Soy muy obediente.
A mí me trazas una línea continua en el suelo y no me atrevo a cruzarla así me maten. Me da igual que esté pintada en el carril de la carretera que ante la ventanilla del banco. Jamás me la salto sin permiso y no es la primera vez que en el banco me tiene que empujar el que está tras de mí en la cola para que me atiendan. Cuando voy al Prado, lo único que impide que haya pegado un moco en Las Meninas es ese cordón de tela que ponen ante los cuadros, porque lo que tengo de obediente lo tengo también de iconoclasta y mira que ese cordón invita a saltar la comba y a hacer el gamberrete.
¿Pasarme de la raya? Jamás. Y no es que ande por la calle saltando las baldosas como hacía Jack Nicholson en una película. Es una cuestión de educación. Me ponen una barrera y la respeto, estoy dispuesto a pagar cualquier peaje con tal de que me levanten la valla. Llevo encima siempre el DNI, el pasaporte, la fe de bautismo, un certificado de penales y la prueba de la tuberculina por si me detienen en la aduana. Respeto religiosamente las fronteras. Soy incapaz de pasar nada de contrabando, orino antes de pasar el control de policía con tal de no infringir las normas y subir al avión portando líquidos. Declaro hasta la última piastra que llevo en la cartera en las hojitas que te da la azafata durante el vuelo y siempre que salgo del país me lubrico a conciencia previamente por si he de someterme a una inspección en profundidad en busca de explosivos, drogas o paletas ibéricas de estraperlo.
Y esto es aplicable también a los seres humanos. Cada cual tiene su espacio personal, íntimo, que jamás invado. Algunos marcan este territorio orinando por las esquinas, otros marcan límites dándote el alto con una mirada. Nunca osaría pisar esa área privada (los muy ricos tienen una hectárea privada) sin los papeles en regla. Sin el imprescindible salvoconducto.
Y cuando me cruzo con alguien que es tan escrupuloso como yo a la hora de invadir la esfera del otro, la cosa resulta tan divertida como si te subes a los coches de choque y todo el mundo circula evitando las colisiones.
En esto soy de su mismo gremio: nada de meterme en la vida ajena. Tampoco me gusta que se metan en la mía. Mi intimidad es sagrada, aunque con los cotillas tengo la paciencia de Job (secuelas por haber tenido una madre que situaba a la corrección por encima de todo). Pero en internet es todo tan difenrente: facebook, twiter, blogs,... Pregúntese, Pazzos, cuanta intimidad, a sabiendas o no, deja a la vista en este medio virtual. Mirar una foto que dejamos, leer unos datos que escribimos, así como otras tantas cosas dejan de ser responsabilidad del que observa y sí del que lo muestra. Como decía mi abuela "más sufre el que ve que el que enseña". Buen post, como de costumbre. Saludos.
ResponderEliminarPerlita, escribir en una red social es un ejercicio de exhibicionismo. Al principio era más pudoroso con mis cosas, todo eran temores, mira que si me lee fulanito, mira que si esto cae en manos de mi madre, mira que si se enteran de lo que he colgado los de la SGAE...Luego vas perdiendo temores porque, en el fondo nadie te lee y eso garantiza tu anonimato. Que muchas veces quedo con el culo al aire... de acuerdo, pero, será cosa de la edad, de un tiempo a esta parte, francamente querida, me importa un bledo.
EliminarBesos desvergonzados.
Con mi compañero de pupitre dibujamos una línea que separaba claramente su parte de la mía. Fue una frontera de consenso, no fue impuesta por la fuerza o por ningún poder superior. Así que cuando él la atravesó por primera vez lo sentí como un desafío. Cuando hizo el tonto pasando una segunda vez, me irrité de verdad. Y cuando pasó con toda su desfachatez a robarme el sacapuntas... tuve que matarle.
ResponderEliminarEn el reformatorio todo me fue mejor, claro. Esos guardias sí que sabían hacer respetar los límites.
HombreRevenido, de como gestiona usted sus espacios ya me percaté en su post Buena Nueva, esa foto con el reparto de las almohadas delata que o bien uno es un cabezón o que uno es un cabezota. Supongo que en la escuela defendió su integridad territorial con la punta del compás, arma mortífera donde las haya.
EliminarA veces pienso que los manteles son casi siempre de cuadros para evitar que una cena tranquila derive en una reyerta familiar a golpe de tenedor.
¡Cierto! El compás servía para eso, para defender la integridad del territorio.
EliminarY el transportador de ángulos viene de perlas para cortar la pizza.
EliminarBesos (pasándome de la raya).
ResponderEliminarMrs. Nancy, en esta humilde embajada usted gozará siempre de pasaporte diplomático.
EliminarPues como yo, Pazzos. Ni cruzo en rojo los semáforos, ni tiro papeles al suelo, ni me cuelo en las colas del cine. Respeto todos los límites cívicos y físicos que me ponen por delante. Lo que no consiento es que me pongan límites mentales. Esos me los salto todos ;-)
ResponderEliminarUn beso fuerte, pazzitos.
Novicia, los que somos más limitados mentalmente admiramos vuestros cerebros sin fronteras.
EliminarYo también soy mucho como tú, mucho. Tengo pánico a saltarme las normas, solo con ver a la policía cerca ya me pregunto si he hecho algo malo, y las veces que he ido a manifestaciones lo he pasado mal por ver como otros cruzan la línea con la autoridad y yo me paralizo ante ello. Quizás es un poco exagerado y todo, sin esas personas que se saltan aquellas normas y reglas injustas no me imagino ni dónde estaríamos ahora!
ResponderEliminarY en cuanto a la personalidad, bueno, me hizo gracia la comparación con los autos de choque! Creo que respeto bastante a los demás pero a veces, cuando alguien irrumpe en mi espacio no siempre es de forma negativa. También se puede agradecer que se salten esa línea de la intimidad, porque a veces creamos para esconder nuestros miedos y demás!
Espero haberme explicado bien! Besos y me quedo por aquí! :)
Idoia, bienvenida. No sé si me creerás pero hace muy pocos días estuve pintando en rojo en tu sitio. Para ser sinceros creo que no me atreví a pintar nada pero ya pasaré por tus muros para dejarte un grafitti con mi spray colorado.
ResponderEliminarTienes razón, en este mundo es imprescindible gente más transgresora que nosotros para hacerlo habitable.
Mis amigos todavía se pitorrean de mí porque hace años le dí las gracias a un guardia civil tras ponerme una multa.
Besos para ti y ¡¡¡Quédate!!!
Me encanta la foto del burro atado a la silla de plástico, más para que se siente cuando se canse que para que no se escape... Y me hace pensar si los individuos de esta sociedad no estamos un poco como ese solípedo, atados a una silla de plástico a la que podríamos arrastrar sin problemas para alejarnos a pacer tranquilamente. Pero lo dejo ahí que yo tampoco quiero pasarme de la raya.
ResponderEliminarAnónimo/a, ¿un solípedo es un animal de un solo...? Bueno, vamos a dejarlo que también me pasé de la raya.
ResponderEliminarEn una ocasión, no recuerdo cuando ni en donde, leí que los límites son los principales generadores de conflictos.
ResponderEliminarY estoy muy de acuerdo.
Y no ubico el mundo sin límites, ya que por mi fortaleza física, no se cuanto podría sobrevivir en él.
Cambio mi segundo "Y" del último párrafo por: "Pero"
ResponderEliminarNo se si hay opción de editar el comentario, si es así, no lo he encontrado.
Anónimo II y III ¿o eres también el I? Que yo sepa Blogger no permite editar los comentarios como Facebook. ES un coñazo esta limitación del blog pero tú la has resuelto muy bien.
EliminarNuestra propia fragilidad es la que traza muchas veces los límites. En cualquier caso el cristal perdura más años que el hierro (aforismo a lo Paulo Coelho, creo que voy a vomitar).
Gracias por comentar y darle de comer a la jirafa.
¿Que jirafa? ^^
ResponderEliminarAnnays, hay una jirafa en el lateral del blog que engorda con cada uno de vuestros comentarios. Cuando empecé el blog estaba anoréxica perdida y en vez de manchas tenía lunares y mírala que lustrosa está ahora.
Eliminar¡Ah! Perdona...No me percaté de que había una imagen y mucho menos de que "eso" es una jirafa.
EliminarCasi me apetece dejar de comentar y que la pobre adelgace, no va ni a poder doblar las patas para poder beber.
Annays, la pobre jirafa tiene elefantiasis, lo que no sé es si los elefantes pueden tener jirafitis.
EliminarLas normas están para saltárselas;hasta q un día van y te pillan.Pero entre tanto,que nos quiten lo bailao.Y si no que se lo digan a esa parejita de la canción de Pájaros de Portugal.
ResponderEliminarAbelardo y Eloísa.
EliminarAbelardo y Eloísa.
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