Encendió las luces del árbol. Aquella Navidad la mesa le había quedado perfecta. La vajilla lucía como nunca. Los platos, las copas, los cubiertos, se alineaban como un ejército disciplinado con sus brillos de diamante, con sus destellos dorados. El aroma de un delicioso asado perfumaba el salón.
Con su mejor vestido se sentó a la mesa y dirigió sus ojos hacia la puerta.
Cuando la cera de las velas amenazaba ya con arruinar los manteles para siempre, recogió la mesa. Desenchufó las luces y empujó el árbol hasta un rincón del salón donde se apilaban otros veinte abetos polvorientos y cubiertos de telarañas.
Feliz año nuevo, querido.
ResponderEliminarQue entre los abetos repletos de telarañas quede hueco para las sombrereras vacías; que nos saquemos de la chistera un mañana de esperanza.
Besos de estreno.
Querida Nancy
EliminarLlegas a tiempo para dirigir la Marcha Ratdezky. Yo haré las palmas.
Besos de gala.
sniff.
ResponderEliminarpues sí, la he cogido llorona. Nunca mezcles el Cointreau con la leche condensada.
Eliminar20 años de soledad... es imposible llegar a ese punto sin morirse de pena.
ResponderEliminarEspero que la protagonista de esta historia tan triste el año que viene celebre la Navidad acompañada. Tiene 362 días para intentarlo.
Un beso y feliz año, Pazzos.
p.s. En el post anterior me centré en la tragedia de la chica india porque es algo que come la moral y saca lo peor de mí.
Novicia, no vamos a echarle la culpa a los mayas pero en mi entorno este año hubo muchas más cenas de Navidad solitarias de lo que es normal. Menos mal que, en muchos casos, gozaremos de esos 362 días que dices para recuperar el tiempo perdido.
EliminarPs. Suscribo todas y cada una de las líneas que escribiste en ese post.
Doña Soledad no es muy buena compañera, ... qué triste!
ResponderEliminarXhrst.
La Sole es una tía que no se pierde una fiesta.
EliminarJajaja!!! hace bien!!
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