A Nacho
Después de hacerme un test de manchas en los que a cada dibujo que me enseñaba yo contestaba siempre: "un pollo asado" , mi psiquiatra dictaminó tajante: Padece usted un trastorno compulsivo alimentario.
Al principio, indignado por el diagnóstico traté de refutar esa infamia con energía, y habría llegado incluso a las manos con la doctora Sigmunda si no fuera porque mis infructuosos esfuerzos por incorporarme del diván para desmentir la acusación me dejaron tan exhausto y resoplante como una ballena varada.
Mientras el guardia de seguridad me acompañaba hasta la puerta de la policlínica juré no volver a pisar aquel despacho de psiquiatría, en parte por las ofensas recibidas (aunque yo no me quedé corto tampoco) y en parte porque en un descuido de la doctora le robé los croissants del desayuno que guardaba en un cajón.
Según la loquera tengo una fijación infantil con la comida porque no he sabido superar la fase anal, luego añadió: "tampoco la oral, pedazo de mamón" , pero eso fue poco antes de empezar el intercambio de hostilidades.
Debo reconocer que tengo una obsesión con los pollastres. No puedo resistirme a ese giro hipnótico de las aves dando vueltas en el asador de gas butano. Que esas vueltas que dan en la barra son para mí el más bello de los ballets, el espectáculo más hermoso que contemplarse pueda; ya quisieran las chicas de Gemma Mengual nadar y agitar sus piernas en el aire con la mitad de gracia y sincronía con la que se doran esos muslitos. Esa gotita de grasa que se les escurre por las alitas es para mí más bella que el rocío pingando de la flor de los cerezos, más excitante que las humedades que chorrean del tanga de una stripper giroteando en su barra vertical.
Confieso que, en ocasiones, he llegado a cerrar tiendas de pollos asados como otros se dedican a cerrar whiskerías por las noches. Alguna noche me he encerrado en una rotisserie (que no deja de ser un asador pero suena mucho más pecaminoso) para gozar de una orgía pantagruélica, cientos de muslos y pechugas sólo para mí, dispuestos a todo con tal de complacerme. Y este hábito descontrolado ha llegado a interferir en mi vida laboral.
Más de una vez, mis compañeros del curro, alertados por mi tardanza, han tenido que venir a rescatarme por la mañana a Le Poulet Rotí (antes conocido como Pollería Ramos) y me han encontrado delirante, tumbado en el suelo, con el abdomen dilatado y la mirada perdida. De los pollos ni rastro. Desde el suelo yo remojaba mi corbata en la bandeja del horno que recoge la grasa rezumada y la rechupeteaba con la fruición y el deleite de una fellatriz vocacional y la profesionalidad y eficiencia de una ordeñadora mecánica. La cosa termina siempre con mi traslado en un camión de mudanzas, (una vez descartada la ambulancia por la estrechez de su portón) hasta la Casa de Socorro donde me hacen un lavado de estómago con dos pastillas de Calgonit y una botella de Fairy.
Y es que no puedo resistirme al olor del pollo asado, ese perfume tan penetrante y seductor. Alguien asa un pollo en Algeciras y si a mí me llega la rafaguilla hasta orillas del mar Cantábrico no puedo contenerme y sería capaz de tomar un AVE para cruzar la Península si no fuera porque en España ya no queda dinero para terminar de hacer ese AVE y casi tampoco para pagar el POLLO que entre todos han montado.
No soy el único que alucina con pollos asados, fíjate en Paco León.
*Pollos y pollas, para que luego no digan las de la Asociación Feminista de Ornitología que en este blog se utiliza un lenguaje discriminatorio y machista que contribuye a la invisibilización de las gallinas jóvenes.
Y a mi que me ha entrado hambre con tanto pollo asado, espero que al menos dejes alguno...
ResponderEliminarjajajajajajajajaaaaaaaaa ¡¡¡lo que me he reído, pazzos¡¡¡ Eres tan gracioso escribiendo¡¡¡ jajajajajajajajaja
ResponderEliminarA mí lo que me priva y me deja los ojos en blanco si me descuido son los mejillones al vapor, el salmón ahumado y el pulpo a la gallega....Me pierden, te lo juro.
Así que cuando quieras hacemos un combinao y nos reimos un rato antes de perder el conocimiento.
Un beso y buen provecho :D
Esta entrada se la dedico a mi amigo Nacho, para que comprenda porque me comí dos pollos enteros de una sentada el día que me dormí en el cine. Pero si eran muy pequeños...
ResponderEliminarClip, no te preocupes que, si te entra la debilidad, ya te paso un par de corbatas de las mías para que piques entre horas.
ResponderEliminarNovicia, a mi lo que me pierde del salmón son sus huevos.
ResponderEliminarEspero que nadie piense que ahora me da por esa rama perversa de la zoofilia que es la ictiofilia, ni que el cardenal Rouco me excomulgue como culpable del exterminio de miles de salmoncitos.
Mi feminista de guardia me advierte de que a eso se les llama huevas y que como siga invisibilizando así al género femenino del género animal me va a plantar una querella por lo criminal.
Vale gordo, mucho presumir pero yo se que cada vez te haces mas mariquita y melindroso pa comer,...la literatura es el refugio de la memoria de los gloriosos tiempos en que era mas barato hacernos un traje que invitarnos a comer...
ResponderEliminarP.D "Pantagruélico" esa palabra me encanta, la última vez que la usé me preguntaron ¿lo qué?
porque decir "gargantruélico" sería ya rizar el rizo ¿no?
ResponderEliminarSaludos Gordo
Berto, sólo a tí se te ocurre citar a Rabelais en las cenas de empresa. Vas a coger fama de rarito, ya verás.
ResponderEliminarLas de la Asociación Feminista de Ornitología podrán decir lo que quieran, pero no es lo mismo deleitarse, comer y relamer un pollo que una polla. Que te lo digo yo, hazme caso.
ResponderEliminar;P
BkindZanks, no sé tú pero yo de momento me inclino por la opción A, la opción B la descarto que aunque sea más baja en calorías me da un poquito de repelús.
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ResponderEliminarPor una vez en la vida le contaré algo verídico y autobiográfico (lo dejé pintarrajeado por las paredes de casa):
ResponderEliminarEra una tarde tonta y caliente, de esas que te quema el sol la frente... Y alguien que había fumado tanto o más que yo, dijo: "A mí, lo que me apetece ahora son unos muslitos de pollo". Que no se entere mi psiquiatra, pero sólo pude responder: "pues a mi, lo que me apetece ahora, es una polla entre los muslitos".
El lenguaje, una vez más, nos delata y nos devora. Besos.
Buenisimo!!
ResponderEliminarUn placer reir en tu blog.
Nancy Botwin, es lo que tiene el humo que lo huelas o lo fumes despierta siempre al hambre. Confio en que aquella tarde tórrida usted y su amigo supieran saciarse mutuamente el apetito.
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ResponderEliminarLuna, no sé si es la segunda vez que adorna con su órbita este triste planeta o se trata de una Luna Nueva, en cualquier caso es un placer escuchar su risa por aquí. Tenga cuidado de no pringarse con la grasa.
ResponderEliminarCiertamente, tiene su encanto ver cómo se asan los pollos... aunque no me imagino a una polla asándose...
ResponderEliminarElvis, pida usted un chorizo criollo en un restaurante chino, fíjese bien en lo que gira en el asador y luego me lo cuenta.
ResponderEliminarEste post paso de comentarlo, primero porque la grasa que rezuma me provoca el vómito, segundo porque el pollo no me va y tercero porque de pollas prefiero no hablar.
ResponderEliminarVengo de excursión y creo que tengo algo de insolación. Ay! Voy a recuperarme larguita en el sofá...
flower, si alguna vez necesitas de veras practicar el "potting" (el deporte favorito de las adolescentes españolas) y provocarte el vómito imagíname a mi en pelotas y embadurnado en grasa: no existe en la farmacia un emético tan eficaz; serías capaz de vomitar hasta el primer calostro de tu primera mamada. ¡Que mal suena esto! A ver, ¿cómo lo arreglo? Quería decir hasta la primera leche que mamaste de las ubres de tu madre. ¡Vaya ahora suena peor! Ahora no sólo he ofendido a la hija sino también a la madre. ¡Es que me meto en cada jardín, por barroco! ¡Que ná! ¡Que mejor no me imagines untao en ná por si las moscas!
ResponderEliminarja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja...., me parto, je, je..., Pazzos te invito a un pollo!, sólo que después no vamos a poder echar una partida de PingPong, porque no nos vamos a poder mover, je, je..., un beso
ResponderEliminarYolanda, tomo nota del pollo, no te creas que te vas a marchar de rositas...
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