Porque con los años a mí me hubiera gustado convertirme en un ingenuo idealista como Pumby, o ser tan ingenioso como un invento del profesor Franz de Copenhague, o ser un héroe de la Marvel siempre dispuesto a salvar el mundo, o a vagar de puerto en puerto como Corto Maltés. Pero en mis venas corre la tinta de los tebeos de Bruguera y no puedo aspirar  al futuro de los que se destetaron con otras editoriales más glamourosas. No me amamantaron con lujosas ediciones de tapas duras sino con portadas del DDT pringadas de grasa y manos sucias ¡Qué le vamos a hacer!

Y lo dejo porque como me siga enrollando así, vais a decir todos que soy más pesado que Don Pelmazo.