Entre los personajes
mitológicos de eso que en los libros de Historia se llama “posguerra” pero en
nuestras casas siempre se llamó “los años del hambre” destaca la figura del sustanciero.
El sustanciero era un hombre que, provisto de un
hueso de jamón atado con un cordel y un
reloj de cadena en el casposo chaleco, voceaba por las calles ofreciendo sus servicios: ¡SUSTANCIA! ¡SUSTANCIA! --pregonaba como si fuera un filósofo metafísico alemán. Cuando un ama
de casa lo requería con una voz armoniosa y llena de encanto desde la ventana, aquel hombre subía con
parsimonia las escaleras de un edificio sin ascensor, cruzaba un pasillo con
olor a berza y era acompañado hasta la cocina donde hervía un pote con agua. El
sustanciero, a cambio de unas monedas, sumergía el hueso del jamón con tal de
engordar el caldo. El coste del servicio era de unas perragordas el cuarto de hora que era cronometrado con aquel
reloj con mayor rigor que el de un árbitro de atletismo. El ama de casa
entonces trataba de distraer al sustanciero por ver de despistarlo y que el
cuarto de hora se prolongase más de lo acordado. Pero el sustanciero solía ser
un personaje tan miserable como inflexible y no hacía oídos a los chismes,
cotorreos y provocaciones del ama de casa, al cuarto de hora exacto repescaba
el hueso, lo escurría para que no le montasen alboroto por pingar el terrazo de
la cocina y se iba en busca de otro perol que enriquecer. En justa
correspondencia aquel emprendedor (precursor
del jamón en Renting) procuraba distraer a la señora y aprovechar cualquier
descuido para robarle una patata hervida que devoraba apuradamente con grave
peligro de achicharrarse los labios, la lengua y el esófago.
En aquella era preStarlux hubo hogares en que la
miseria abrió la puerta a la desvergüenza y que las perragordas eran trocadas
por otro tipo de intercambios y en
aquellas casas el sustanciero remojaba algo más que el hueso. Las malas lenguas
del barrio se encargaban de multiplicar estos casos y el mezquino sustanciero arrastraba una fama de donjuán aprovechado y
ventajista; si un marido se cruzaba con el del hueso en el portal lo atravesaba
con la mirada tratando de descubrir que clase de caldo se habría cocido en su hogar esa mañana.
Los que comentáis en el blog sois, un poco, como
el sustanciero: vais de blog en blog sumergiendo vuestro talento en un caldo a
menudo insípido, lo enriquecéis, lo engordáis con vuestras frases, lo aderezáis
con vuestros chistes; como el sustanciero a veces esperáis en pago un
intercambio, una visita a vuestros blogs que es un precio bien pequeño.
He de confesar que en esas visitas yo también
ejerzo a veces la faceta más pícara de este oficio ancestral, me cuelo en vuestras
casas hasta la cocina sin pedir permiso y, a poco que os descuidéis, os como las
patatas y os birlo hasta el chorizo que teníais reservado para Navidad; si me
gusta mucho lo que veo os meto mano hasta el alma porque con pocas cosas
disfruto más que cuando me nutro de vuestro ingenio y de vuestro arte ¡Y además gratis!
P.S. La primera vez que hoy hablar del sustanciero fue hace unos meses en la radio. Algo me rechinaba de este personaje, me lo hacía increíble, demasiado literario. Buscando en Internet comprobé que casi todas las citas (la mía también) repetían una serie de detalles en la historia: el precio expresado en perragordas, el tiempo en cuartos de hora y el instrumento de medida, un cronómetro inconcebible en un oficio de tan baja ralea. Todos estos detalles, todas las fuentes remiten a un relato de Julio Camba, el humorista gallego tan genial como olvidado. Quizás todo este cuento haya salido de su mente calenturienta y el sustanciero no sea más que una invención.
Hoy, casualmente, se cumplen 50 años de su muerte. La primera vez que leí a Camba fue en una enciclopedía Álvarez con la que estudiaban mis hermanas, pero parece poco probable que sus relatos estén incluidos en ningún manual de literatura de nuestros días, ni que ningún profesor incluya "La ciudad automática" entre las lecturas obligatorias de los alumnos de la ESO. No vaya a ser que a alguno le dé por leerla y se divierta...
Siempre lo he tenido clarísimo. Devoro blogs porque es cierto que alimentan. Pero no dejo nada a cambio. Y entonces me asalta el sentimiento de culpa. Tal vez, puede que un día inicie un blog, solo que no creo que ninguno de ustedes lo lean, no doy para tanto. Mientras tanto, sigo disfrutándoles, con o sin su permiso.
ResponderEliminaranónimo, espero que, aunque devores blogs no te hayas atragantado con esta entrada. Anímate con lo del blog, estoy seguro de que tienes más cosas que contar que las que imaginas y habrá muchos más lectores de los que piensas.
ResponderEliminarEspero que, además de comentar, alguien deje aquí también un poco de jamón. Yo aún no pierdo la esperanza.
De la mísma manera que te alimentas visitando blogs.Los blogs se alimentan de visitas, que reciben con la misma alegría que una madre a los hijos que han abandonado el nido jeje.
ResponderEliminarbertha, tu teoría de la retroalimentación de los blogs ¿viene a decir que somos como pescadillas que se muerden la cola?
ResponderEliminar¡Que imagen más horrorosa de mutuafelación me acaba de venir a la mente!
...es que eres de mente retorcida:y no sabes leer entre línes el mensaje jaja:))
ResponderEliminarPues te voy a tener que dar la razón (muy a mi pesar. No te vayas a acostumbrar). Y en especial en el paralelismo con esa faceta mas "procaz" de algunos intercambios. A mí me los han propuesto de todos los colores (por lo de sonrojantes), ¡pobres incautos, que no apreciaron que mi huesito de jamon es mas magro que el muslo de una avispa! Hay quien pierde la dignidad por un puñado de seguidores ...
ResponderEliminarSi quieres jamón te pagas una ronda (para mí uno de esos de la pezuñita negra, que no soy racista y estoy por la integración de las minorías), que ya está bien de ir de gorra por todos los tugurios.
Saludos.
Yo dejo la despensa de mi casa abierta de par en par y comisqueo lo que me apetece en casa ajena.
ResponderEliminarA veces regurgito lo leído por ahí (valen también las imágenes añadidas) y otras me paso la lengua por los labios relamiéndome con delicatessen.
La sustancia tiene más que ver con la calidad (con buenos ingredientes bien se...) que con la cantidad. Su cocina no adolece de buena materia prima, ergo aquí seguiré: babero en pecho y cuchara en mano.
Besos a labios limpios, Mr. Pazzos.
Bertha, lo que me impide leer entre líneas no es mi mente retorcida, sino mi terrible astigmatismo.
ResponderEliminaroddisseis, pago la ronda de ibérico si yo me la como mientras usted se entretiene haciéndole la pedicura a la pezuñita negra.
ResponderEliminarmrs Botwin, ¡Que bien le sienta ese babero!
ResponderEliminar(Ahora el que me relamo soy yo)
Uf, no sé no sé... es lo que diuces, demasiado literario. Ninguna de las personas mayores que conozco me ha hablado nunca de este personaje... Pero si existió en nuestra miseria de posguerra, si pienso por un segundo que existió, se me ponen los velos de punta. Qué miedo, qué miseria, qué pena.
ResponderEliminarY no me quiero sentir como él cuando comento... :( Que es como un usurero de los veinte duros!! jeje.
Señorita Sunshine, inventado o no yo ya lo he incorporado a mi imaginario personal de la posguerra, junto con las cartillas de racionamiento, los estraperlistas, la Sección Femenina, los alféreces provisionales y tantas y tantas sordideces.
ResponderEliminarHay casos en los que la realidad supera la ficción..., pero éste no es uno de ellos. Si hubiera sido verdad, mi abuela me lo habría contado. Salvo que sólo se estilara en otras regiones. Pero lo dudo, porque las buenas costumbres vuelan por el espacio...
ResponderEliminarSigamos alimentándonos mutuamente con nuestros escritos. Es mejor que morirse de hambre.
Abrazo.
Pues anda el caldo de mi jardín un tanto aguachirrinao, y es que el jamonazo de Pazzos hace días que no mete su patita para dar sustancia. ¡¡Lo sepas, carcartón!!
ResponderEliminarMás nada.
Venga, te dejo un beso, pero sólo uno y pequeñín, no te mereces más!!
Interesante historia la del sustanciero, ficticia o no, y además llevada inteligentemente al terreno bloguero. Me he imaginado cada una de las escenas, con toda su picaresca, como si hubiera sido testigo de ellas, algo de lo más divertido, aún con lo triste de la situación.
ResponderEliminarLa visita a un blog es como abrir un kinder sorpresa, que nunca sabes qué te vas a encontrar. Algunos te los encuentras vacíos, y lo normal es que la decepción no te haga repetir, pero como hay tanto donde elegir, uno siempre acaba encontrando alguno que se adecue a sus gustos, o que le sorprenda con algo nuevo.
Elvis, ¿tu abuela tiene blog?
ResponderEliminarflower, eso me pasa por escribir de la posguerra, ya has sacado la cartilla de racionamiento de besos. Te cambio dos besos por un cartón de tabaco y unas medias de cristal de estraperlo.
ResponderEliminaranto, ¿tú te has encontrado alguna vez un huevo kinder vacío? ¡Que infancia más triste! Eso se lo cuentas a Dickens y te escribe un novelón decimonónico.
ResponderEliminarMe alegro mucho que hayas vuelto.
No es ficticia, en Almonacid de Zorita había un sustanciero que mientras el hueso daba sustancia bailaba para los de la casa.
ResponderEliminarNo se si, en caso de encontrarse solo con la señora, bailaría agarrado y/o algo más.
Pero vamos, que mi padre me ha contado que recorría los pueblos de la comarca con varios huesos en el morral
Anónimo, bienvenido y ante todo muchas gracias por el dato tan preciso y afinado. La verdad es que todas las consultas que hice por Internet acababan pareciéndose tanto que parecían remitir a una misma fuente y por eso llegué a creer que el sustanciero había salido de la imaginación de Camba o de algún otor escritor de la época. Me alegro mucho de comprobar que el ingenio de algunos supo enriquecer el puchero de unos y al paso ganar el sustento propio en un época mucho más dura que nuestra crisis.
ResponderEliminarAlmonacid de Zorita, bonito nombre, voy a ver si aprendo algo de ese pueblo que imagino cargadito de Historia y de historias. Gracias.
Mira el articulo de "Gastronomia olfativa", de La Vanguardia, como siempre los Americanos le dan su toque particular a nuestra "Tecnologia"
ResponderEliminarhttp://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/1949/07/15/pagina-3/32828723/pdf.html