No suelo dejarme seducir por esas tentadoras ofertas que prometen atiborrarte de toda la carne que puedas devorar en hora y media a cambio de un precio relativamente modesto y cerrado.
Pero hace unas semanas, en el kyoteño barrio de Pontocho, sucumbí ante una barbacoa que atraía a todos los Ulises hambrientos del mundo con la musiquilla pertinaz e irresistible de una jovial polka bávara que continuará machacando mis tímpanos por el resto de mis días. El olorcillo que emanaba terminó por convencernos mejor que aquel canto de sirena.
Una vez sentados, pusieron en marcha el cronómetro, nos pasaron el menú junto con las instrucciones del juego. Nos tranquilizó ver que entre los diversos manjares podríamos disfrutar de las tiernas carnes de un buey del extrarradio de Kobe (el extraŕradio de Kobe es un territorio de dimensiones incógnitas que se puede extender hasta las inmediaciones de Aldebarán).
La única condición para degustar aquella gloria bendita era que, con carácter obligatorio, tendriamos que deglutir antes un surtido compuesto por las lorzas más infames de un puerco (no sé si de Kobe o de otro lado que nadie mostró el menor interés por enseñarnos el pasaporte del marrano). Dejar algo en el plato sería castigado con severidad.
Hastiados de pancetas y entresijos, cuando llegó el momento de degustar aquellas delicias poco o nada quedaba del feroz apetito que nos empujó al restaurante. Reconocimos el mérito del matarife con los cuchillos por lonchear aquel buey como si fuera Jabugo y dejamos que se produjera el milagro de la transustanciación de aquellas ostias de ternera que pasaron del estado sólido al gaseoso sin apenas contacto con nuestro paladar. Agradecimos, pese a todo, tanta transparencia: un solo gramo de carne más hubiera puesto en peligro las costuras de nuestros trajes y de nuestros cuerpos.
Después de muchos años hoy he vuelto a votar. Y el sentimiento es similar al de aquel restaurante: me atontan con fanfarrias, me dan cuatro años para disfrutar de todas las maravillas que me ofrecen y no dejan de presumir de su absoluta transparencia pero, me temo que, para catar algo de solomillo tendré que tragar mucha chistorra de primero.
Chistorra con gusto y ademas hecha de un buen marrano pués aunque es un poco cansina se puede aguantar.Pero estos manjares de los dioses que ni pa tí ni pa mí eso es un cantar de sirenas...Yo acabo de votar y la verdad que la gente esta relajada y se están tomando estas Generales con mucha Democracia(esperemos a ver dado con la fórmula ojalá).
ResponderEliminarUn beso y Felices Fiestas aunque sea con vino tinto y chistorrra:(
Contigo, pan y cebolla.
ResponderEliminarUn abrazo nada preelectoral, Bertha.
Le dicen a una catalana como yo que en una hora y media debe atiborrarse de carne y te aseguro que para amortizar el precio me miro con ojitos el dedo gordo del señor que corta la carne y le hago hasta una bajada de pestañas y una de dos o cierran por agotar existencias o cuelgan un cartel que rece tal que así "prohibida la entrada a los del seny i la rauxa bailadores de sardana".
ResponderEliminarExcesos exageradores/abusadores a un lado que probé la carne de Kobe que mencionas, y viendo esa grasita blanca tentadora pensé pa'mis adentros: como la cate la OMS me va a excomulgar de por vida. Pero la carne (la mía) es débil y la de este buey exquisita, se deshace en el paladar y si no fuera (o fuese) porque soy de talante discreta y contenida (ejem, ejem, ejem; endespistando todo lo endespistable) casi me hago un remake de la mítica escena del restaurante de Cuando Harry encontró a Sally en la que Meg Ryan finge aquello que dicen que las mujeres fingimos (a veces).
Por lo pronto, de momento, vistos los resultados electorales me temo que tendré que seguir comiendo butifarras (recortadas) o directamente hago un corte de mangas. Ayssss qué crú. Cuatro años más comiendo chorizos, grrrrrrrrrrrrrrrrr.. (guiño).
Me gusta tu estilo Sr. Pazzos!
Besets!
PD: Gracias por tu visita, bonico.
¡Sssshhhh!No digas nada bueno de la carne de Kobe que se van a enterar.
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ResponderEliminarHermosa metáfora.
ResponderEliminarHe quedado saciado de sabiduría.
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EliminarPues que aproveche.
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