Hace ya muchos años el que era presidente de mi comunidad autónoma tenía por costumbre practicar footing por los alrededores de la ciudad. Mi comunidad era un lugar tranquilo, apacible y aquel pobre hombre corría sin escolta, en solitario, supongo que aprovechando el ratito de deporte para librar su mente de preocupaciones y, quizás, aprovechar el ritmo que marcaban sus zancadas para componer algún poemilla que era su verdadera vocación oculta.
Cada vez que pasaba junto a la casa de esta buena señora, la mujer le reclamaba que los gamberros habían roto la farola y nadie había venido a arreglarla. La primera vez el político se encogió de hombros y siguió corriendo.
A los pocos días, la escena se repitió, la mujer volvió a gritar y señalar a la farola aún rota y el presidente a acelerar su carrera.
Como el gobernante hacía siempre la misma ruta en el mismo horario al día siguiente se encontró con la mujer esperándolo, el dirigente tomó carrerilla y cambió de acera. La señora siguió su estela cojeando cada vez más enfadada porque no le hacía caso y cuando estaba ya lejos blandió el bastón sin darse cuenta de lo amenazante del gesto.
La cosa se convirtió en rutina, el uno fiel a sus principios de independencia no cedió a la presión y no hizo nada para que alguien arreglara la puta farola, no cambió su ruta aunque siempre que pasaba por allí lo hacía de puntillas y con la capucha de la sudadera puesta para pasar desapercibido; y la otra no paró de reclamar ni un solo día lo que consideraba una justa reivindicación. Los sprints y las imprecaciones terminaron un día, no sé si cuando el presidente cesó en el cargo o cuando la señora se mudó a otra vivienda. Pero nadie arregló la farola.
Esta pionera del escraching ha visto como estos días su forma de protesta se ha extendido por todo el país. A una clase política inoperante aquejada de una sordera progresiva, le ha salido una masa respondona y vociferante dispuesta a gritarle las cosas a la oreja. Y siguen sin oír, o se hacen los sordos que es lo mismo.
Pues nos queda seguir pegando voces hasta quedarnos afónicos, aunque sólo sea por "joder", porque el rostro de algunos está claro que es de hormigón, por lo menos. Pero, al menos, parece que esto les molesta
ResponderEliminarkoolau, escrache es un argentinismo. Observo con preocupación la "argentinización" de este país. Una clase política nefasta y corrupta. Un sistema financiero calamitoso y unos movimientos sociales cada vez más crispados; de las caceroladas se pasa enseguida a los piqueteros. Es muy instructivo el artículo sobre el escrache de la Wikipedia. No soy partidario.
ResponderEliminarSi la Señora Encarna hubiera patentado el procedimiento a estas alturas se habría forrado y, desde luego, se hubiera podido comprar una farola nueva. No estuvo rápida ahí, eh??? :P (Es broma).
ResponderEliminarHoy he oído en la radio que el término también procede del italiano, donde literalmente significa: Partir la cara.
Un beso, Pazzos.
Novicia, según cuentan "escrache" era un término que en lunfardo denominaba a una especie de timo del tocomocho. Como Argentina recibió mucha inmigración italiana es más que posible que haya cruzado el Atlántico en los labios de la madre de Marco. Si damos marcha atrás en el tiempo quizás a la Antigua Roma llegó desde Hispania en el morral de otro Marco, un tal Trajano que se dedicó a "escrachar" al César Nerva hasta conseguir que lo nombrase sucesor. Con lo cual ya tenemos el vocablo de vuelta a Iberia donde otra cosa no, pero a gritar y dar voces no nos gana nadie.
EliminarSupongo que en este caso hay que prestar atención a los matices.
ResponderEliminarLa mujer "escracher" no fue a casa del político para amenazarle con joderle la vida si no arreglaba la farola. Más bien aprovechó la coincidencia de que él pasara por la suya para reivindicar lo que consideraba justo. Un olé para la buena señora.
El político, por su parte, se mantuvo constante y desafiante en la provocación: mismo recorrido, misma indiferencia. Pero llama la atención que corriera en horas diurnas (¿por qué no estaba trabajando?) en lugar de hacerlo por la noche. En tal caso, y para no partirse la crisma en su carrerita ociosa, hubiese arraglado la farola sin que nadie se lo pidiera.
No soy partidaria de la violencia. Sí, en cambio, de que los que deciden por todos creyéndose legitimados para hacer y deshacer a su antojo, sepan que cada una de sus "inocentes decisiones" deja una estela de damnificados. Que escuchen el ruido, como un zumbido perenne en sus oídos, más allá de sus búnker-despachos. Que vean la desolación que provocan. Que sientan una pizca de miedo.
a)La señora Encarna es admirable porque ella solita increpaba al político con valentía y no escondiéndose en el anonimato impune que proporciona la masa.
Eliminarb)Su reivindicación era solidaria porque era la farola, no su farola.
Tanto el político como doña Encarna eran muy madrugadores y no me parece que ninguno de los dos fuera un corrupto.
c)Creo que nunca participaría en un escrache, en parte porque nunca estoy seguro de nada lo suficiente como para proclamarlo a gritos. Es como cuando voy a una manifestación, a cada pancarta siento la tentación de añadirle un matiz; y eso me genera una profunda incomodidad.
a2) La masa ha dejado de proporcionar anonimato impune. Ahora, los antidisturbios (la poli en general) primero dan el golpe, después piden la documentación y finalmente llevan detenidos a los "antisistema". Encarna, reivindicando más luz, entre en ese lote.
ResponderEliminarb2) La farola alumbraría si funcionase a quien lo necesitara. La sanidad pública universal atendería a quien lo precisara. La educación pública más de lo mismo. No es lo mío ni lo suyo: es lo de todos. Y por cierto, a las 07h en Madrid es noche cerrada y a las 08h (ya con luz) hay que estar currando.
c2) Yo tampoco estoy muy segura de nada y los gritos me horrorizan. Pero si me cruzara en un pasillo con -un suponer- el incalificable Lasquetty me haría sangre mordiéndome la lengua por no increparle un sinvergüenza aguantándole la mirada. Llámeme irreverente, maleducada o pasional.
Vamos empate en la batalla: submarino por submarino. ¿Hace un trasatlántico?
Mejor aún: una corbeta y dos besos.
a3) Quería resaltar la valentía de Encarna y no destacar la cobardía de nadie. En una masa los hay cobardes, valientes y temerarios.
Eliminarb3) Donde quería incidir era precisamente en que la farola no funciona. La cosa sucedió hace muchísimos años, tantos que hasta yo era capaz, en aquella época de ganar al presidente corriendo en los cross populares. Ese hombre, en la actualidad, está felizmente retirado de la vida política.
c3) De acuerdo, si usted y yo nos cruzamos por el pasillo con nuestro Lasquetty particular lo increpamos pero ¿hasta dónde lo seguimos calentándole la oreja? Perdóneme pero yo cuando se acerque a recoger a sus niños a la guardería me paro.
Mejor dos corbatas (de Unquera) y un beso almendrado.