miércoles, marzo 27, 2013

AMOR ANIMAL

Amo a los animales.
Lamento defraudar a aquellos que estéis pensando: "Lo sabía" y esperáis las confesiones, con pelos y detalles, de un zoófilo nauseabundo. No se trata de eso.

Amo a los animales. A todos, sin discriminación. No como vosotros hipocritillas mamiferocéntricos que sois capaces de fumigar a vuestra mascota con tal de que  no se rasque y os lleváis de por medio la vida de millones de parásitos inocentes que no han matado a nadie en su vida. Por muchas menos muertes tiene Hitler la fama que tiene. ¡Genocidas, más que genocidas!
Vosotros, gente sin corazón, sois capaces de secuestrar un feliz gato callejero y, tras estrujarlo hasta la asfixia, manosearlo sin compasión, encerrarlo en vuestro miniapartamento, le amputáis las uñas para que no os destroce las cortinas, las gónadas para que no se vaya por ahí de picos pardos y encima os mostráis orgullosos porque le habéis enseñado a cagar en un cajón de arena, con lo poco que les gusta a los independientes felinos que los adoctrinen  y lo mucho que les agrada cagar de campo.

Y no es que me haya vuelto jainista, esa religión hindú cuyos practicantes comulgan con la Naturaleza hasta el extremo de andar en pelota picada por la calle tan sólo tapados con un trapito en la boca para no matar por descuido algún mosquito que accidentalmente pudieran tragar. Ni mucho menos vegetariano, esa gentuza que cata una acelga y afirma que no puede haber plato más exquisito en el mundo. No señor, a mí me gustan los animales (tanto, que me los comería a todos) pero, los mamíferos y en general los anímales de sangre caliente me dan un poquillo de grima, por no decir abiertamente fobia. 

Los amantes de los bichejos, insectos, sabandijas, coleópteros varios, etcétera, estamos muy marginados por la sociedad. Hay espíritus sensibles que afirman "A mí me encantan las mariposas" y corren a mostrarte su colección de lepidópteros crucificados con alfileres. A mi me encantan las danesas y no se me ocurre clavarles nada. ¿O sí...? Bueno, esto... volvamos al tema.

Un suponer, tú vas a un restaurante en París y te encuentras con que una dama empericotada se sienta en la mesa de al lado con un Rotweiller de mirada asesina que de reojo calcula si vas a entrar en el menú o le van a servir Dog Chow como siempre. ¡Y nadie dice nada! y en lugar de un bozal,  le ponen un babero atado al cuello. En cambio, prueba tú a  sacar tu media docena de arañas con las que has pasado tan buenos ratos y te han hecho tanta compañía en las noches solitarias que no tardará un minuto en ponerte el maître de patitas en la calle al grito de: Mesié,  esta casa es muy seghia y los únicos bichos que encontraghá seghán unos caghacoles y se los segvighemos en un plato. 

Otro ejemplo, caminas por la orilla de la playa, todo es perfecto, puesta de sol en Kodakchrome, perfume de sal y de algas, brisa marina tonificante, las olitas y la arena blanda refrescan tus pinrelillos. En ese idílico instante un mastín gigantesco se abalanza sobre ti con el ánimo de sodomizarte, te derrumba y, mientras el chucho bambolea con la lengua fuera, tú estás a punto de ahogarte en una cuarta de agua. La dueña corre al rescate del cánido muy molesta porque el perro tiene pedigree y no es cosa de cruzarle con cualquiera que estropee el linaje y os separa golpeándote con la correa. Encima, te echa en cara tu cobardía: "No se asuste, lo que pasa es que Milú es muy cariñoso". Y Milú, para demostrar que no te guarda rencor (aunque en su fuero interno te ha catalogado como una estrecha sin ninguna consideración)  te hace un traje de saliva con una lengua que ha recorrido previamente los esfínteres de toda la cabaña perruna de la comarca. Y la gente alrededor le ríe la gracia al perro y le hace carantoñas.

Por el contrario, por más que lo intento, no consigo presentar a mis cucarachas en sociedad. En cuanto las saco en una puesta de largo, o en cualquier otro acto de postín, la gente se sube a las mesas y empieza a dar grititos. Y no creáis que las que son rubias tienen mejor aceptación. Bueno, una vez una mujer también rubia y muy amable las roció con su bote de laca especial platinos castigados. La muy generosa no paró hasta que se le agotó todo el spray. Todo un detalle.

Soy un incomprendido. Y me criticaréis también por no estar a lo que se celebra. En plena Semana Santa ¿qué tendrá que ver todo este rollo sobre bichos que nos cuentas con la fiesta más importante para toda la Cristiandad? Pues ¿qué queréis que os diga? Que tenéis razón.




lunes, marzo 25, 2013

Voracidad lectora


No sé si a vosotros os pasa. 
De tanto en tanto el lomo de un libro os atrae poderosamente la atención desde  su estante en una librería. Lo abres, intrigado por un título seductor y una atractiva portada. Te engancha desde la primera letra capitular, te relames palabra por palabra hasta completar una frase inicial que te deja sin aliento. Devoras el primer párrafo, que encuentras delicioso, continúas con el siguiente que lo supera, sin darte cuenta una tras otra van cayendo las páginas. El final del primer capítulo te deja en suspenso y saltas sin pestañear del trocito en blanco del final de la hoja a ese dos en números romanos que encabeza el siguiente episodio.
Continúas absorto a pie de estante hasta que una campanilla anuncia el cierre del establecimiento. Sin cerrar el volumen te diriges a la caja atravesando el dédalo de estanterías sin prestar atención a los golpes que te das en cada esquina. Forcejeas con un dependiente que intenta arrebatarte el libro para cobrarte. Vencido y resignado ante tu numantina resistencia,   apunta con una pistola láser al código de barras con el precio, mientras desea que aquel rayo te perfore el corazón. Rebuscas sin mirar en el bolsillo del pantalón en busca de la Visa, trazas media firma sobre el ticket del datáfono y la otra mitad sobre la formica del mostrador. Rechazas por igual la bolsa y la amable sonrisa que te ofrece el decepcionado dependiente. El librero incapaz de soportar por más tiempo tus desdenes y tu indiferencia amenaza con hacerse el harakiri con un abrecartas de melamina. Su compañero, con muy buenos reflejos, logra evitar una tragedia inminente pues se apresura a colocar un distintivo amarillo de suelo mojado y consigue que nadie resbale con tanta sangre y tanta viscerilla desparramada. Mientras ellos se apañan tú vadeas la casquería y te  diriges a la salida sin separar tus ojos de la lectura.

En la calle esquivas como puedes, más por suerte que por pericia, un par de charcos, cuatro mierdas de perros, las pérfidas correas de cuatro perros sospechosos de padecer incontinencia que están en un tris de zancadillearte. Estás a punto de ser atropellado en un semáforo pues tus oídos  no están preparados para  distinguir las señales para invidentes de los cantos de un gorrión en celo. Tus tropezones emborronan los renglones al no poder fijar la vista pero no estás dispuesto a que nada entorpezca tu lectura más allá del tiempo imprescindible para pasar página, engorro este que te hace malgastar una millonésima de segundo en  imaginar un libro de hojas tan transparentes que evitasen tamaño desperdicio de tiempo y una interrupción tan incómoda e imperdonable.
Llegas a casa, aciertas a palpo la cerradura con precisión y maneras de buen beodo. Devuelves el beso, que no la mirada, a tu amante que sale a recibirte, que te ha preparado una cena que devoras en cuatro bocados imprecisos que manchan tu ropa. Te desnudas. Hacéis el amor a lo perrito y utilizas su espalda como atril para tu libro. Pasas la noche en vela leyendo,  no comprendes por que extraña razón tu amante te da la espalda ahora si ya habéis acabado, tampoco entiendes por qué sientes un agudo dolor genital, ni por qué  tu ojo izquierdo se inflama por momentos lo que entorpece tu lectura que se ha tornado monocular desde hace un rato.
Al alba te duchas sacando el libro por fuera de la cortina para evitar que se empape. El champú te abrasa el ojo, afortunadamente es el que ya estaba hinchado por lo que, entre un escozor espantoso puedes seguir leyendo mientras lágrimas, champú, restos de semen y otras inmundicias se deslizan en espiral por el desagüe.
Y cuando, suavemente mecido por el transporte público, llegas al final de la novela sientes una sensación de vacío sin límite, una desazón sin nombre. Y preso de un ansia imparable, de un síndrome de abstinencia que no se para ante nada ni ante nadie, te planteas como arrebatarle el ejemplar que está leyendo al viajero del asiento de enfrente, un tipejo enclenque que no tiene ni media hostia.

No sé si a vosotros, a veces, os pasa esto.

Porque a mí, esto, NO ME PASA NUNCA.



La foto del monstruo marino es de la genial Ángeles. Visitad sus blogs,  no tienen desperdicio.

martes, marzo 19, 2013

Padre nuestro



Este caballero, tan inconsciente e irresponsable que transporta a una de sus hijas en un vehículo de tracción animal sin atenerse a las más mínimas medidas de seguridad vial e incumpliendo la normativa europea por no utilizar la reglamentaria sillita y la sujeción homologada Isofix, es mi padre en una época en la que todavía podía mantener el equilibrio sobre dos ruedas y sobre dos piernas. 
En esta era mojigata que nos ha tocado vivir, una conducta así sería tachada de temeraria y probablemente el autor de tamaño desaguisado tendría que rendir cuentas ante el juez de menores, merecería el oprobio de la sociedad bienpensante y, a buen seguro, Ana Rosa Quintana le dedicaría varios programas para afear su criminal conducta y exigir públicamente su crucifixión y la retirada inmediata de la custodia de la niña, la patria potestad y hasta el carnet de familia numerosa. Ni que decir tiene que la imagen de mi hermana quedaría cautelarmente protegida durante la emisión del programa tapando sus vivos ojos con una tirita rectangular de color negro. 

El caso es que si mi hermana rememorase aquel momento, entre las muchas sensaciones acumuladas: el aire fresco en la cara, la vibración emocionante de los baches entre las piernas, el sonido de la rodadura de las gomas de la bicicleta, jamás recordaría el  menor atisbo de inseguridad o desprotección. Porque entre los brazos de mi padre se sentía amparada, a refugio de cualquier mal, de cualquier amenaza. Porque a sus ojos, a nuestros ojos, aquel hombre gozaba de superpoderes; bajo su capa nada podría hacernos daño.

Todo Supermán tiene su kriptonita. Y el nuestro ha sido atacado, sufre y padece una maldición alemana con su A mayúscula y su hache intercalada. Él, que nunca se caería de la bicicleta y mucho menos con uno de nosotros entre los brazos, se ha roto cinco costillas haciéndonos ver una fragilidad impropia de un superhéroe. Su kriptonita particular devora cada día un trocito de lo que fue y de lo que fuimos. Y la muy cabrona trozo que devora jamás lo devuelve, cada vez muerde con más ansia la tragona insaciable.
Nos hacemos mayores. Crecemos. Pero nos sentimos minúsculos, impotentes, sin la fuerza ni el equilibrio suficientes para sostenerlo ahora a él entre nuestros brazos. Nos sentimos tan débiles, tan pequeños, que, en días como hoy, nos invade una profunda sensación de desamparo porque no seremos dignos de heredar, en un futuro triste e imperfecto para siempre, aquella capa  mágica que lo convertía en invulnerable.

domingo, marzo 10, 2013

Aggiornamiento


El Cardenal Camarlengo Tarsicio Bertone acaba de anunciar que dentro del imparable proceso de modernización de la Santa Madre Iglesia durante el presente cónclave se ha procedido a renovar el proceso de selección entre los diferentes papabiles con el fin de que, además de que los aspirantes puedan demostrar su virtuossismo, se agilice el siempre riguroso trámite de la votación para elegir al nuevo pontífice entre los candidatos más cualificados y de este modo permitir que se escuche fuerte y clara la voz del Espíritu Santo en forma de fumata bianca.


domingo, marzo 03, 2013

Papabiles




El Vaticano está en situación de sede vacante. Comienzan las intrigas, las conjuras, los cambalaches para la elección del nuevo Pontífice. Los cardenales van afilando sus armas y aliñando sus venenos para las próximas votaciones.
En el siguiente reportaje, realizado en mi Castel Gandolfo particular, podréis contemplar algunos de los candidatos más aventajados en la carrera por suceder a Ratzinger Zeta y que representan a las distintas facciones de la Iglesia. Podéis votar por vuestro favorito.



Curánganos 

Clericoides

Parroquidermos

¿Pío XIII?

Alzacuellos

Leonarios de Cristo

Ciervos del Señor

Liebrepensadores

Sotanosaurios

Rouco Varela