¡El futuro ya está aquí!
Un trio de científicos acaba de codificar el borrador de un libro completo en un fragmento de ADN (ya sé que vosotros en cuanto leéis la palabra "trío" babeáis más que el perro de Paulov en una orgía de caniches, pero de algún modo he de despertar vuestro interés por la Ciencia, mamoncetes). Este equipo de científicos de Sausalito, picados de espíritu olímpico, acaban de batir con este experimento el récord de almacenamiento de bites en una cadena de ADN. Han conseguido comprimir, a base de meterlos muy apretaditos, mucho entrenamiento con el Tetris y mucha vaselina, nada más y nada menos que 455 exabytes por gramo de ácido (desoxirribonucléico, que vosotros es leer gramo y ácido en la misma frase y volvéis a babear, viciosillas bestezuelas)
Se cambia un nucleótido por aquí, una base por allá, se agita todo en la coctelera de los Martinis y te cabe toda la Enciclopedia Espasa en una doble hélice en espiral que se estira y da más de si que un chicle Bazzooka.
El siguiente paso de la Ciencia consistirá en injertar ese cachito de ADN en, pongamos por ejemplo, el bulbo olfativo. Y por último lograr comunicarlo con el cerebro mediante un circuito integrado, un poquito de fibra óptica o un simple hilo de coser con dos vasitos de yogur a cada lado.
Adiós a los diskettes, a los pendrive cachondos, a la flacidez de los discos blandos, y a la arrogancia de los discos duros. Es probable que queden obsoletas hasta las casettes del Spectrum. El almacenamiento de datos del futuro será orgánico. Para los que andamos siempre cortos de memoria, de la virtual y de la otra, esta es una gran noticia. Bastará con meterse un dedo en la nariz para activar el interruptor que nos permitirá recordar cuando es el cumpleaños de la suegra. Y con un poquito de moco podrás compartir los datos con cualquiera. Eso sí, los virus seguirán siendo la misma jodienda que ahora. Incluso más.
Es posible que, en un futuro próspero y prometedor, el ministro de Economía en lugar de en un pendrive presente los Presupuestos del Estado codificados en su escroto e invitará a los periodistas a sacar una copia arrimándole sus IPhone a la cebolleta gracias a la tecnología Contactless. Aunque esta tecnología no está exenta de riesgos y es posible que, si se diera el caso, algún periodista en su último día de trabajo y con la carta de despido en el bolsillo, exprimiera los Adeenes del ministro hasta sacarle todo el jugo a los presupuestos.
¡Todo el conocimiento humano integrado en tus células! Todo lo imprescindible al alcance de la mano: Las cotizaciones de la Bolsa, los anuncios de pisos del Segunda Mano, los resultados de la Liga del 54. ¡Se acabó lo de hacer el ridículo en el Trivial Pursuit!
Pero puestos a elegir yo elegiría codificarme la Quinta de Beethoven en la lúnula de las uñas, la Victoria de Samotracia en ese músculo minúsculo que nos eriza el vello, y el dibujo que tus dedos trazaron en mi espalda en algún rincón perdido de mi médula espinal.
Yo me codificaría el vademecum internacional entre los dedos de los pies -para andar sobre seguro- y el beso de Klimt entre ceja y ceja.
ResponderEliminarY si también se puede un dibu, que estamos que lo tiramos, me pido el corazón en la espalda seguido de su correspondiente bajo la falda.
Desde un pueblo sin mar y con las diez ya dadas,
besos.
Me pido primer para implantarle esos implantes bien implantados.
EliminarDe momento ya me he matriculado en la academia Opening de Microcirugía Intracelular.
La vida cada vez tendrá menos gracia... Si todos llegáramos a tener los mismos conocimientos...¿con quién vamos a discutir? Ahora sé el porqué de tanta necesidad de invadir el espacio exterior, para buscar con quién discutir.
ResponderEliminarAbrazo.
Elvis, compartir los mismos datos no quiere decir que todos lleguemos a las mismas conclusiones; no te preocupes la discusión está garantizada per secula seculorum.
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