Tengo un conocido que se avergüenza de trabajar para el ABC. Yo lo he consolado diciéndole que si tú al ABC le quitas la grapa se transforma en un diario tan liberal y democrático como cualquier otro.
Porque la grapa tiene una influencia funesta para el contenido de las hojas que une: La grapa lo vuelve todo mucho más facha.
Tú coges un panfleto de lo más incendiario y bolchevique que te puedas echar a la cara, redactado por un tal Vladimiro Voltaire de Robespierre, le pones una simple grapa y se transforma en una inocente hoja parroquial. O, por ejemplo, una revista porno, la gente no se hace pajas con el póster central a menos que sea un desplegable ¿Por qué? Por culpa de la puta grapa a la altura del ombligo que distrae y destrempa.
La grapa tiene esa manía de los fachas de dejarlo todo atado y bien atado, ajustado, colocadito, sin que ninguna hoja sobresalga más alta que la otra, nada de desorden, que nada se desmande.
A veces, en la tintorería, me devuelven la ropa con unos papelitos amarillos grapados en el forro o en la etiqueta. Me incomoda mucho quitarlos y, aunque sólo han estado un ratito, cuando olfateo mi traje gris me huele ya a uniforme militar, ese olor como a grasa y fritanga cuartelera.
Cuando trabajaba en la biblioteca teníamos una moderna grapadora eléctrica que si la accionabas hacía un ruido como de máquina de ejecutar ovejas, un chasquido seco y cortante como el tajo de una guillotina, un sonido tan grimoso que tus dedos se espantaban y las uñas se te retraían hasta las raíces. Nosotros usábamos esa máquina el día de los Inocentes para grapar corbatas a las mesas que es lo más ácrata que se ha visto jamás hacer a una grapa.
Usar la grapadora de toda la vida, la preciosa, metálica y bruñida máquina de la marca El Casco es más adictivo que reventar el plástico de burbujas. Te pones a grapar y ya no puedes parar. Cuando hacen Pop ya no hay Stop Su diseño robusto y rotundo invita a descargar la cólera contenida contra su casquete de un puñetazo. En ese puñetazo un funcionario es capaz de condensar toda la rabia generada por las pagas de Navidad suprimidas, los moscosos perdidos, los derechos usurpados. Y esa energía acumulada son muchos kilotones que se disipan con un simple gesto. Les podrán recortar la paga pero si a los funcionarios les quitas la grapadora con la que desahogan sus tensiones se arma una revolución que te montan una barricada con las mesas del despacho y las sillas ergonómicas, improvisan un tirachinas gigante con un flexo y unas gomas para atrincherarse tras la ventanilla y a ver luego quien es el guapo que los desaloja.
Por el contrario, una grapadora eléctrica es lo más parecido a un Kalasnikov que se puede poner en las manos de un burócrata. Un responsable de Recursos Humanos con un arma así enloquece, se ata la corbata en la frente como un Rambo francotirador en su jungla de archivadores. En cuanto acaricia el gatillo maligno se transforma sin quererlo en un monstruo incontrolable que empieza a llamar "charlies" al resto de la plantilla y que no puede evitar la tentación de grapar y grapar con saña foto tras foto en las circulares de despido colectivo, haciéndole vudú en mitad de la frente a toda la Humanidad en forma de un ERE estúpido, universal y sangrante.
Hoy puedes elegir entre reír
o bailar claqué.