El padre Clemente era uno de esos curas obreros, cosecha del 68. Un generoso feligrés donó un garaje en el barrio para que fundase la parroquia. Quiso el azar que aquel garaje colindase, muro con muro, con un decadente prostíbulo y que la finísima pared compartida fuera justamente la del sagrario.
Aquella Misa del Gallo resultó homérica. Nadie podrá olvidar como Clemente interrumpió la misa, y rojo de cólera y vergüenza, se quitó precipitadamente la casulla para ir a poner orden en aquel putiferio.
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Como premio a su vehemencia en la defensa de la fe y a la repercusión que su enérgica y encendida reacción había tenido en los hospitales, juzgados y medios de comunicación de la ciudad, el arzobispado decidió trasladar al padre Clemente de provincia y asignarle una nueva parroquia.
Aquella iglesia había sido diseñada, años ha, por el arquitecto Serafín del Mundo. El arquitecto fascinado por la estatua del Corcovado en Brasil quiso realizar una réplica en esta iglesia de provincias. Concentrado en la realización de la monumental estatua delegó el cálculo de estructuras en el aparejador, que estaba tan pluriempleado que encargó el trabajo a su cuñado. A este siempre le hacia la faena el hijo pequeño que tenía mucha mano para estas cosas y aunque aquella semana al crío le habían escayolado el brazo diestro, con la mano zurda también dibujaba con mucha maña.
Pese a que, por aquel tiempo las diputaciones destinaban a la construcción de templos lo que hoy derrochan en museos de pintorescos contenidos, el presupuesto se agotó mediada la obra, fruto de las sisas y mermas que el contratista realizaba en la piedra de cantería. Como consecuencia las dimensiones previstas de la iglesia quedaron reducidas a la cuarta parte. Sin embargo, la estatua del Sagrado Corazón ya estaba acabada y se plantó, tal cual, coronando la cúpula de la iglesia.
Como consecuencia de tanta subcontratación, tantos robos e improvisaciones, con el paso del tiempo, la bóveda de la iglesia empezó a ceder bajo el peso de aquel Cristo sobredimensionado.
En su empeño por reformar la iglesia, Clemente decidió empezar la obra por el tejado. Con el fin de ahorrarse cuatro duros y la instalación de horrendos andamios encargó el trabajo a dos muchachos del grupo de montaña de la parroquia: El Lagartijo y Correcaminos.
Desde la azotea del edificio el Lagartijo se asomó al vacío. El Correcaminos se aferraba a una gárgola, con las piernas temblorosas por el vértigo. Habían terminado de colocar unos vientos de cable para afianzar al Cristo. Le habían colocado un arnés cruzado que daba a Jesús un aire revolucionario. Parecía Emiliano Zapata con dos cananas de balas cruzadas sobre el pecho. Lagartijo se puso un arnés de seguridad y se enganchó con un cabo al arnés del Cristo.
--Voy a rapelar por la fachada que parece que hay una piedra suelta. Tú sujeta bien la cuerda que, como te has olvidado el Grigri, voy a tener que usar un ocho para asegurar.
Aunque el Correcaminos no entendió nada agarró aquella cuerda con las dos manos.
Lagartijo descendió ágilmente. Como se temía, la piedra clave del arco principal amenazaba con ser escupida como el hueso de una aceituna debido a la presión de las dovelas laterales.
En el tejado una gaviota disputaba con Correcaminos por considerar que éste usurpaba el nido que ocultaba en la gárgola. El chico, para espantarla, soltó el extremo de la cuerda.
En el otro extremo Lagartijo dio un latigazo, y descendió varios metros de golpe. La soga se atoró con el roce del Cristo Salvador. Lagartijo penduló como un pelele al final del cabo. Atravesó como una bala el rosetón.
Las beatonas que se creían a cubierto en el interior de la nave del santuario recibieron una inesperada lluvia de esmeraldas, zafiros y rubíes.
En el siguiente vaivén Lagartijo fue expulsado del templo. Correcaminos recuperó la cuerda y al hacerlo desatascó el enredo que la había parado. Pese al roce con las despellejadas manos del Correcaminos y con la roldana de la polea, Lagartijo se estrelló contra el suelo a una velocidad considerable.
Pero, como en las historias del Coyote, la mayor hostia siempre se recibe al final. Desde el suelo, Lagartijo contempló como se abalanzaba sobre él la mole gigantesca… de Clemente, que había visto desde el atrio como se divertían haciendo puenting y furioso se remangaba el brazo izquierdo dispuesto a repartir la cólera divina.
Aquella Misa del Gallo resultó homérica. Nadie podrá olvidar como Clemente interrumpió la misa, y rojo de cólera y vergüenza, se quitó precipitadamente la casulla para ir a poner orden en aquel putiferio.
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Como premio a su vehemencia en la defensa de la fe y a la repercusión que su enérgica y encendida reacción había tenido en los hospitales, juzgados y medios de comunicación de la ciudad, el arzobispado decidió trasladar al padre Clemente de provincia y asignarle una nueva parroquia.
Aquella iglesia había sido diseñada, años ha, por el arquitecto Serafín del Mundo. El arquitecto fascinado por la estatua del Corcovado en Brasil quiso realizar una réplica en esta iglesia de provincias. Concentrado en la realización de la monumental estatua delegó el cálculo de estructuras en el aparejador, que estaba tan pluriempleado que encargó el trabajo a su cuñado. A este siempre le hacia la faena el hijo pequeño que tenía mucha mano para estas cosas y aunque aquella semana al crío le habían escayolado el brazo diestro, con la mano zurda también dibujaba con mucha maña.
Pese a que, por aquel tiempo las diputaciones destinaban a la construcción de templos lo que hoy derrochan en museos de pintorescos contenidos, el presupuesto se agotó mediada la obra, fruto de las sisas y mermas que el contratista realizaba en la piedra de cantería. Como consecuencia las dimensiones previstas de la iglesia quedaron reducidas a la cuarta parte. Sin embargo, la estatua del Sagrado Corazón ya estaba acabada y se plantó, tal cual, coronando la cúpula de la iglesia.
Como consecuencia de tanta subcontratación, tantos robos e improvisaciones, con el paso del tiempo, la bóveda de la iglesia empezó a ceder bajo el peso de aquel Cristo sobredimensionado.
En su empeño por reformar la iglesia, Clemente decidió empezar la obra por el tejado. Con el fin de ahorrarse cuatro duros y la instalación de horrendos andamios encargó el trabajo a dos muchachos del grupo de montaña de la parroquia: El Lagartijo y Correcaminos.
Desde la azotea del edificio el Lagartijo se asomó al vacío. El Correcaminos se aferraba a una gárgola, con las piernas temblorosas por el vértigo. Habían terminado de colocar unos vientos de cable para afianzar al Cristo. Le habían colocado un arnés cruzado que daba a Jesús un aire revolucionario. Parecía Emiliano Zapata con dos cananas de balas cruzadas sobre el pecho. Lagartijo se puso un arnés de seguridad y se enganchó con un cabo al arnés del Cristo.
--Voy a rapelar por la fachada que parece que hay una piedra suelta. Tú sujeta bien la cuerda que, como te has olvidado el Grigri, voy a tener que usar un ocho para asegurar.
Aunque el Correcaminos no entendió nada agarró aquella cuerda con las dos manos.
Lagartijo descendió ágilmente. Como se temía, la piedra clave del arco principal amenazaba con ser escupida como el hueso de una aceituna debido a la presión de las dovelas laterales.
En el tejado una gaviota disputaba con Correcaminos por considerar que éste usurpaba el nido que ocultaba en la gárgola. El chico, para espantarla, soltó el extremo de la cuerda.
En el otro extremo Lagartijo dio un latigazo, y descendió varios metros de golpe. La soga se atoró con el roce del Cristo Salvador. Lagartijo penduló como un pelele al final del cabo. Atravesó como una bala el rosetón.
Las beatonas que se creían a cubierto en el interior de la nave del santuario recibieron una inesperada lluvia de esmeraldas, zafiros y rubíes.
En el siguiente vaivén Lagartijo fue expulsado del templo. Correcaminos recuperó la cuerda y al hacerlo desatascó el enredo que la había parado. Pese al roce con las despellejadas manos del Correcaminos y con la roldana de la polea, Lagartijo se estrelló contra el suelo a una velocidad considerable.
Pero, como en las historias del Coyote, la mayor hostia siempre se recibe al final. Desde el suelo, Lagartijo contempló como se abalanzaba sobre él la mole gigantesca… de Clemente, que había visto desde el atrio como se divertían haciendo puenting y furioso se remangaba el brazo izquierdo dispuesto a repartir la cólera divina.
La foto es una muestra del talento de mi compañero de árabe BAR.
Clemente remangándose el brazo izquierdo...
ResponderEliminarEl hijo pequeño del cuñado del aparejador que con la mano zurda se daba mucha maña...
Y por último, aquello de que "Nunca digas que este cura no es mi padre".
Ay, ay, ay...
(ay lo que me he reido, por diosss)
ResponderEliminarGracias, compañero (que estoy malita y me ha venido muy bien)
besos
Retrato cruel de los chapuzas Made in Spain. Yo no estoy malita como Sintag, pero me he reído a gusto.
ResponderEliminarTe veo muy productivo ultimamente. Que siga la racha!
Besos.
Ese padre Clemente, qué bragado. si parece el trasunto de don Camilo.
ResponderEliminarJusto ayer vi La profecía.
ResponderEliminarEsto parece obra de Demian...
Gracioso el post.
ResponderEliminarSaludos
Amén.
Por deux!!!! ahora como me duermo con este dolor de estómago de tanto reirme....!!! que bueno... ufff y yo cuentos que se de monaguillos!!!!
ResponderEliminarbesssoss
Laonzza
mandarina, que mal pensada, ni a mi se me había ocurrido pensar que entra la madre del niño dibujante y el cura zurdo...
ResponderEliminarsintagma, sana sana culito de rana.Sozzap al enterarse de tu catarro ha salido para allí con la pala quitanieves y un cargamento de 2000 cajas de paracetamol. ¿Será suficiente?
Abrígate.
mia moore, estoy más vago que nunca pero tiro de hemeroteca.
martinezconacento, este blog no es digno de que entres en su casa. Clemente en realidad fue un cura muy valiente y en ciertos aspectos bastante admirable.
arcángel, ¿Demian es la biografía de tu hermano el ángel caído?
athos, Ave María purísima, bienvenido a esta casa. Si no recuerdo mal athos era un cura renegado, ¿no?
laonza, los chistes de monagrillos eran tan ingenuos...
Pais este de sisas, trapicheos, chapuzas...¡ay! no me lo recuerdes, que aquí en Barcelona estamos ahora con las grietas de lo del AVE...
ResponderEliminarsubcontratas, uff, no os metais nunca en obras...
ResponderEliminarbesos
Eso se llama estar a pie de obra
ResponderEliminarEl padre Clemente tiene dimensiones de personaje literario.Como otros tantos tuyos, de tu invención o de tus recuerdos, o los que son un poco de ambos.
ResponderEliminarBesos
Claro, yo soy la buena y él es el malo.
ResponderEliminarCreo.
nancicomansi, aquí aún ni sabemos a como nos va a salir el metro de Metro, no te quejes.
ResponderEliminarmaite, ¿acuchillando el parquet?
detective, era un cura reformista.
quantum, como personaje literario está apenas perfilado, el cura en el que se inspira sí que era de una pieza, aunque tenía cada cosa.
arcángel, estoy seguro de que cuando eres buena eres buena y cuando eres mala eres mejor. Como Mae West.
Bueno, acabo de buscar a esa señora en el Google para saber de quién se trata, y me enteré que se la considera como la primer mujer fatal de la historia del cine.
ResponderEliminarAsí que sí, soy como ella. :D
Jajajajajaja.
ResponderEliminarChapó, maestro,
no hijo no!!! no tengo parquet, cualquier pequeña chapuza insignificante...te arman un estropicio quepaqué,
ResponderEliminarun beso