domingo, marzo 30, 2014

UN CUTRE EN NUEVA YORK

El cutre aterriza en Nueva York como Paco Martínez Soria, con una maleta. Ya no es una maleta de cartón atada con una cuerda, es una Samsonite superpesada con las manchas de grasa que ha ido acumulando durante 25 años en las cintas trasportadoras de los aeropuertos de medio mundo.
Con esa maleta, que no se sabe bien si es verde o azul, el cutre atraviesa Times Square, porque un cutre que se precie se aloja siempre en el Midtown, en el mismo centro de Manhattan, en el medio de todo, en mitad de la nada.

Times Square lo aturde con sus anuncios luminosos. Se siente como un liliputiense paseando por la sección de electrónica de El Corte Inglés sitiado por plasmas que se agigantan según se acerca. Los anuncios publicitarios generan un ruido visual de lo más molesto, una inundación de lúmenes y píxeles que amenazan con atosigar su minúsculo cerebro. Hay incluso una grada donde los turistas se sientan a ver los anuncios en vez de aprovechar para ir al cuarto de baño que es lo que hace la gente en circunstancias normales cuando proyectan la publicidad.

Times Square es un gran cruce de caminos y de líneas de Metro. El kilómetro cero de esta ciudad monstruosa. El cutre se siente por momentos en la plaza del Sol, con su reloj, con todos esos vendedores de entradas para los espectáculos más chungos de Broadway, los anuncios de "Compro oro". Por un momento tiene la tentación de preguntarle a un policía donde está el oso y el madroño para inmortalizarlo con una foto. También está la gente disfrazada de dibujos animados, lo mismito que en Madrid. Minnie Mouse hace entrega a Mickey de los dólares recaudados en una escena capaz de arruinar para siempre la inocencia de cualquier tierno infante. Mickey siempre me tuvo pinta de proxeneta con esa voz atiplada, esos zapatones y esos andares de chuloputas.

En otra zona de la plaza, separados como para evitar el contagio con las ratas de la Disney, se agrupan los personajes de la Marvel. Spiderman destaca entre todos con sus mallas ajustadas y una riñonera en la entrepierna donde guarda la recaudación. Spiderman es, de entre todos los personajillos, el único que tiene algo de superhéroe porque, o se ha inventado la lycra con forro de borreguillo, o te tiene que haber picado una araña radioactiva para resistir vestido con ese pijama blaugrana el frío cortante de la noche neoyorkina.