martes, mayo 13, 2014

BESTIARIO VII - Fábula del cazador de mariposas.



El depredador más cruel del Universo es el cazador de mariposas.

Deposita un par de gotas de feromona

sobre el dedo corazón de su mano derecha.

La mariposa, atraída por el aroma,

cierra los ojos mientras liba el néctar de la yema,

lame con su espiritrompa ese trampantojo de corazón amado.

El cazador tensa el arco que forman el pulgar y el corazón de su otra mano.

La izquierda. La siniestra.

Al liberar el dedo, aplasta sin compasión al insecto.

Explota en el aire un arco iris de polvo de alas.

Una lágrima de falso amor corre por sus mejillas.


No hay mayor placer para este monstruo.



domingo, mayo 11, 2014

Libérame del pudor



No sé en que punto del Antiguo Testamento el pudor se cayó de la lista de los pecados capitales para colarse, como de tapadillo, en el índice de las virtudes teologales. Quizás un tropezón de Moisés cuando bajaba las Tablas de la Ley es el responsable de este tracamundio.

No recuerdo que obedecer las normas del pudor me haya llevado jamás a ningún sitio. Es una bola de hierro encadenada al tobillo que me hace dar vueltas alrededor de un punto, enrollándose en el eje y limitando mi radio de acción cada día que pasa.

Y no estoy hablando de nada zezuá, más bien al contrario. Este post no es una invitación al despelote colectivo aunque, por mí, que nadie se corte. El pudor te atenaza en una pista de baile y, en vez de soltar el Fred Astaire que llevas dentro, te limita  a dar unos pasitos sobre el sitio como quien que está pisando uvas. El pudor se te agarra a la garganta y tu voz tremola cada vez que hablas en público. El pudor te impide entablar conversación en el autobús o el ascensor por ese temor a molestar y ese empeño en resultar invisible. El pudor te impide abrazar a los amigos cuando eso es lo que a ellos y a ti os hace falta.

El pudor nos impide confesar los defectos pero también nos obliga a ocultar nuestros talentos (que alguno tendremos) bajo una nubecilla de falsa modestia.

El pudor te hace callar lo que quieres, cómo lo quieres y cuándo lo quieres.
El pudor es el más nefando de los pecados.
El pudor, si lo dejas, acabará jodiéndote la vida.


sábado, mayo 10, 2014

Limónov

Lemonka: granada en ruso


Gran noticia. He logrado leer un libro hasta el final.

A veces un libro tiene todos los ingredientes para irritarte: su estructura está deslavazada, con mareantes saltos en el tiempo que te dejan las meninges como después de varias horas viendo el ballet Zoom de Lazarov; con un narrador con tanto afán de protagonismo que a mitad de la novela expulsa al héroe del relato para empezar a contar cosas de sí mismo; con un personaje tan contradictorio y poco edificante que uno no logra empatizar en modo alguno con él (a mí siempre que leo me gusta identificarme con el mocín del relato y con este no hay manera).
Limónov existe. Es un personaje que va de extremo por la vida: poeta macarrilla, nacionalista bolchevique admirador de Stalin; jugó a la guerra apoyando a los serbios en Yugoslavia (es de ese tipo de gente que se apunta a un bombardeo); aliado de Zhirinovski o de Kasparov y de otros opositores de los que se distancia o lo expulsan porque ni los soporta ni hay dios que lo aguante a él. Encarcelado por montar una célula paraterrorista es uno de los opositores de Putin que Moscú tolera más que nada por su insignificancia.
Hay trayectorias políticas radicales tan atractivas como una granada de fragmentación que, a la vista, resulta un juguete encantador e irresistible pero, al menor descuido, te deja rodeado de muñones.

Pese a todo he logrado disfrutar con la lectura de Limónov de Emmnuel Carrère, sobre todo de sus primeros capítulos adornados con brochazos de gore ucraniano. El libro discurre en el estrecho borde entre la ficción y la biografía y nos narra como la fascinación inicial del autor por el poeta bujarrón se transforma en un desencanto final con el político incoherente y místico.
El lector tampoco simpatiza con Carrère que consigue ser tan cargante como su personaje, aunque la curiosidad que uno siente por lo que pasó y pasa en los territorios del antiguo Imperio Ruso ha sido suficiente para llegar a la última página. 
Por superficial que nos pueda parecer este análisis novelado, y pedante que sea su autor, no me parece mala idea entretenerse unas tardes leyendo esta cosa mientras temblamos con las noticias que nos llegan de Crimea.