Cuando el Sr. Barragán me propuso ir al Acuario pensé que era un puticlub porque en mi pueblo hay un antro que se llama así y me dirigí con toda la ilusión de echar un par de polvos subvencionados por aquello de la Jornada de Puertas Abiertas. Pero resultó ser un zoo de pescado. En Madriz nada es lo que parece.
Lo más parecido a un acuario que yo había visto eran las cetáreas de las marisquerías donde solía quedarme un buen rato con la naricilla aplastada contra el escaparate segregando jugos gástricos. ¿Para qué vas a gastar una pasta gansa en ver Alien en 3D si puedes contemplar gratis la batalla entre un bogavante y un centollo mientras te llega un olorcillo de gambas a la plancha en lugar del pestazo a palomitas de maíz en aceite requemado que esparce por todo el multicine ese botafumeiro en el que las fríen?
La entrada del acuario es espectacular. Vas caminando en penumbra por un pasillo de vidrio por el fondo de la piscina como si estuvieses en el fondo del mar. Meterse en un Porsche Cayenne con techo solar en un túnel de lavado atendido por walquirias en topless debe de ser una experiencia similar en lo fascinante y en lo húmedo: te quedas embobado siguiendo el movimiento hipnótico de los bichos mientras tratas de reprimir ese cosquilleo insufrible en tus partes... por las muchas ganas de mear que provoca estar rodeado de agua por los cuatro costados.
Me parece que todos los peces deben de tener ladillas porque pasan siempre frotándose los bajos contra el cristal. Y los que más ladillas tienen son los tiburones porque son los que más se rascan. Si he de ser franco me decepcionaron los tiburones no sólo por zafios sino que además son poquita cosa. Sí, tienen dos penes, de acuerdo, pero mi primo Remigio también; ¡que no me lo han contao que yo lo he visto! que sus padres también eran primos entre sí y lo llevaban de pequeño a la piscina.
En cambio quedé fascinado con los cardúmenes de peces nadando en bandada, formando un rebaño mucho más ordenado que el de las ovejas y el de los jóvenes del botellón. Todos los peces nadan uno junto a otro, muy cerca pero sin tocarse nunca, como si les diese asco su tacto viscoso o la escama ajena les produjese urticaria. Bailaban juntos en mitad de aquella pecera gigantesca, se giraban, nadie parecía llevar el mando, que el que iba el primero, luego estaba en medio. Tampoco sabían muy bien a donde ir, daban vueltas sin sentido, huían asustados en desbandada a la menor sombra de amenaza, desorientados, sin un líder. Sí, me recordaban mucho a los jóvenes del tumulto de Neptuno. Al menos los peces no hacían ruido.
Las pirañas me miraron desafiantes desde su pecera, abriendo y cerrando la mandíbula como si afilaran los dientes. Si se pensaban que con el hambre que tenía me iban a ganar en una batalla a bocados iban listas. Se salvaron porque el cristal es más blindado de lo que parece o mi cabeza cada día más blanda.
También había un espectáculo de loros. No me preguntéis por qué, no sé que pintaban en un acuario pero al parecer los loros son unos peces tropicales muy raros que casi ni se bañan. Traté de robarles las pipas pero desistí. No porque estén asquerosamente insípidas, tan sosas y sin tostar, sino porque los adorables guacamayos dan unos picotazos de la hostia defendiendo su rancho los muy cabroneshijosdeputaojaláseatragantenconlascáscaras. Para mí que se dopan con las pipas. Eso explicaría su mal carácter y lo bien que se les da montar en bicicleta.
En el delfinario iba a comenzar otra actuación. Había unos vestuarios para cambiarse porque, unos pocos privilegiados podrían compartir baño, piscina, y orines con un grupo de cetáceos. Que la orina de una orca será muy transparente pero no deja de ser orina.
Me desnudé y, en un descuido del monitor, me arrojé en la piscina de las morsas. El monitor no se percató de que en vez de tres morsas había ahora cuatro porque en sus oposiciones le pidieron saber nadar pero nada de Aritmética Elemental. Dentro del agua mi cuerpo gana mucho en movilidad (¡gracias, Arquímedes!) me sentí más libre, ligero, casi ágil. Me noté, en cambio, un poco torpe en eso de manejar la pelota en equilibrio sobre el hocico pero el entrenador tampoco notó nada; luego supe que las morsas de vez en cuando beben algo más que agua pues el vodka ruso siempre se ha mostrado como un eficaz anticongelante, y que cuando empinan el codo tampoco ellas aciertan con los malabares; si tienen ese aspecto de borrachín mal afeitado y colmilludo tan simpático es por algo.
De vez en cuando el monitor me lanzaba una sardina como premio. Yo las escondía entre los pliegues de mis michelines porque no soy muy de sushi ni de pescados crudos y prefería reservarlas para comerlas después asadas, que había observado que en el parque infantil había más arena que en muchas playas del Sur y con unos cuantos palos de helado se podrían improvisar unos espetos cojonudos y una hoguerilla en medio. Sólo de pensar en las brasas dorando a aquellas deliciosas sirenitas comestibles se me hacía la boca agua.
Continuará...
Eso de tener dos penes no lo veo yo muy práctico. Seguramente ellas sí, pensarán que uno para cada agujero, pero... ¿y si agarras uno de ellos para mear y resulta que el orín sale por el otro?...
ResponderEliminarSaludos.
Elvis, no era mi intención hacer un tratado sobre ginecología y urología del escualo pero coincido contigo en lo de que es poco práctico y en que no contribuye en nada a la felicidad conyugal. Si ya hay bronca por mear la tapa del water con un solo pene ¡Imagínate con dos!
Eliminar... SIGUE...QUE BUENO... ESTA A PUNTO DE CARAMELO!
ResponderEliminarTUS AVENTURAS SON TAN INCREIBLEMENTE COMPLEJAS: ES CÓMO SI FUERA FICCIÓN PERO; YO SE QUE NO...-LA DUDA OFENDE JEJEJE:)
VOLVERÉ...^.^
Bertha, todo el mundo sabe que Porca Miseria es una serie autobiográfica, nada de ficción. La próxima entrega será la última que transcurre en Madriz. Bueno, quiénsabe...
EliminarDe esta la "Botella" te nombre hijo predilecto y te invita, como mínimo, a unas palomitas en el Retiro.
ResponderEliminarEspero las futuras entregas mordiéndome las uñas.
Besos, Pazzos.
Novicia, no sea egoísta y déjeme compartir esas uñas que viniendo de usted las prefiero mil veces a las palomitas de Ana Botella. Si me conociera en persona seguro que la Botella me nombraba hijo p
Eliminar¡Ay! Que se me acabó la tinta! ¿Por dónde iba?
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarImpresionante el diagrama de cabecera: nunca hubiera pensado que existen semejantes similitudes en la naturaleza.
ResponderEliminarMientras salgo de este impás de estupefacción mayúscula, le confieso que no me he enterado de casi nada. Que ha sido leer palabritas como cetáreas y cardúmenes y hacérseme la boca agua sin necesidad de pensar en soasar sirenitas...
Besos de guardia, querido.
Si no pierdo el autobís dentro de una hora vuelvo al foro. Ya le explicaré si quiere las partes del diagrama y del relato que no haya entendido mientras me pela la sardina, que me da mucho asquito ese olor que te deja en los dedos cuando tiene que hacerlo uno con sus propias manos. Descanse ahora que falta le hará.
ResponderEliminarHay que ser muy valiente para sumergirse en una piscina llena de morsas...
ResponderEliminar:)
J.Vela, en mi caso puedo decirte que en la piscina pasaba totalmente desapercibido. El único riesgo que podía correr era el de ser acosado sexualmente porque entre las morsas el ejemplar más grasiento suele ser considerado como el más atractivo.
Eliminar· La próxima vez que entre en un acuario, me acordaré de ti. Será inevitable.
Y también cuando vea un escaparate de mariscos varios.
· Saludos
·CR· &·LMA·
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ñoco, espero que en la cetárea me recuerdes con el cariño suficiente como para mandarme una caja de cigalas.
EliminarAquí tenemos un acuario natural en el que las focas fueron amaestradas y ahora se les da de vicio jugar al bingo. Los tiburones se acercan a la orilla disimulando su voraz apetito. Las ballenas prefieren vararse en la arena y tostarse al sol, mientras que las especies migratorias se mezclan unas con otras en su frenética marcha, ribera arriba, ribera abajo. Vociferan pajarracos marinos ingeniosos pareados que rimen con coca-cola, fanta y patatas. De souvenir puedes llevarte a la mascota oficial "pichita", un lindo cangrejito moro. Un locus amoenus digno del mejor retrato costumbrista. Me apuesto lo que quiera a que el nuestro es mucho, mucho mejor que cualquier acuario de interior. Al fin y al cabo aquí los animales viven en total libertad, cuando llegan hasta les quitamos el bozal. Gracias por las risas. Saludos.
ResponderEliminarPerlita, a veces un comentario constituye por si solo una entrada mucho más interesante que el post que la origina.
EliminarEn ese locus muy pocus amoenus solo echo de menos a los delfines Salicio y Nemoroso pastoreando los atunes hasta el cerco.