Como la galaxia atraviesa lo que los economistas denominan "una recesión quetecagas" no nos encargan muchos transportes. Si hemos de ser sinceros ninguno. Por esto hemos decidido reciclar nuestra astronave y adaptarla para satisfacer la demanda de un "nicho de mercado" que, aunque al principio nos resistíamos a atender, la gravedad de la crisis nos ha obligado a vencer nuestros escrúpulos y claudicar. En "Remigio, chapa y pintura" nos tunearon la nave, alargaron la trasera de la nave para ampliar la plataforma de carga, dotaron los laterales de unas cristaleras especiales, y sustituyeron la escotilla por un portón abatible. Para ahorrar un poco Sozzap se ocupó de cubrir el blanco Nasa de nuestro fuselaje pintándolo de un negro más sobrio y propicio a nuestras nuevas funciones. Como un general que, derrotado, arríase su bandera para izar la del enemigo, yo me encargué de sustituir la antena por un crucifijo metálico.
Habíamos firmado un contrato con la empresa de Pompitas Fúnebres "La Propicia". Y pusimos rumbo para recoger a nuestro primer pasajero.
A Blankito lo atropelló un carguero de palas eólicas en el semáforo de la Rotonda de Alfa Centauri donde tenía por costumbre desplegar su arte incomprendido y mendigar su escaso salario. El último gesto de Blankito (lo que en su caso equivale a decir sus últimas palabras) fue tratar de parar la cabina que se le venía encima estirando sus manitas enguantadas como si empujase una pared invisible. De nada sirvió. Lo arrollaron. En la cuneta sideral quedó su sombrero de copa, arrugado, con el tallo de la flor que lo coronaba rota. Su cuerpo aplastado parecía la silueta del peatón del semáforo. Los empleados de la funeraria consideraron más práctico enrollarlo que recogerlo con una camilla y lo arrojaron en la trasera de nuestra nave con la brusquedad y el menosprecio que sólo se consigue tras muchos años de oficio de sepulturero.
En el INEM habían obligado a Sozzap a inscribirse en un curso de tanatoestética que impartían a distancia los de CCC. Estiró como pudo el cadáver de Blankito con un rodillo de madera y rellenó una manga pastelera de mermelada de frambuesa para tratar de redibujarle la sonrisa sobre su rostro blanco. Los sepultureros veteranos se rieron con todos sus dientes cariados de sus bienintencionados esfuerzos y mascullaron :
--¿Paqué te matas?¡Si lo llevamos pá incinerar!
Un mimo se incinera rápido, son muy delgados y la grasa del maquillaje acelera la combustión. Nos vimos envueltos en una nube de humo, no porque la chimenea del horno crematorio tuviese una fuga, sino porque los sepultureros no paraban de fumar farias.Como aquellos enterradores se quedaron los zapatones de recuerdo para usarlos de cenicero y no había mucho más que quemar tras muchos años de hambruna y gimnástica pantomima, los restos de Blankito apenas cubrían el fondo de la urna. Sozzap recogió aquella vasija con la pompa y el boato propios del novicio en tales menesteres. Los sepultureros fumaban y arrojaban colillas en los zapatos del finado muertos de la risa ante tanta solemnidad. Alguno casi se mea cuando mi compañero tropezó y volcó las cenizas por el suelo del tanatorio. Cuando lograron controlar su histeria sacaron un escobón y reunieron las cenizas del muerto junto con las porquerías de un suelo no muy limpio más un poco de ceniza de los zapatos con tal de compensar el peso perdido. --¡Cenizas a las cenizas y polvo al polvo! --se burlaban. Vertieron el recogedor en la urna, se sacudieron las manos y arrojaron aquel tarro cinerario en la adaptada bodega de la nave con la profesionalidad y precisión de un jugador de bolos. Sozzap , con un respeto y delicadeza que me sorprendieron incluso a mí, depositó la flor del sombrero que había rescatado de la cuneta sobre aquella urna polvorienta.
Arranqué el motor. Remigio había hecho un buen trabajo y nos había instalado un cambio automático con sólo dos marchas, cada una con su logotipo: Tortuga y Conejo. Embragué y metí Tortuga. Los amigos del mimo nos seguían en sus aeronaves Volkswagen tan hippiosas que en vez de un cortejo fúnebre parecíamos la serpiente multicolor de la vuelta ciclista.
Para llegar más pronto al cementerio atajé por un túnel del tiempo. Íbamos tan despacio que los otros conductores de la autopista intergaláctica se impacientaron y empezaron a tocar el claxon. El vehículo de un mimo no tiene claxon; los mimos, que nos seguían en sus Volkswagen, respondieron ante aquella falta de respeto haciendo el gesto de tirar del cable de la bocina de un camión mientras accionaban un brazo mecánico que repartía cortes de manga a diestro y siniestro. Los transportistas del espacio se caracterizan por su poco aguante y su nulo sentido del humor con lo que enseguida se liaron a hostias con los mimos que se defendían con sombrillas llenas de confetti. Montamos un atasco terrible dentro de aquel agujero de gusano pero al final logramos salir por el otro extremo todos más o menos vivos.
A los mimos se les entierra en el Planeta Imaginario. El Planeta Imaginario es un mundo sin truenos, sin erupciones ni mareas, sin cascadas ni terremotos, sin sonido ni furia; es un mundo silencioso, un cementerio a la medida de sus moradores. Allí derramamos sus cenizas. Flotaron en el vacío y con la brisa del viento solar formaron un torbellino fantasmal. Aquella nube de arena tomó la forma de un hombrecillo luchando contra el viento. El ectoplasma se empeñaba en pelear con su paraguas contra un ciclón embravecido que al final lo vencía y lo arrastraba
Sozzap contemplaba la escena con la cabeza gacha y el sombrero del mimo entre las manos. Aquella chistera abollada la había usado Blankito para recoger la rácana voluntad de un público tacaño. Entre el forro de la chistera Sozzap encontró una moneda de cinco centavos y la introdujo en la ranura de una gramola (las gramolas imaginarias sólo existen en los planetas imaginarios).
Las luces del cielo se apagaron un instante, el firmamento se transformó en una infinita pizarra negra, al volver a iluminarse las constelaciones se habían alineado en una curiosa conjunción astral formando un pentagrama. El torbellino de ceniza volvió a girar y con la tiza de aquellos huesos comenzó a dibujar sobre aquel cielo pautado las notas musicales que componían la partitura de una melodia de silencios.
Y ésta era la música que nadie oyó.
Mete cinco centavos de tu tiempo y pon en marcha la gramola. No seas tacaño tú también.
Pazzos y Sozzap, otra cosa no sereis pero originales!!! como no hay dos...jajaja.Ves en tiempo de vacas flacas se agudiza la mente...y el que se duerme en los laures pierde el peluquín...
ResponderEliminarMe encanta!. P&Z,sois una sociedad no?
Un abrazo:)
Bertha, tenemos más de sucios que de socios y no es lo mismo P&Z que ZP pero bueno, vamos tirando.
ResponderEliminarEsa mezcla de mala leche y poesía, digna del mejor personaje de Dumas... Un abrazo.
ResponderEliminarLunanueva, bienvenida. Pues Sozzap se da más bien un aire a un personaje de Hugo: Quasimodo.
ResponderEliminarOtro abrazo (Y mejor que no te dejes abrazar por Sozzap)
No me importaría que mi muerte/entierro/funeral fueran así de originales. Quizás esta anónima sor sería popular por un día, aunque fuera el último.
ResponderEliminarUn beso
Qué reciclaje, madre mía! Si lo que no consiga el INEM.... Expertos en marketing!!
ResponderEliminar:)
Novicia, no me importa un pimiento mi entierro ni lo que hagan con mi cadáver, pero he de confesar que un funeral al estilo de New Orleans con la gente bailando y tocando Jazz me molaría un huevo. Y luego tirar el ataud al muelle y a otra cosa.
ResponderEliminarjoder que casi me pongo a llorar...sera que estoy sensible...
ResponderEliminarpero luego me daba risa...no se...
Señorita Sunshine, te puedo jurar que este año me he encontrado ya varias personas que han hecho cursos de tanatoestética que, por cierto, me han dicho que son una mera estafa que jugaba con la ilusión de gente del paro.
ResponderEliminareSadElBlOg, esos vaivenes de la risa al llanto se sienten cuando se leen tonterías, se fuman porquerías o se hacen las dos cosas a la vez.
ResponderEliminar¡Salud!