Goyito el Tiesa se enredó en los pesados cortinones de skay pringoso que cerraban el acceso a la sala del cine Goya. Sus narices fueron agredidas por el perfume acre del Zotal o de cualquier otro desinfectante aún más barato, más pestilente, más tóxico.
Descendió por la rampa del patio de butacas tropezando con la ajadísima alfombra que hospedaba tal diversidad biológica que habría hecho las delicias de cualquier entomólogo.
En el bolsillo de su cazadora guardaba uno de esas bolsas que en un tamaño algo mayor sirven en Estados Unidos para portar las compras del supermercado pero que en España sólo se utilizaban para vender huevos o encartuchar churros. Dentro de la bolsa guardaba una petaca de genuino güisqui segoviano. Bueno, más que una petaca se trataba más bien de un frasco de Cristasol convenientemente rellenado. Aunque no se había esmerado mucho con el enjuague del envase el regusto como a acetona combinaba perfectamente con la bebida espirituosa.
Escogió en la tiniebla una fila vacía, lo bastante alejada del escaso público que ocupaba el recinto. Se sentó en una butaca esquinada, buscando el amparo de una columna encubridora. Desechó este primer asiento por desvencijado, el eje vencido de la banqueta desfondada escoraba al sedente entorpeciendo la horizontal contemplación de la pantalla. Se desplazó una fila más adelante saltando el respaldo para evitar un rodeo y los consiguientes silbidos y abucheos de un público exigente. Sacó el frasco de licor y le dio un largo chupetón. Lo posó en el asiento contiguo. Se bajó la bragueta del vaquero y se cubrió con el cartucho de papel.
La película ya estaba empezada. Aunque el cine porno no se caracteriza precisamente por su hilazón argumental, tampoco puede decirse que aquello fuera en realidad una película, tan sólo una serie de cortometrajes inconexos de producción casera, precedidos por una explicación pseudocientífica que aportaba la necesaria coartada pedagógica imprescindible para la licencia de exhibición de la cinta en muchos países.
No pudo trempar con la primera peliculilla en la que dos negrazos inmensos y horrorosos empalaban a una nórdica esquelética con pinta de colgada. Le molestaba sobremanera tanto despliegue pirulero y consideraba que sólo un marica muy marica podría empalmarse con aquello. En aquel sándwich él sólo veía agitarse grotescamente los culos y pollas de aquellos gorilas, de la tía ni rastro. Le pegó un buen lingotazo a la botella. Para hacer tiempo.
El director del siguiente filme, mucho más pretencioso demostró poseer más veleidades artísticas. Fuertemente influido por Bilitis y otros peñazos ñoño-lésbicos tan de moda en aquellos años, empezó a desplegar una serie de imágenes difuminadas y vaporosas de una mujer enmascarada que se contorsionaba entre nieblas y gasas. A medida que, lentamente, las nieblas y las gasas se fueron disipando Goyito notó que algo cobraba vida en el interior del cartucho. Sus manos siguieron el ritmo de una música repetitiva y machacona. El preciosismo esteticista del cineasta se recreaba mostrando retazos de un cuerpo tan fragmentado que costaba adivinar cuando era axila y cuando pubis, si algo era hombro o era culo, distinguir lengua, oreja, coño, labios. Lo más excitante era sin duda el plano intercalado y repetido obsesivamente de aquella boca salvaje y explosivamente roja, cuya lengua pronunciaba sin cesar tan sólo un monosílabo:
Descendió por la rampa del patio de butacas tropezando con la ajadísima alfombra que hospedaba tal diversidad biológica que habría hecho las delicias de cualquier entomólogo.
En el bolsillo de su cazadora guardaba uno de esas bolsas que en un tamaño algo mayor sirven en Estados Unidos para portar las compras del supermercado pero que en España sólo se utilizaban para vender huevos o encartuchar churros. Dentro de la bolsa guardaba una petaca de genuino güisqui segoviano. Bueno, más que una petaca se trataba más bien de un frasco de Cristasol convenientemente rellenado. Aunque no se había esmerado mucho con el enjuague del envase el regusto como a acetona combinaba perfectamente con la bebida espirituosa.
Escogió en la tiniebla una fila vacía, lo bastante alejada del escaso público que ocupaba el recinto. Se sentó en una butaca esquinada, buscando el amparo de una columna encubridora. Desechó este primer asiento por desvencijado, el eje vencido de la banqueta desfondada escoraba al sedente entorpeciendo la horizontal contemplación de la pantalla. Se desplazó una fila más adelante saltando el respaldo para evitar un rodeo y los consiguientes silbidos y abucheos de un público exigente. Sacó el frasco de licor y le dio un largo chupetón. Lo posó en el asiento contiguo. Se bajó la bragueta del vaquero y se cubrió con el cartucho de papel.
La película ya estaba empezada. Aunque el cine porno no se caracteriza precisamente por su hilazón argumental, tampoco puede decirse que aquello fuera en realidad una película, tan sólo una serie de cortometrajes inconexos de producción casera, precedidos por una explicación pseudocientífica que aportaba la necesaria coartada pedagógica imprescindible para la licencia de exhibición de la cinta en muchos países.
No pudo trempar con la primera peliculilla en la que dos negrazos inmensos y horrorosos empalaban a una nórdica esquelética con pinta de colgada. Le molestaba sobremanera tanto despliegue pirulero y consideraba que sólo un marica muy marica podría empalmarse con aquello. En aquel sándwich él sólo veía agitarse grotescamente los culos y pollas de aquellos gorilas, de la tía ni rastro. Le pegó un buen lingotazo a la botella. Para hacer tiempo.
El director del siguiente filme, mucho más pretencioso demostró poseer más veleidades artísticas. Fuertemente influido por Bilitis y otros peñazos ñoño-lésbicos tan de moda en aquellos años, empezó a desplegar una serie de imágenes difuminadas y vaporosas de una mujer enmascarada que se contorsionaba entre nieblas y gasas. A medida que, lentamente, las nieblas y las gasas se fueron disipando Goyito notó que algo cobraba vida en el interior del cartucho. Sus manos siguieron el ritmo de una música repetitiva y machacona. El preciosismo esteticista del cineasta se recreaba mostrando retazos de un cuerpo tan fragmentado que costaba adivinar cuando era axila y cuando pubis, si algo era hombro o era culo, distinguir lengua, oreja, coño, labios. Lo más excitante era sin duda el plano intercalado y repetido obsesivamente de aquella boca salvaje y explosivamente roja, cuya lengua pronunciaba sin cesar tan sólo un monosílabo:
-"Ven".
Se sintió hipnotizado por aquella voz, grave y pastosa, cargada de noche y nicotina. El timbre familiar de aquella simple orden subliminal e imperiosa sometía y abocaba a la obediencia, al acatamiento ciego.
En el preciso instante en que su excitación alcanzó ese punto de no retorno en que la eyaculación se hace imposponible e inevitable, la dama misteriosa se quitó el antifaz.
Reconoció, al tiempo que su semen crepitaba en el papel del cartucho, en el rostro de aquella mujer, hasta entonces velada, los inconfundibles rasgos de su propia y putísima madre. Aquel miserable cartucho acogió también su vómito. De una sola arcada se deshizo de toda la cena. La siguiente arcada desfondó el cartucho reblandecido formando sobre el suelo un amasijo de cáscaras de pipas, palomitas y los restos del desayuno. Siguió doblándose arrojando verde bilis en un inútil esfuerzo por deshacerse incluso del primer calostro, deseando escupir hasta esa primera leche que había mamado un día de aquellos gigantescos pechos que, poco a poco, se fundían en negro.
Se sintió hipnotizado por aquella voz, grave y pastosa, cargada de noche y nicotina. El timbre familiar de aquella simple orden subliminal e imperiosa sometía y abocaba a la obediencia, al acatamiento ciego.
En el preciso instante en que su excitación alcanzó ese punto de no retorno en que la eyaculación se hace imposponible e inevitable, la dama misteriosa se quitó el antifaz.
Reconoció, al tiempo que su semen crepitaba en el papel del cartucho, en el rostro de aquella mujer, hasta entonces velada, los inconfundibles rasgos de su propia y putísima madre. Aquel miserable cartucho acogió también su vómito. De una sola arcada se deshizo de toda la cena. La siguiente arcada desfondó el cartucho reblandecido formando sobre el suelo un amasijo de cáscaras de pipas, palomitas y los restos del desayuno. Siguió doblándose arrojando verde bilis en un inútil esfuerzo por deshacerse incluso del primer calostro, deseando escupir hasta esa primera leche que había mamado un día de aquellos gigantescos pechos que, poco a poco, se fundían en negro.
Espero que las imágenes de Cinéma Paradiso y los sonidos de San Ennio Morricone os quiten el sabor amargo que pudo dejaros un relato con más hiel de la habitual.
ResponderEliminarMenos mal que tuviste la idea de dejarnos las imágenes de Cinéma Paradisso que ayudan a añadir algo dulce al final...porque el relato es algo duro de asimilar. Imagino la situación y las arcadas me llegan a mi también!
ResponderEliminarPazzos, me encanta como escribes!
Un Beso!
Me encantó CINEMA PARADISO. Recuerdo cuando mi tio nos invitaba a ver las peliculas desde la sala de proyección en el antiguo cine Amezaga de Sestao...
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo siento no puedo seguir, cuando se me pase la risa por el nombre en la estrella, me leo la entrada y me miro el video. hastalueg
ResponderEliminarJoder! Se me ha pasado la risa de golpe. Al recordar Bilitis por poco el que vomita soy yo.
ResponderEliminarEn una novela porno de los 60 - edición mexicana por supuesto- un personaje consumaba una venganza haciendo que un padre se beneficiase a su propia hija drogada y con el rostro oculto.
No he visto Cinema Paradiso, no sé por qué me da un poco de repelús por el lagrimeo y eso. (Manías mías, seguro que si la veo, me gusta)
Amargo de verdad, pazzos... menos mal que el video alegra un poco el alma. Destila tanta soledad que abruma...
ResponderEliminarMenudo contraste entre el texto y una de las mejores escenas de la historia del cine.
ResponderEliminarEl texto está muy bien escrito, y eso de que al final vomite me gusta mucho. Curiosamente a mí no me parece una historia triste.
Y, ah, yo soy un marica muy marica.
julia, el relato es menos duro de lo que parece, pero es que estáis acostumbrados a un tono más blandito. Hoy el Oscar más merecido se lo darán a Ennio Morricone, brindemos por ello.
ResponderEliminaritoitz, mi padre fue el operador del cine de su pueblo. Tengo ganas de ver esta peli con él.
nomesploraria, También tardé en verla porque le tenía un poco de prejuicio. Tienes que ver Cinema Paradiso ¡YA! Y si al final te apetece llorar, llora que la sala está a oscuras.
los pasos que no doy, el placer solitario suele ser así solitario.
para creo que voy a vomitar, Con tu nick no me extraña que te gustara el vomitivo final.
Nunca utilizo las palabras como navajas y mis personajes hablan con voz propia, no soy quien para censurarles.
Ser marica en este foro ni puntúa ni descuenta. Tu talento sí. Me molesta esa frase hecha que algunos sueltan por la tele "Muchos de mis mejores amigos son homosexuales". Lo cuentan como una proeza, como si hubieran metido la cabeza en la boca de un león. Y no recuerdan que, hasta hace cuatro días, en este país todos, T-O-D-O-S hemos corrido a pedradas a los perros y a los afeminados. De lo que le hacíamos a los perros me arrepiento, de lo de los afeminados me avergüenzo profundamente. Espero que mis crimenes del pasado no impidan nuestra amistad.
Pobre Goyito... su madre debió haberle dicho antes que era adoptado.
ResponderEliminarHoy es como si hubieras hecho dos post en uno.¡Generoso!
Un beso.
Qué talentazo tienes!! Una historia perfecta. Lo que me he reido!
ResponderEliminarDespués del relato ver al cursi de Cinema Paradiso así, sin más, llorando a moco tendido y a punto de convulsionar de una emorragia de placer... ¡que alguien llame al Dr. House!
Grande el relato, muy grande!! Muy crudo, muy irónico, mencanta!! Si que es no hay payaso bueno... jejejeje. :D
ResponderEliminarEspléndido relato.
ResponderEliminarNo hay hiel.
Un saludo.
Bueno, a mí siempre me han gustado los sabores agridulces...
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarBuen trabajo.
Gracais
Vaya por dios...
ResponderEliminarjoe. vaya,mier..coles, fuuu, no coment.. cinema paradiso.. si como si fuera tan fácil...
ResponderEliminary a usted cómo le funcionan las neuronas es que hasta da envidita !
besos
Las imágenes de Cinema Paradiso casi me hacen llorar, Pazzos!! Y es "casi" porque puse stop. Esa película es fabulosa.
ResponderEliminarChe, qué fuerte, pobre tipo...
En otro momento te leo, que hoy tengo mucha prisa.
ResponderEliminarUnos vomitan, otros se descojonan, algunos se confiesan, y yo me meo. Y no me parece tan dura.
ResponderEliminarTampoco he visto Cinema... pero me lo pensaré. No prometo nada.
besos!
El protagonista tendría que haberse puesto orgulloso de tener una madre tan sugestiva.
ResponderEliminarLo peor es que no debía saber nada de sus andanzas con el antifaz y de ahí la náusea.
El relatoo muy divertido y las imagenes una maravilla.
Es cierto que tiene un sabor amargo...
ResponderEliminarpero la ternura de Cinema Paradiso es tanta que equilibra
si es que se puede equilibrar la amargura
un abrazo
Justo iba a comentar que me había ahorrado echar un vistazo al trozo de yotubé, y después de leer el relato.
ResponderEliminarUn chimpúm sorprenderte. No sé si es un castigo moralizante para goyito o sólo para el lector, entre los cuales me desencuentro.
Cuanto Goyito hay en el mundo; que mal lo pasan, y qué mal lo hacen pasar.
PD:
Leí en un blog que aludías al Teatro de Miralles ¿Alberto Miralles?
Gracias.
mandarina, pensé al principio darle continuidad al relato con Goyito iniciando la búsqueda de su madre igual que Marco pero sin el mono Amedio al hombro. Si hasta había pensado que consultase a Pumares sobre el paradero de la actriz. Una adopción habriría una nueva línea argumental. Demasiado culebrón.
ResponderEliminarsintagma, ahola no es de leil.
(j) se podría escribir una historia sobre los motivos que condujeron al payaso alemán para liarse a hostias con el chiquillo. Seguro que motivos le sobraban.
torosalvaje, bienvenido, si no hay hiel habrá que aderezarlo más.
lunarroja, a mi también me gustan esos sabores pero prefiero reservarlos para los restaurantes chinos. La vida, si dulce, mejor.
david santos, los de Aveiro siempre seréis bien acogidos. ¡Como envidio el lugar en que vives!
detective, ¿esos eran los que cantaban hey nananá?
laonza, ¿neuronas? ¿dönde?
arcángel, pero en Cinema Paradiso también se rie, y mucho.
verde, en otro momento te contesto, que también tengo prisa ;)
mia moore, ya estás yendo al videoclub de guardia para alquilar la película.
ula, el protagonista se puso, vaya si se puso.
paula, la amargura se equilibra, claro que se equilibra. Si no no se podría vivir en este mundo.
le mosquito, no quise castigar a Goyito por su pecado nefando, sólo sorprenderlo, se me fue la mano con la sorpresa, a lo mejor, sí.
¿Conoces a Miralles?, estuvimos montando una obra suya sobre Colón hace muchos años, no la estrenamos porque dinamitamos el grupo de teatro. La obra era bastante buena, nosotros no tanto.
Mira, otra cosa en común con NOMESPLORARÍA...no he visto la pelí porlo misma razón que él...como si me obligasen a soltar la lagrimilla, y mira todavía no la he visto...
ResponderEliminarEl texto sordidamente descriptivo, si, pero hay otros mundos y están en este...
El final fue lo que más me gustó, Pazzos, y no discuto la "moralina", me hizo gracia. La soledad de las salas de cine, las butacas con costras... todo eso me da un poquillo repugnancia, nada más.
ResponderEliminarSí: conocí a Miralles. Hace, más o menos, un par de años que falleció. Lo conocí porque "compartíamos" un actor, Jesús González. Él trabajaba con éste actor en casi todos sus montajes. Miralles era un tío escrupuloso con sus montajes; prefería ser fiel a sus comedias e ideas; a su manera de hacer pedagogía dramática, antes que dejarse seducir por una subvención.
No es un autor demasiado conocido fuera de ambientes teatrales, por eso me llamó la atención que lo citases. Un gran tipo. Otro de "sus" actores, Paco Churruca (paquito pa los amigos) está a punto de estrenar un noticiario en "La Cuatro". Un buen actor, Paco, y mejor persona.
Un abrazo.
nancicomansi, ignoro porque tiene esa fama Cinema Paradiso, me parece que es más de reir que de llorar.
ResponderEliminarle mosquito, lamento lo de Miralles, no me había enterado. ¿Eres director de teatro? Intentamos montar la obra de Colón al terminar el Instituto y acabó como el rosario de la aurora. Nunca más volví a hacer teatro. Pero esa excitación de pisar un escenario no se olvida así como así.
Tengo curiosidad por ver a tu amigo en la Cuatro pero me intriga más saber con que obra estás enredado ahora.
Vengo de escuchar la nana que has cantado en el blog de Paula. Me gustó mucho.
ResponderEliminarSí: soy cómico (autor, director, actor, escenógrafo...) y todo aquello relacionado con Teatro y, eventualmente, con cine, que me hace pasar muchia hambre (tan agusto). Ahora estoy paradete, algo muy normal en este oficio.
mosquito, un cómico nunca está parado, está preparando su próximo papel. En cuanto a lo del hambre como te acerques por el Norte has de avisar que ya me encargaré de quitártela en un sólo día para el resto de la temporada.
ResponderEliminarGracias, Pazzos. Y disculpa que no haya pasado antes por aquí. Ando de blog en blog, como acuariera por rastrojo (bueeeeena entrada esa) explicando que tengo problemas de conexión/batería... etc.
ResponderEliminarUn placer.
Oh! Perdón. El comentario sobre la entrada, y que pensé había desaparecido, lo hice aquí.
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