Cuando murió Fidel todo cambió en la isla.
Lo primero que cambió fue la gente. De la noche a la mañana los mulatos descamisados que paseaban por el Malecón con garbo sandunguero se transformaron en atildados ejecutivos encorbatados, con rasgos japoneses, palidez escandinava y acento de Serrano, que se dirigían con ritmo estresado a sus despachos.
Todas las aduladoras jineteras se habían hecho miembros del Ejército de Salvación, cambiaron los tangas y los mini-minishorts por trajes-chaqueta abotonados hasta la nariz. Sin embargo, conservaron el hábito de atosigar a los viajeros, si bien ahora para hacer proselitismo de todo tipo de abstinencias.
Los paladares se transformaron en lujosos restaurantes de diseño donde se podía pasar hambre a precios de escándalo.
El paraíso antillano era ahora un paraíso fiscal. Los yanquis arribaban a sus playas en sus yates, en sus barcos, en sus balsas, hasta en jacuzzis recauchutados, tan cargados de dólares que casi zozobraban, al borde del naufragio. Trataban de evadir capitales, ponerlos a salvo de la insaciable presión fiscal del gobierno socialdemócrata que aterrorizaba Washington. Las todopoderosas ONG’s controlaban Wall Street y amenazaban con confiscar hasta el último céntimo de las grandes fortunas.
El turismo seguía siendo la primera industria nacional. Los viajeros descendían de los aviones pertrechados con sus gorros de lana, ansiosos por alcanzar el telesilla y deslizarse loma abajo por un paisaje nevado de abetos y coníferas. El cambio climático había invertido el sentido de la Corriente del Golfo y ahora en las canchas de béisbol se podía practicar hockey sobre hielo al aire libre.
Guantánamo se pobló de jubilados americanos vestidos con chándals naranja que correteaban por el resort gastándose bromas pesadas, con capuchas, perros, y mucha orina.
La estación espacial de Cabo Cañaveral se trasladó a Cuba, no porque poner en órbita un cohete sea más fácil cuanto más cerca nos encontremos del ecuador, sino porque las mujeres de los astronautas descubrieron que en las peluquerías de la Habana la laca era mucho más barata y los cardados les salían por cuatro pesos.
Este era el motivo por el que Sozzap y yo nos encontrábamos repostando en el Caribe. Nos habían contratado como tripulación de una flamante nave que acababa de fletar el Ente Cubano del Aerospacio, la RosaMari I. El diseño de nuestro fuselaje era pura aerodinamia, construido con retales de viejos carros americanos de los años 50, y si Werner von Braun levantase la cabeza se habría emocionado al contemplar el sistema propulsor hecho a base del carburador reciclado de una vieja guagua.
Cuando murió Fidel todo cambió en Cuba. Todo… menos la falta de libertad y democracia.
Ahora nadie canta.
Ahora nadie baila.
Un grupo de disidentes, hartos del clima que se respiraba en la isla decidió boicotear nuestro lanzamiento inaugural. Saltando las barreras de seguridad nos rodearon.
Vladimiro Bakunín un veterano secuestrador con un máster en Rapto, Violación y Tortura por la Universidad de Trípoli me apuntó con un plátano por la espalda. Yo, como buen adicto al porno, sé que un mulato bien armado puede hacerte mucho daño, así que opuse poca resistencia y nos dejamos arrastrar a la sala de mandos.
Vladimiro, clavándome el plátano en las costillas, gritó: ¡ARRANCA!
– ¿Dónde vamos? –le pregunté.
– ¡A Cuba!
–Pero, si ya estamos en Cuba –le repliqué.
–Esto ya no es Cuba –sentenció lacónico.
La gente se apelotonó en la nave. Acostumbrados a ir apretujados en las guaguas, los camellos y los metrobuses, encontraron el módulo espacial francamente espacioso. Se acomodaron lo mejor que pudieron, aunque aquello parecía el camarote del camarada Marx. Sozzap quedó aplastado entre la escotilla, los generosos pechos de una matrona y los glúteos rotundos de una bailarina del Tropicana. En esta postura no tardó en conciliar un sueño plácido, el muy ruin, dejándome solo ante el peligro. A mí me tocaron en suerte los juanetes de un octogenario que me pateaba la nariz. ¡Cuando nos dijeron que en este viaje íbamos a disfrutar de los “Cayos” del Caribe creí que me esperaba otra cosa!
¡ARRANCA! –volvió a gritar Vladimiro.
Pulsé el botón de ignición. Nada. Volví a apretar el botón. Nada. Un mozalbete muy mañoso se agachó debajo del volante y practicó un puente. El motor ronroneó. Ronroneó como nunca había oído ronronear a un motor. Debía de ser porque los ingenieros habían suplido el combustible de oxígeno líquido (muy escaso por culpa del bloqueo) con Havana 7. Majestuosamente, nos elevamos surcando el cielo del trópico dejando un rastro de rosado algodón de azúcar.
Pusimos rumbo a un pequeño asteroide que orbitaba en torno a una estrella muy soleada. Cuando desembarcamos del RosaMari I y los pioneros cubanos pusieron pie en aquella tierra de promisión sintieron el impulso de bautizarla como Nueva Cuba. Para saciar la nostalgia de la patria que habían perdido decidieron vaciar los depósitos de la nave y celebrar una fiesta. Por fortuna pude convencerlos de que no se bebiesen también la reserva de carburante si no, jamás habríamos podido volver a despegar.
Nos despidieron con aquella fiesta de fundación que terminó como suele acabar toda fiesta cubana, ¡con una tremenda resaca al día siguiente! Mientras los hombres amanecimos tirados por la playa, las mujeres, que parecen tener una tolerancia al alcohol sorprendente, ya habían empezado a trabajar y habían montado una cooperativa cigarrera. Sozzap, fascinado, con la boca abierta y cayéndosele la baba, contemplaba como las isleñas liaban los puros enrollando las hojas de tabaco apoyándolas en los muslos desnudos y remataban la labor con la saliva de sus labios jugosos. Aunque trató con todas sus armas de convicción de que le vendieran dos docenas de aquellos muslos, al final tuvo que conformarse con un par de cajas de habanos.
Despegamos con mucha prisa, porque un huracán amenazaba con desguazarnos la astronave. Con una lagrimilla en los ojos contemplé como poco a poco Nueva Cuba se empequeñecía. Creí que las lágrimas las provocaba la emoción hasta que vi el enorme puro que se estaba fumando Sozzap. Lo malo no es que el extractor de humos esté estropeado, lo malo no es que la atmósfera de oxígeno puro esté a punto de inflamarse. Lo peor es que Sozzap acaba de prender una barbacoa para asarse un puerco.
Tampoco he estado nunca en la vieja Cuba, pero la Nueva Cuba me ha parecido un lugar espléndido. En cuanto Ryanair establezca su ruta, lo buscaré.
ResponderEliminarSalud!
Te lo has tenido que pasar "pipa" escribiendo este relato.
ResponderEliminarHe ido al blog de Juan Minero y me han gustado mucho sus besos.
Uno de esos, bueno, uno mío, para ti, muaaaaaaaaaaa,
NoSurrender, Rían Air es una mejor compañia. Y tiene una filial de vuelos baratos, SonRían Air que tiene rutas a Nueva Cuba y más allá.
ResponderEliminarflower, mientras tú escribías este comentario yo me lo pasaba pipa escribiendo la próxima aventura de Sozzap. A veces cuesta mucho escribir un post pero en contadas ocasiones es como si te lo dictase "otro" de corrido. Lo malo es que a veces "el otro" te dicta cada mierda...
ResponderEliminarJuan Minero fue todo un hallazgo, primero imaginé un mundo y luego encontré un artista que lo había pintado antes. Espero que no se mosquee commigo por no pedirle permiso y que podamos comprarle alguna de sus guaguas antes de que sus precios se disparen.
Pazzos, ¡eres un visionario!!! ¡Ahora no se a que Cuba ir!
ResponderEliminarUn post de lo más inspirado, te ha cabido todo!
Pero...hoy me he levantado quisquillosa y me ha parecido echar a faltar una "H". y mi duda es si en la nueva Cuba las haches están mal vistas ;).
Las ilustraciones tambien me han gustado mucho. ¡Qué bien que estés poR aquí!
eSaDelBlOg, ahora mismo me habría las venas por comerme esa hache. El día que empecéis a meteros con mi puntuación montuna acabaréis conmigo. Gracias por la corrección, todavía estoy colorado.
ResponderEliminarEs un placer ver por aquí los destellos de tu bola de espejos.
Y no es por ser quisquilloso pero en Nueva Cuba a veces a "sé" le ponemos acento ;)
ResponderEliminar(Aunque otras miles de veces, como a ti, también se nos olvida)
ja ja. Perdona mi impertinencia, pero por facebook no hay día que no veas un "aver si nos vemos" y estoy muy sensibilizada con los haberes diversos.
ResponderEliminarYo tengo un disclaimer en mi blog, por que mi teclado es muy travieso.
Feliz domingo lluvioso.
eSaDeLbLoG, gracias por corregirme y perdón por el sarcasmo. Me sorprende tu valor al reñirme. No nos atrevemos a desvelarles los defectos a nuestros amigos; que apuro nos da revelarles su halitosis, su falta de higiene o su mal gusto con las corbatas. Y aun nos cuesta más cuando se trata de cuestiones no estéticas. Hace falta un coraje admirable para censurar la conducta de alguien, no desde la superioridad moral del engreído que se burla sino desde la mirada franca del amigo que impide que el otro persevere en el error.
ResponderEliminarEn los comentarios de los blogs sobreabunda la adulación interesada y se echa de menos la discrepancia argumentada, el matiz inteligente.
Gracias por reñirme, sigue haciéndolo cuanto te peta y... ¿qué leshes es un disclaimer?
aún. Glups
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