HOMENAJE A ARMSTRONG
La matrona se afanaba entre las piernas de mi madre que, por aquel entonces y tras múltiples embarazos se había convertido en una lubricada y casi perfecta máquina de parir.
Sobre la cómoda de la habitación matrimonial, una enorme televisión en blanco y negro retransmitía El conde de Montecristo. Mi parturienta madre gritaba como una posesa a la comadrona:
¡Quite! ¡Quite! ¡Que no veo! ¡Que la carne de burra no transparenta!
Pasaron dos horas de relajada dilatación en las que mi padre sufrió lo suyo para impedir que la comadrona utilizase los fórceps con mi madre, o por mejor decir, contra mi madre. La tocóloga no sé si trataba de inducir el primer parto por vía nasal de la historia de la obstetricia o por el contrario pretendía responder con una rinoplastia traumática a las palabras de mi madre que le rogaba que procediera con delicadeza; y todo por un vacaburra de más o de menos. Tanto traer niños al mundo de un lado u otro del ecuador fecundo había sensibilizado el carácter de las dos mujeres tornándolo extremadamente susceptible.
Para evitar un derramamiento de sangre mayor del imprescindible en estos casos, decidí nacer. La alegre fanfarria de un telediario festejó mi alumbramiento.
La primera luz que vislumbraron mis ojos fue aquella pantalla hipnótica de fósforo parpadeante. En imagen, el hombre pisaba la Luna por vez primera, el mayor acontecimiento que vieron los siglos. Desde ese temprano instante perdí para siempre mi capacidad de asombro.
Absorto con la escena y con los ojos abiertos como platos fui incapaz de emitir el reglamentario sollozo de recién nacido. La comadrona asustada con mi silencio y mi mirada de lechuza no cesó de darme nalgadas hasta que se le acalambró el brazo. Ningún golpe pudo desviar mi atención.
-¡Vaya! Así que esto es el mundo- pensé.
Volvemos a publicar esta entrada en homenaje a Amstrong, un pionero que puso nombre al esfuerzo colectivo de toda la Humanidad.
La matrona se afanaba entre las piernas de mi madre que, por aquel entonces y tras múltiples embarazos se había convertido en una lubricada y casi perfecta máquina de parir.
Sobre la cómoda de la habitación matrimonial, una enorme televisión en blanco y negro retransmitía El conde de Montecristo. Mi parturienta madre gritaba como una posesa a la comadrona:
¡Quite! ¡Quite! ¡Que no veo! ¡Que la carne de burra no transparenta!
Pasaron dos horas de relajada dilatación en las que mi padre sufrió lo suyo para impedir que la comadrona utilizase los fórceps con mi madre, o por mejor decir, contra mi madre. La tocóloga no sé si trataba de inducir el primer parto por vía nasal de la historia de la obstetricia o por el contrario pretendía responder con una rinoplastia traumática a las palabras de mi madre que le rogaba que procediera con delicadeza; y todo por un vacaburra de más o de menos. Tanto traer niños al mundo de un lado u otro del ecuador fecundo había sensibilizado el carácter de las dos mujeres tornándolo extremadamente susceptible.
Para evitar un derramamiento de sangre mayor del imprescindible en estos casos, decidí nacer. La alegre fanfarria de un telediario festejó mi alumbramiento.
La primera luz que vislumbraron mis ojos fue aquella pantalla hipnótica de fósforo parpadeante. En imagen, el hombre pisaba la Luna por vez primera, el mayor acontecimiento que vieron los siglos. Desde ese temprano instante perdí para siempre mi capacidad de asombro.
Absorto con la escena y con los ojos abiertos como platos fui incapaz de emitir el reglamentario sollozo de recién nacido. La comadrona asustada con mi silencio y mi mirada de lechuza no cesó de darme nalgadas hasta que se le acalambró el brazo. Ningún golpe pudo desviar mi atención.
-¡Vaya! Así que esto es el mundo- pensé.
Volvemos a publicar esta entrada en homenaje a Amstrong, un pionero que puso nombre al esfuerzo colectivo de toda la Humanidad.
No me digas que naciste ese día precisamente ... ¡Manda webs! Si aquello fue la cúspide del género humano y desde entonces la cosa no ha hecho mas que deteriorarse (los iPads son la prueba irrefutable de ello), me parece que ya sabemos quién fue el gafe ... ;P
ResponderEliminarOdisseis, en este blog todo es un poquito verdad, todo es un poquito mentira. En realidad, en casa siempre decimos que a mi hermano se lo trajo Armstrong de vuelta de la Luna. Yo, como Jesús Hermida, sólo estaba allí para contarlo.
EliminarDescanse en paz ese señor, el primer hombre que pisó la luna (en caso de ser cierto) ...o el mejor actor de todos los tiempos, no oscarizado (en caso de ser ciertos los rumores)
ResponderEliminarTesa, no sé de dónde salió esa majadería. Me gusta mucho un reportaje de Escépticos sobre el tema.
Eliminarhttp://www.eitb.tv/es/#/video/1162490282001
¿Usted también nació con las botas de astronauta puestas? Seguro que sí. Aunque digo yo que Mr. Amstrong se las podía haber quitado para acariciar la superficie lunar a pies desnudos...
ResponderEliminarMrs Nancy, no sé si nací con botas o con casco, pero con el cabezón que tengo seguro que le dí a mi madre mucho tormento.
EliminarNacer con las botas puestas, morir con los pies desnudos...
Hay dos cosas en la vida que causan gran dolor: una es parir (según dicen), y otra es ver el telediario... Soportar las dos a la vez es inhumano... Lamento mucho el sufrimiento de su madre...
ResponderEliminarSaludos.
Elvis, a partir del cuarto hijo y del enésimo telediario todo es muchísimo más llevadero. La fuerza de la costumbre...
EliminarUn buen dia para nacer, pazzos. Así es imposible que se olvide nadie... Segurisimo que esa coincidencia es una señal divina.
ResponderEliminarTengo una amiga que nació el 20/11 y nadie se olvida de su compleaños. No como me pasa a mí, que tengo que recordárselo a la peña desde 1 semana antes para que se acuerden de felicitarme y no tener que cabrearme...
Un beso y muchas felicidades, Pazzos.
p.s. ¡¡¡Tú TAMBIÉN eres más joven que yo¡¡¡ Mestais cabreando, eh???
Novicia, no te me sulfures que soy más viejo y estoy más cascao que tú. Como le expliqué antes a Oddisseis al que trajo Armstrong de la Luna fue a mi hermano que, por otro lado, de divino tiene más bien poco.
EliminarNo hace falta ser divino... Igual se queda en lunático sin más. Pero ¿y qué? Es tu hermano y tienes que quererle tal cual es.
ResponderEliminarNovicia, más que lunático es murciano como yo. Y de murciano a marciano sólo va una letra.
EliminarPues yo tenía unos seis años cuando eso pasó, y lo que recuerdo es el miedo que me metían algunas en el "cole" que decían que se les había estropeado el cohete y que si ellos no volvían nos moriríamos todos y ellos se quedarían en el espacio pero diminutos (jaja!! cómo debieron dar la vuelta a alguna explicación casera), ... qué inocencia!!! jaja!! pero bueno, como bien has comentado la verdad sólo la sabrán unos pocos al resto pues que siempre nos cuentan lo que quieren.
ResponderEliminarQuerido anónimo, algo recuerdo de esos miedos. Me acuerdo por ejemplo que la palabra "cuarentena" la escuché por primera vez de aquella porque en la NASA (o los políticos, queseyó) tenían mucho miedo de que los astronautas trajeran del espacio un virus que acabase con toda la humanidad y en cuanto llegaban a Tierra los aislaban completamente.
Eliminar