Los dos disfrutaban tanto con aquellas citas que el Verbo se hizo carne entre oraciones yuxtampuestas y proposiciones copulativas mientras el dedo índice de la pasiva refleja acariciaba con su uña roja "clítoris" en el diccionario. Que apenas él le amalaba el fonema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Que el amor por sus lenguas les condujo a una orgía de sintagmas y bilabiales oclusivas, de fricativas y sibilantes. Que él acentuó todas las vocales del desorden de su nombre y ella le enseñó donde colocar las tildes, las comas y los puntos sobre las íes. Y se conjugaron entre interjecciones aspiradas en un presente pluscuamperfecto que no parecía tener punto final.
Esta entrada era en realidad un comentario que dejé en el brillante blog de la Señorita Sunshine.
ResponderEliminarTiene más palabras de Cortázar y de Millás que propias pero es que esta semana es de desidia y de pereza a partes iguales.
"qué difisi"
ResponderEliminar¿Alguien me explica por qué el diccionario está caliente como una plancha?
ResponderEliminarMe he quemado aquí y aquí.
Bueno, lo confieso, también aquí.
Hoy no tengo las meninges para estos alardes; confieso que no me he enterado de nada.
ResponderEliminarDesidia y pereza usted sabrá, pero aburrimiento a paletadas. Si no ¿de qué?
Anónimo, Cortazar es más fásil:
ResponderEliminarApenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.
HombreRevenido, hay toda una generación que intentó descubrir los secretos del sexo dándole vueltas a los circulos viciosos del diccionario:
ResponderEliminarPuta: Ramera.
Ramera: Meretriz.
Meretriz: Puta.
Oddiseis, no te calientes las meninges que no merece la pena. Era un intento fallido de contar una historia de dos amantes de la filología pero ya veo que no se entiende. Un fracaso más.
ResponderEliminar¡¡¡Probemos el Lapesa!!!
ResponderEliminar(tiene su punto tmbién)
Sí! Sí se entiende!! y fue mi blog donde lo estrenaste, eh, qué bien!!
ResponderEliminarPero te digo una cosa... jamás debe un filólogo liarse con otro: tiene que ser insoportable, y lo sabes. Yo no me he atrevido: conmigo sobran las palabras en la relación! :)
Un besito, perpetrador!
Ah, y qué buena elección para la ilustración! ;)
ResponderEliminarHa sido leer "hidromurias" y "ambonios" y me ha entrado un calor sofocante que he tenido que aplacar con una ducha fría... Espero que no fuera todo fingido.
ResponderEliminarAbrazo.
Anónimo, don Rafael Lapesa tendrá su punto pero yo soy más de Alarcos
ResponderEliminarSeñorita Sunshine, el destino de toda pareja es el aburrimiento final, sean filólogos o no.
ResponderEliminarCuando sobran las palabras puede ser todo un número, si.
Elvis, tengo una duda existencial. ¿Las duchas frías te las das con gorro de baño para que no se te aplaste el tupé? Es que es imaginar a Elvis despeinado y se me cae el mito.
ResponderEliminar¿Gramática parda para jóvenes inexpertos? ¿Y por dos reales?
ResponderEliminarCoño.
A mí me dijeron que el libro de cabecera del filólogo era la Hª de la Lengua de Lapesa (prólogo de R.M.Pidal) Ed. Gredos.
Saludos.
Caruano, los jóvenes inexpertos de hoy dominan más bien la gramática petarda.
ResponderEliminarGordooo! ni cuando te ataca la vena filológico gramatical te desprendes del golferío sexsual...¿o seré yo que todo lo veo (o mejor dicho leo) en verde?
ResponderEliminarYo soy exageradamente joven. Pertenzco a la gramática petarda. Esta, ni me entra.
ResponderEliminarYa lo sabe.
Besos, ósculos, lametones, mordisquines, chupeteos, succiones, mimos, carantoñas, caricias, roces, achuchones y besuqueos,
A mí me ha sonado completamente a chino pero desde luego, queda fenomenal.
ResponderEliminarPunto para ti, pazzos.
Y un beso tambien :*
...el "ego" del escritor ufff que fuerte mon dieu!.
ResponderEliminar-Estoy de acuerdo con "Sunshine".
Saludos.
Genial diccionarización de Cortázar. O cortazarización del diccionario. El caso es que el mundo de las sensaciones sexuales se amplía. Bien!
ResponderEliminarSalud!
berto, piensa en verde y bebe Heineken.
ResponderEliminarflower, tú de petarda no tienes nada, la culpa es de los freakies de la literatura que nos deslumbramos con el glíglico de Cortázar, las jitánjaforas, las lenguas de Tolkien o cualquier idioma críptico, como el de esos trekkies que hablan en klingon.
ResponderEliminarNovicia, a mí el chino no me suena tan mal, lo malo es el volumen al que lo hablan los muy jodíos.
ResponderEliminarBertha, bienvenida.
ResponderEliminarUn escritor sin ego quedaría tan raro como un elefante sin trompa.
NoSurrender, me parece un poco blasfemo parodiar al Zar Cortázar.
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