Para acabar con el dinero negro Rubalcaba ha propuesto suprimir los billetes de quinientos euros. Y Cayo Lara ha remachado que bastaría simplemente cambiarlos de color para que aflorase la economía sumergida. No ha especificado el color por lo que, intuyo, el próximo debate interno de Izquierda Unida será decidir cual es el tono más adecuado para el papel moneda, lo que conducirá inexorablemente a la enésima excisión dentro de la coalición entre los partidarios reformistas del fucsia pasión y los reaccionarios representantes del rojo Burdeos, más la facción aragonesa proclive al rojo Rioja (que a esa a terca y recalcitrante no la gana nadie).
Señores, la solución es más sencilla. Vayamos más allá. Seamos más audaces en nuestras propuestas. Suprimamos por completo el papel moneda, y el resto de medios de pago. Los billetes nuevos de cinco euros que se queden en los anaqueles del Banco Central Europeo, flamantes y sin estrenar. Nada de billetes, ni grandes ni chicos. Y se acabaron también los otros medios de pago, nada de cheques, visas ni transferencias que son las que hacen que fluya el dinero sucio. A partir de ahora vamos a manejarnos sólo con la calderilla.
El que quiera pagar el pan, que lo haga con monedillas. Y lo mismo que se paga el pan se paga un yate. Y ocultar el dinero negro con el que un narcotraficante paga ese yate se le va a hacer muy cuesta arriba porque va a abultar más que el propio barco.
Los corruptos ricachones van a tener que remodelar sus piscinas de riñón en cámaras acorazadas para hacer hueco para tanta pasta, lo que mitigaría la crisis de la construcción. Los atracadores de bancos van a limitar sus botines al peso que puedan acarrear sus biceps y será más fácil para los policias atajar la delincuencia porque, por muy fondones que estén los agentes correrán más que los cacos.
No podemos confiar el proceso de canje a los cajeros de los bancos que esos ya no saben ni contar con esas maquinitas que les dan los billetes con la cuenta hecha. Para el canje ponemos a pedigüeños de supermercado y a músicos de Metro y bulevar que están mucho más acostumbrados a recaudar calderilla. Adiós a la economía sumergida y a los mimos plastas. Matamos dos pájaros de un tiro.
Con esta medida el consumo se impulsaría. Como nadie tendría suficiente espacio en sus casas para tanto parné, se desprendería de él, lo que fomentaría el intercambio comercial. Los comerciantes, desbordados con tanta moneda en sus máquinas registradoras se verían obligados a reducir precios para evitar el colapso. Y con eso tendríamos controlada la inflación de rebote. Y el dueño de Zara tendría tanto, tanto, que no le quedaría más remedio que repartirlo entre sus trabajadores. Se acabó la pobreza en el mundo.
Las huchas de cerdito estarán hinchadas a rebosar. Las últimas monedas las tendremos que meter por la ranura a martillazos. Y un cerdo gordo siempre es garantía de un invierno sin hambre.
¿Por qué nunca antes se me había pasado por la cabeza? Supongo que "no he ido más allá" con este asunto. Parece una tontería pero tiene mucho sentido. Ya sabes eso que dicen... "a veces el sentido común es el menos común de los sentidos".
ResponderEliminarMi pobre cerdito-hucha está vacío. ¡Sería una gran solución para su estómago!
¡¡¡Que no me entere yo que ese cerdito pasa hambre!!!
Eliminar¿cerdito?¿cerdito? ¿no era cerdito lo que se decía, verdad?
Bajarían los precios, también los salarios... la consigna sería "dame un poco menos". Y el mundo sería un lugar feliz por fin.
ResponderEliminarNo conviene.
Los salarios no haría falta bajarlos que lo que nos dan ya es calderilla.
Eliminaryo funciono con calderilla las cuatro ultimas semanas de cada mes, y sin problemas de espacio, oiga.
ResponderEliminarYa nos estamos quejando... ¡Ay, como se nota esa sangre catalana! ;)
Eliminar¡¡¡ Petons en billete y petonets en calderilla !!!