martes, enero 30, 2007

Mi primer veneno...

Mi mamá me mima. Amo a mi mamá. Las oraciones más viejas y bellas del mundo. Y cuando digo oración también quiero decir plegaria. La más hermosa aliteración que se ha creado en castellano. Muchos somos los que aún leemos silabeando y cuando pronunciamos ti- lo asociamos instantáneamente a unas tijeras y al decir nu- se inunda de nubes nuestra mirada ensoñadora.
Por aquel tiempo, vestíamos un uniforme compuesto de baby de rayas azules y los reglamentarios mocos en la nariz. La seño extrajo de un bolso de skay la plastificada portada de un manual. Cuando la señorita Paula me entregó la cartilla Paláu (por seguir con las aliteraciones) creó un monstruo. Al cabo de unos días terminé de devorar la tercera cartilla y sin tener más letras con las que saciar aquella adicción que se me había despertado me aproximé a la tarima, tembloroso como un yonqui parvulito, demandando, mendigando más dosis de aquella droga nueva tan destructiva y adictiva, amenazando a la maestra con un lápiz recién afilado. Como los recursos didácticos de aquella escuela se limitaban a las tres cartillas y un puzzle gigante, la señorita Paula se mostró muy contrariada y contestó rápida y airada con un: "Empieza desde el principio, ponte a repasar desde la primera cartilla".
Siempre fui un niño muy obediente. Me leí el prólogo. Tantas veces que desde entonces me sé de memoria aquello de "La cartilla Palau es un novedoso método fotosilábico de aprendizaje de la lectura y escritura..." .
Supongo que el profesor Paláu, a estas alturas, ya habrá muerto. Si alguien conoce a algún descendiente suyo, hágale llegar mi admiración por la cartilla de su abuelo y denle las gracias en mi nombre porque me proporcionó el mejor regalo de mi infancia. Díganle sin embargo que aquel método fracasó parcialmente porque, aunque me enseñó a leer en cuatro días, después de tantos años aún sigo sin saber escribir como Dios manda.


...Y el último
Este es mi último veneno. Lo he logrado apurar hasta el final lo que para mí es todo un logro, tan aficionado como soy a dejar siempre una gotita en el vaso.
Algunos conoceréis a Pepe Colubi porque últimamente soporta con estoicismo los gritos que en Cuatro le suelta a orejajarro y sin piedad Boris Izaguirre. Eso es, el zangolotino que se sienta en el plató a mano derecha, ya habéis caído.
El Diario Disperso es una colección de los artículos que publicó hace dos años en la Nueva España. Aunque el apéndice final con la cobertura de la boda de Letizia Ortiz está desfasado y carece de interés, cuando aborda temas cotidianos desde su original perspectiva podemos disfrutar a carcajadas. Tiene un sentido del humor que ha mamado de Groucho y de Mafalda (aunque dudo que los pezones de ninguno de estos dos den ni gota de leche). Goza de una capacidad de observación que parecía perdida entre los articulistas españoles desde que Julio Camba dejo de escribir.
Si estás en torno a los cuarenta te sentirás identificado con sus experiencias vitales porque su mundo es tu mundo, lo que a él le pasa, a tí te ha pasado.

domingo, enero 28, 2007

SHOW MUST GO ON

Cuando el mago murió nadie se atrevió a abrir su maleta.

No tenía parientes y a su funeral sólo acudieron los artistas del circo.
La ceremonia fúnebre se celebró bajo la carpa. Uno a uno, sus compañeros cogieron un puñado de sus cenizas y las esparcieron por la pista central, para que se entremezclaran con el serrín y la arena. Nadie ajeno al mundillo del circo ha observado jamás este ritual, vetado especialmente a los espectadores. Al terminar las exequias, como en cualquier entierro, todos empezaron a relatar anécdotas y recuerdos del fallecido.
Muchos recordaban el día en que lo vieron por primera vez. Habían llegado esa misma noche a aquella ciudad y el viento era tan fuerte que les había costado mucho alzar el mástil principal que sujetaba la carpa. En medio de una nube de polvo, apareció el mago, silencioso y solitario, empuñando aquella maleta negra, de la que no se separaba jamás.
El director tuvo una breve entrevista con él, fue un privilegiado porque algunos juran que está fue la única ocasión en que alguien pudo hablar con él, nadie jamás le vio abrir la boca. Fue contratado y se le asignó un desvencijado carromato negro y dorado, tan viejo y deteriorado que, en los desplazamientos, siempre llegaba el último. Los demás ya habían aparcado formando un círculo en torno a la carpa, por lo que se veía obligado a estacionar un poco alejado de los otros.
El mago nunca comía con el resto de la trouppe, al terminar su actuación, recogía la maleta, su ración de comida y se retiraba a cenar en la soledad de su carromato.

Realizaba su número en completo silencio, un silencio que contagiaba a los pocos segundos al público. Fascinados, los espectadores permanecían con los ojos muy abiertos. El mago colocaba la maleta, sobre una mesita de finísimas patas metálicas. Levantaba la tapa negra, brillante y lacada, con cantoneras doradas, ocultando su interior al público. Tampoco toleraba que nadie entre bambalinas observara lo que había allí dentro. Nadie pudo adivinar, ni siquiera intuir, como realizaba sus trucos. Los ejecutaba con una precisión ancestral, con tal limpieza de movimientos que se diría que llevaba mil años repitiendo el mismo truco. Y sin embargo, sus colegas que estaban hartos de verlo, noche tras noche, no dejaban de sorprenderse, como si cada vez fuese la primera.

Todos especulaban sobre el contenido de aquella extraña maleta.
El domador de fieras afirmaba que el mago era en realidad un fugitivo de la justicia, que no hablaba para no dar pistas sobre su origen y que, en aquella maleta, ocultaba un enorme botín, que no se atrevía a abandonar nunca.
El trapecista aseguraba que guardaba allí un talismán tan poderoso que conseguía hipnotizar al público y que la clave del éxito de sus actuaciones radicaba en el influjo de ese fetiche. También concluía que la razón de su silencio era que el mago era en realidad un chamán que desconocía toda lengua civilizada.
El lanzador de cuchillos expuso la teoría de que la maleta contenía los recuerdos de un ser amado, que no quería compartir con nadie. Y que la emoción de la pérdida era tan intensa que le impedía hablar.

El cortejo fúnebre se disolvió al caer la noche. Encerraron aquella maleta en el carro del mago y cada uno se retiró al suyo para descansar.

En mitad de la noche fueron despertados por unos atroces rugidos que procedían de la pista central. Todos se sintieron sobrecogidos. Escucharon horrorizados el sonido de las garras desgarrando la carne, de los colmillos tronzando huesos. El eco de aquellos ruidos permanecerá en sus oídos por el resto de sus días. Saltaron de sus catres y se dirigieron todos al mismo punto.
La carpa estaba a oscuras. En el centro de la pista iluminada por un foco estaba aparcado el vagón de barrotes que albergaba a los tigres, que se revolvían excitadísimos. Todo el circo se congregó alrededor de las fieras. Todos, salvo el domador. Dentro de la jaula no quedaba el menor resto humano. Sin embargo, los bajos de aquel vagón chorreaban sangre, que era succionada, ávidamente, golosamente, por la arena.

El maestro de ceremonias tomó las riendas del asunto.
-Vamos, vamos. Todos a vuestras camas, que mañana habrá función. ¡El espectáculo tiene que continuar!

Al día siguiente, todos los miembros del circo, más ojerosos que de costumbre, se dispusieron a retomar el trabajo.

El trapecista tampoco había podido pegar ojo en toda la noche. Tras el incidente de los tigres se había retirado, como los demás a su furgón. Al pasar junto al del mago observó que alguien había entrado antes y se había dejado la puerta abierta. Preso de la curiosidad, subió a la caravana. En medio estaba la maleta, abierta. Nunca se arrepentiría lo suficiente de haber echado aquel vistazo.

Las manos no dejaban de sudarle. Una y otra vez rebozaba los dedos con los polvos de magnesio, pero seguían tan resbalosos como si en lugar de con talco los estuviera untando con aceite. Recuperó el aplomo al verse en el trapecio. Allí, a 20 metros sobre el suelo inició la danza que tenía tan bien ensayada. Saltaba de la barra a las manos del portor con la agilidad de un pájaro. Realizaba los tirabuzones y piruetas con tal perfección que arrancó el entusiasmo del público. Saludo victorioso al público desde la plataforma de descanso. Tomó el trapecio para el salto final, comenzó a balancearse. Bajaron la luz, hasta concentrarla en un pequeño círculo que acompañaba su vaivén. Los tambores redoblaron cada vez más fuerte. Se soltó del trapecio, giró una, dos, tres hasta completar un cuádruple salto mortal. El circo pareció venirse abajo, los espectadores aplaudían entusiasmados, pataleaban las planchas de las gradas en señal de admiración. Jamás bajo la carpa se había escuchado una ovación semejante. El acróbata triunfante se lanzó contra la red elástica para terminar el número. La gente enmudeció al verlo atravesar la red y estamparse contra el suelo.
La red, después, fue revisada minuciosamente, pero no encontraron el menor signo de desgarro, ni punto alguno en el que la malla hubiera podido ceder.
Al retirar su cuerpo, su silueta quedó dibujada con una mancha roja sobre la arena . Aunque los mozos de pista fueron incapaces de borrar aquel dibujo con sus rastrillos, el maestro de ceremonias se dirigió a los impresionados espectadores.

-¡El espectáculo debe continuar!

Entre bambalinas, el lanzador de cuchillos tenía los nervios destrozados. Era una persona sensible y los acontecimientos de las últimas horas acabaron por desequilibrar un espíritu tan delicado.
Recibió los desencajados aplausos de un público todavía desconcertado. Se dirigió al centro de la pista, saludó al respetable, y lanzó una última mirada enamorada a la bailarina que, a siete pasos de él, sostenía una manzana sobre su cabeza. Le cubrieron los ojos con una venda negra.
Le temblaron las manos en el peor momento. Los padres tapaban hipócritamente los ojos de sus hijos, mientras ellos forzaban la vista para no perderse el más mínimo detalle morboso.
El lanzador cayó de rodillas con los ojos aún tapados. Bajo la venda brotó un manantial de lágrimas que corrieron por sus mejillas y gotearon hasta hundirse en la arena. Cuando aquel reguero salado se fundió con la roja sangre de la chica, se levantó un vendaval que desgarró la lona de la carpa e hizo temblar los mástiles y los cables del tinglado.
El público espantado, abandonó los asientos despavorido y, atropellándose unos a otros, intentaba alcanzar la salida.
El maestro de ceremonias, abrumado, sentado al borde de la pista con el sombrero de copa entre las manos, musitaba en voz baja, como para sí.
-¡El espectáculo debe continuar!

Al día siguiente, el circo abandonó para siempre la ciudad. Desmantelaron la carpa. La explanada quedó vacía, solitaria, silenciosa. Un niño, salido de no se sabe donde, se acercó, curioso, a una maleta negra que habían dejado abandonada en medio de la plaza.
Y ahora un pequeño truco de Magia.

Desnudo en 10 segundos

sábado, enero 27, 2007

LA CALA



-Quiero una flor.
-Flor, ¿pero qué flor?:
¿la simplona mar-
ga-
ri-
ta?






¿la ensoñadora amapola
de carmines y rimmel travestida?

¿la orquídea sofisticada,
la bromeliácea exótica
o la intrincada
y espinosa rosa?
-Sólo quiero una cala,
una simple hoja blanca
recogida en sí misma.












CRÍTICA PSICOANALÍTICA: El autor en su infancia sentía una atracción compulsiva por las monjas francesas de uniforme, teja y rostro pálidos.


La cala fue confeccionada por las delicadas manos de la Emperatriz y su hija la princesa del Infanzón (mi foto no le hace justicia).



jueves, enero 25, 2007

EL PADRE CLEMENTE

El padre Clemente era uno de esos curas obreros, cosecha del 68. Un generoso feligrés donó un garaje en el barrio para que fundase la parroquia. Quiso el azar que aquel garaje colindase, muro con muro, con un decadente prostíbulo y que la finísima pared compartida fuera justamente la del sagrario.
Aquella Misa del Gallo resultó homérica. Nadie podrá olvidar como Clemente interrumpió la misa, y rojo de cólera y vergüenza, se quitó precipitadamente la casulla para ir a poner orden en aquel putiferio.

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Como premio a su vehemencia en la defensa de la fe y a la repercusión que su enérgica y encendida reacción había tenido en los hospitales, juzgados y medios de comunicación de la ciudad, el arzobispado decidió trasladar al padre Clemente de provincia y asignarle una nueva parroquia.

Aquella iglesia había sido diseñada, años ha, por el arquitecto Serafín del Mundo. El arquitecto fascinado por la estatua del Corcovado en Brasil quiso realizar una réplica en esta iglesia de provincias. Concentrado en la realización de la monumental estatua delegó el cálculo de estructuras en el aparejador, que estaba tan pluriempleado que encargó el trabajo a su cuñado. A este siempre le hacia la faena el hijo pequeño que tenía mucha mano para estas cosas y aunque aquella semana al crío le habían escayolado el brazo diestro, con la mano zurda también dibujaba con mucha maña.
Pese a que, por aquel tiempo las diputaciones destinaban a la construcción de templos lo que hoy derrochan en museos de pintorescos contenidos, el presupuesto se agotó mediada la obra, fruto de las sisas y mermas que el contratista realizaba en la piedra de cantería. Como consecuencia las dimensiones previstas de la iglesia quedaron reducidas a la cuarta parte. Sin embargo, la estatua del Sagrado Corazón ya estaba acabada y se plantó, tal cual, coronando la cúpula de la iglesia.
Como consecuencia de tanta subcontratación, tantos robos e improvisaciones, con el paso del tiempo, la bóveda de la iglesia empezó a ceder bajo el peso de aquel Cristo sobredimensionado.


En su empeño por reformar la iglesia, Clemente decidió empezar la obra por el tejado. Con el fin de ahorrarse cuatro duros y la instalación de horrendos andamios encargó el trabajo a dos muchachos del grupo de montaña de la parroquia: El Lagartijo y Correcaminos.

Desde la azotea del edificio el Lagartijo se asomó al vacío. El Correcaminos se aferraba a una gárgola, con las piernas temblorosas por el vértigo. Habían terminado de colocar unos vientos de cable para afianzar al Cristo. Le habían colocado un arnés cruzado que daba a Jesús un aire revolucionario. Parecía Emiliano Zapata con dos cananas de balas cruzadas sobre el pecho. Lagartijo se puso un arnés de seguridad y se enganchó con un cabo al arnés del Cristo.
--Voy a rapelar por la fachada que parece que hay una piedra suelta. Tú sujeta bien la cuerda que, como te has olvidado el Grigri, voy a tener que usar un ocho para asegurar.
Aunque el Correcaminos no entendió nada agarró aquella cuerda con las dos manos.
Lagartijo descendió ágilmente. Como se temía, la piedra clave del arco principal amenazaba con ser escupida como el hueso de una aceituna debido a la presión de las dovelas laterales.
En el tejado una gaviota disputaba con Correcaminos por considerar que éste usurpaba el nido que ocultaba en la gárgola. El chico, para espantarla, soltó el extremo de la cuerda.
En el otro extremo Lagartijo dio un latigazo, y descendió varios metros de golpe. La soga se atoró con el roce del Cristo Salvador. Lagartijo penduló como un pelele al final del cabo. Atravesó como una bala el rosetón.
Las beatonas que se creían a cubierto en el interior de la nave del santuario recibieron una inesperada lluvia de esmeraldas, zafiros y rubíes.
En el siguiente vaivén Lagartijo fue expulsado del templo. Correcaminos recuperó la cuerda y al hacerlo desatascó el enredo que la había parado. Pese al roce con las despellejadas manos del Correcaminos y con la roldana de la polea, Lagartijo se estrelló contra el suelo a una velocidad considerable.
Pero, como en las historias del Coyote, la mayor hostia siempre se recibe al final. Desde el suelo, Lagartijo contempló como se abalanzaba sobre él la mole gigantesca… de Clemente, que había visto desde el atrio como se divertían haciendo puenting y furioso se remangaba el brazo izquierdo dispuesto a repartir la cólera divina.
La foto es una muestra del talento de mi compañero de árabe BAR.

martes, enero 23, 2007

LOS SOUTO


El reo miró a los seis soldados que formaban el pelotón y descubrió en ellos un destello de piedad. “No tirarán”, pensó.
Pero tiraron. Todos cerraron los ojos: los presos y los hombres armados.
Cuando Ramón Souto pudo abrirlos, vio las ropas de sus compañeros llenas de manchas de sangre y las suyas sólo de manchas de orín. Miró a los otros cinco. Miró, sobre todo, a su hermano Antonio.

Habían sido seis los disparos, pero sólo cinco balas atravesaron los cuerpos hasta estrellarse contra la tapia del cementerio.
El oficial al mando había repartido la munición entre la tropa, sin olvidar incluir, entre las balas, un cartucho de fogueo. No era este un gesto piadoso hacia los fusilados, sino que estaba destinado a tranquilizar la conciencia de los miembros del pelotón. Si alguno en el futuro padeciera remordimientos por haber matado a un hombre, siempre podría refugiarse en la posibilidad de que la bala de salva fuera la suya.

De regreso al pueblo, Ramón no acababa de creerse que aún estuviera vivo. Era el alcalde del pueblo, sabía muy bien que, aunque esta vez se había salvado, el peligro no había pasado todavía. Por eso, cuando le volvieron a encerrar en el calabozo y los que allí esperaban le rodearon para preguntarle: -Ramón, ¿qué ha pasado?- él les mintió: -No soy Ramón. Soy Antonio. Están todos muertos.

Le liberaron ese mismo día considerando que con un susto de aquel calibre había cumplido suficiente penitencia y que, en definitiva, su salvación era obra de Dios. Regresó a su casa. Dio el pésame a su esposa y abrazó emocionado a su cuñada. Apenas pudo pronunciar palabra.
Aunque Antonio Souto nunca se había mezclado en política, ser el hermano gemelo del alcalde le había conducido una vez al paredón. La familia decidió esconderlo en casa hasta que acabasen los paseos.
Los parientes encontraron muy raro a Antonio Souto, pero, ¡Cómo iba a comportarse con normalidad un hombre que acababa de escapar a la muerte!

Durante los primeros días permaneció en su casa, encerrado, sin apenas hablar, comer, sin atreverse siquiera a moverse, ni por supuesto a tocarle un pelo a su mujer, mejor dicho, a la viuda de su hermano.
Pero el tiempo encerrado es un tiempo muy largo, muy lento, y en definitiva, un hombre es un hombre…
La mujer no notó, o fingió no notar, la diferencia. Por aquel tiempo, en aquel lugar, todos los hombres hacían el amor de la misma manera. Todos igual de torpes, todos igual de bruscos, todos igual de breves.


Souto, nacido Ramón, renacido Antonio, muerto de miedo hasta el fin de sus días, no confesó jamás a nadie el trueque con el muerto. Años después, abrumado por el encierro, falleció y yace en una fosa ordinaria, que no común como la de su gemelo, sobre la que una inscripción perpetúa el desorden de los nombres por los siglos de los siglos.

Ramón ocultó su identidad y trató de olvidar su cobardía. Su familia trató de ocultar a Antonio y olvidar a Ramón, cuando en realidad estaban haciendo justo lo contrario. El miedo enterró, encerró y ocultó muchas cosas y olvidó otras tantas en aquellos años de confusiones.

Aquella mujer tuvo varios hijos, unos con Antonio, otros con su hermano. El tiempo y el silencio han conseguido que los nietos no podamos distinguir quienes procedemos de una u otra estirpe.

Puede que la historia de Ramón y Antonio Souto fuera así y puede que no. Fue tan grande el empeño en borrarla de nuestra memoria que nosotros, sus nietos, tenemos el derecho (y no nos queda más remedio) de inventárnosla.

lunes, enero 22, 2007

1984

Nacha Pop - Una décima de segundo




Un momento en una agenda
una décima de segundo más.
Vuela, va saltando de hoja en hoja
mil millones de instantes de que hablar.

Una ráfaga de aire frío,
un molino de viento hace girar.
Sigue, va rodando sobre su eje
describiendo una trayectoria más.

Y es que no hay nada mejor que imaginar,
la física es un placer.
Es que no hay nada mejor que formular,
escuchar y oír a la vez.
Mide el ángulo formado por ti y por mí,
es la solución a algo muy común aquí.

Ahora tú no dejes de hablar.
Somos coordenadas de un par.
Incógnita que aún falta por despejar.

Busca un libro que diga "como",
luego otro que se titula "si",
un tercero llamado "nada",
es la forma del círculo sin fin.

Y es que no hay nada mejor que revolver
el tiempo con el café.
Es que no hay nada mejor que componer
sin guitarra ni papel.
Paralelas, vienen siguiéndome.
Espacio y tiempo juegan al ajedrez.

Ahora tú, no dejes de hablar.




Para muchos 1984 fue el año de Orwell, para otros fue el de Golpes Bajos y Antonio Vega. También fue el año en el que, desgraciadamente, empezamos a hacernos mayores.

sábado, enero 20, 2007

BODAS DE FAMILIA

Mi madre me contó que se casó con un traje de novia negro. Con un sombrero de fieltro viejo alguien confeccionó un gorrito para ella y otro para la madrina. Quizás en la boda el que vistiera de blanco fuese mi padre, tengo que preguntárselo. Por aquel tiempo su uniforme de gala era el único traje decente que poseía. Mi madre fue "despellejada" aquel día por lucir unos guantes blancos calados que aliviaban un luto de "tan sólo" año y medio.
En el banquete nupcial se sirvieron, como entremeses unos recortes de jamón (he dicho "recortes") y conejo con guisantes. Al conejo se encargó de "despellejarlo" mi madre con sus propias manos los demás estaban demasiado ocupados con sus chismes. Ni una triste foto inmortalizó esta boda.
Una tía mía se casó con un viudo. Mi primo quedó huérfano en el parto de su madre y su padre estaba desbordado con el bebé. Una casamentera arregló un nuevo matrimonio. Como mi tía también era viuda celebraron la boda a las seis de la mañana para evitar la tradicional "cencerrada". En total, y contando al sacerdote eran seis personas en la Iglesia. Festejaron la boda bebiendo chocolate caliente. Y punto.
No sé porque me esfuerzo en inventar historias. Con las que tengo en casa.

jueves, enero 18, 2007

Los sellos falsos



Lunnis
Originally uploaded by Dragonfly Rs.


Entre los distintas facciones en que se fragmentó el movimiento anarquista a finales del siglo XX destaca por su originalidad un pequeño grupo de lunáticos que inspirados en el dogma “toda tasa es una tasa”, pretendían socavar las bases del estado capitalista negándose a pagar cualquier impuesto. Como en el fondo eran hombres de orden , no demasiado intrépidos y temerosos de ir a la cárcel, encontraron un acto subversivo que lograba conciliar su espíritu revolucionario y les garantizaba una cierta impunidad tranquilizadora.
Se dedicaban a burlar al servicio de Correos, enviándose la correspondencia franqueada con sellos falsificados. Por un lado atentaban contra una de las instituciones del “Estado Opresor”, por otro el timbre aunque de un importe ridículo no dejaba de ser un impuesto, y finalmente lo ínfimo de la estafa les eximía de una persecución judicial severa.
Aunque la meta primaria era que el envío postal alcanzase destino sin llenar las arcas de Hacienda, pronto rivalizaron en demostrar su audacia y sentido del humor en el diseño del motivo filatélico, la perfección tipográfica, el esmero en la impresión, etc.

Monsieur Josep Papillon alcanzó la dirección de la sección francesa de defraudadores de “La Poste” gracias a una carta destinada al Presidente de la República, timbrada con una etiqueta de quesito de “La vaca que rie”. La hazaña, convenientemente aireada por un cuñado suyo que trabaja en el diario “Liberation” obtuvo mucha divulgación internacional lo que motivó un ascenso en la popularidad y consideración de Monsieur Papillon y contribuyó a su éxito electoral al frente de la asociación.
Este reconocimiento, sin embargo, no le libró de las críticas de los puristas de la asociación internacional que juzgaban el método empleado como poco ortodoxo, pues defendían la doctrina de que el sello, aunque falso debía ser una creación original y su elaboración artesana.
Especialmente airado se mostró Mister Joseph Butterfly cuyo mayor mérito consistía en remitir, al propio Papa, una misiva timbrada con un autorretrato que mostraba a Butterfly inyectándose heroína en el peor water de Escocia. Había sido diseñada con tanto esmero y pericia que un inspector postal poco advertido había confundido la miniatura con un cuadro flamenco de Brueghel el Viejo.
Giusseppe Farfalle era un representante de la rama más radical de esta corriente. Hombre minucioso y concienzudo se empleó durante muchos años en alcanzar la perfección en la imitación de los sellos oficiales. Hizo mil pruebas hasta lograr imitar el papel, su textura, rigidez, el brillo patinado de las estampillas, el carteo, es decir el pequeño ruido que hace el sello cuando se sujeta entre dos dedos y se golpea con el otro. Probó miles de colas hasta encontrar una lo suficientemente repugnante como para recordar el sabor de la original. Diseñó miles de artilugios hasta hallar uno que troquelase los bordes de un modo idéntico a las perforaciones del sello auténtico.
Fruto de tantos años de dedicación además de una ceguera que le obligaba a utilizar constantemente una lupa enorme para poder ver, fue su nombramiento como cofrade mayor en la Hermandad del Francobollo Falso, máxima distinción entre los falsos filatélicos.
Exhibió ante una congregación de expertos el resultado de tantos lustros de trabajo. Sujetó delicadamente, por una esquina, el falso ayudándose con unas pinzas. Hizo lo propio con un ejemplar auténtico de la misma serie y valor faccial. Se lo mostró a la admirada concurrencia.
Una inoportuna corriente de aire arrancó los sellos de la precaria sujeción de las pinzas. Los dos sellos revolotearon como mariposas enamoradas. Giusseppe Farfalle los recogió del suelo con lágrimas en los ojos. Ni él mismo podría, nunca, distinguir cual de los dos era su obra.
Los sellos de los Lunnis son verdaderos y los fotografió Dragonfly

lunes, enero 15, 2007

BUNNY


Juan Torga tenía un labio leporino. Parece mentira que un adjetivo tan hermoso, con esa sonoridad tan italiana que nos haría pensar en una boca hermosa y sonriente, haga referencia en realidad a una tara congénita, a una horrible malformación que confiere a quien la padece un cierto aspecto de liebre como consecuencia de un labio deforme y partido que deja permanentemente al descubierto dos alargados incisivos.
No lo tuvo fácil en el colegio Juan Torga. El primer día de colegio alguien lo bautizó como Bugs Bunny y todavía hoy, cuando nos juntamos y hablamos de él siempre lo llamamos Bunny.
Como consecuencia de su defecto y de las continuas bromas y afrentas recibidas, Bunny desarrolló un carácter introvertido y tímido. De naturaleza esquiva y huidiza siempre estaba corriendo, escapando de constantes temores y amenazas, reales o imaginadas.
Si los hombres son crueles, los niños pueden ser sofisticadamente crueles, en otros casos burdamente crueles y en ocasiones unos auténticos hijos de puta.
Por aquel entonces se puso de moda jugar durante el recreo al tapagüevos. El juego era tan elemental como que al grito de tapagüevos, si pillabas a alguien desprevenido y sin cubrirse, le apretabas los cojones. Sólo se soltaba la presa cuando ésta silbaba. Así de simple y atávico.
Un mal día, Charly el Jicho consiguió acorralar a Bunny bajo la escalera del kiosco. Como uno de sus compinches gritó: “tapagüevos” Charly lanzó su zarpa a las bolas del pobre Bunny. El chico cayó al suelo doblado por el dolor. El Jicho sin soltar su tenaza le gritaba al oído: “Silba, silba”. Bunny soplaba y resoplaba pero el aire se escapaba por el hueco de su labio sin poder dar una sola nota. Su sádico oponente se reía, con esa risa erótica del despiadado y apretaba y gritaba: “Silba, silba”, cada vez más fuerte. Lo vio ponerse azul y, aún así, no dejó de estrujarle los testículos; tan sólo abrió la mano cuando Bunny se desmayó.
Lo llevaron entre varios a la silla de la reina hasta el botiquín. Allí el conserje, un hombre carcomido por el mal humor y el cáncer, malinterpretó los síntomas, confundió el diagnóstico y erró con el tratamiento. Se empecinó en curarle aquel labio, frotándolo con un algodón y alcohol de 96º, único contenido de aquel armarito blanco con una cruz roja pintada en la puerta. De nada sirvieron las protestas ahogadas de Bunny que se empapizaba con el líquido que, por el hueco de su boca se colaba en su garganta.
Bunny bajó las escaleras de conserjería con la mirada vidriosa, el gaznate irritado y el firme propósito de vengarse del Jicho antes de morir. A través de la niebla de su borrachera vio el patio del colegio como a través de unos prismáticos puestos del revés; todo parecía más distante de lo que en realidad estaba, las porterías, la fuente, la verja. Las cosas parecían combarse, especialmente el campanario de la iglesia que se inclinaba peligrosamente. Cada escalón que descendía provocaba un terremoto en el paisaje que se diluía por instantes, para volverse a recomponer, no del todo encuadrado, en su retina. Igual que en un sueño. Borroso como un recuerdo.

viernes, enero 12, 2007

DIARIOS ESTELARES. EDICION SALMÓN.

ESPECULACIONES SOBRE EL TIEMPO Y LA RELATIVIDAD


El planeta OING es un paraíso fiscal que pertenece al mismo Sistema Solar que el planeta Chancho.
Nos dirigimos a una de sus sucursales bancarias para abrir una cuenta naranja. Nos atendió el Sr. Aserejé que se nos presentó como nuestro asesor financiero. En pocos minutos nos explicó como funcionaba su sistema de especulación. Tendríamos que depositar 10000 belarminos (la divisa oficial de la República de OING) en una libreta de plazo fijo. A continuación deberíamos emprender un viaje a mayor velocidad que la luz hasta los confines de la galaxia y regresar. Para nosotros habría transcurrido apenas un mes pero en tiempo OING habrían pasado mil años, por esas paradojas de la relatividad. Y los intereses de mil años suponen una pasta gansa.
Sozzap desparramó todas las monedas de su hucha en la mesa de aquel despacho. Sozzap por carecer carece hasta de personalidad jurídica por lo que no le permitieron contratar la cuenta, así que tuve que firmar yo aquel contrato, con sangre.
Seguimos las instrucciones al pie de la letra, emprendimos el viaje y al regreso actualizamos aquella libreta. Éramos ricos.
Animados por la experiencia, reinvertimos capital e intereses y repetimos la operación. Al cuarto viaje no había dinero en toda la galaxia para pagarnos. Aun así, por ver que pasaba, decidimos emprender una última expedición.
A nuestro regreso fuimos recibidos en aquella oficina por un tristón empleado vestido con manguitos y visera de celuloide. Nos explicó que un golpe de Estado había abolido la República y Aserejé I había sido nombrado emperador. Entre otras medidas había decretado la devaluación de la moneda, un corralito financiero, y los antiguos belarminos habían sido canjeados por los nuevos mortadelos al cambio de 1 gogol de belarminos por cada mortadelo. Lo habíamos perdido todo.
Aquel desesperado cajero nos relataba los hechos con lágrimas en los ojos. Era una víctima más de aquella situación.
Sozzap tuvo entonces un gesto que le honra. Antes de abandonar la sucursal con la cabeza muy alta, dejó olvidada, disimuladamente para no ofender la dignidad de aquel pobre hombre, su bolsa de la merienda junto a la ventanilla. ¡Con lo que a él le gustan los Tigretones y las Panteras Rosa!






Léelo en gallego, en catalán, en francés o en inglés

martes, enero 09, 2007

DIARIOS ESTELARES. VERSIÓN 2007.0

ATASCADOS EN EL QUASAR
La Inmobiliaria Nuevos Horizontes ha conseguido que le recalificaran unos terrenos en la costa del Mar de la Tranquilidad y va a iniciar la inminente construcción de tropecientos iglús adosados con hermosas vistas al planeta Tierra.
Nos han enganchado un folleto publicitario en el limpiaparabrisas durante unas retenciones en el semáforo del quasar de Sirio. Prometen un entorno tranquilo, sin ruidos (en el vacío el sonido no se propaga), con una atmósfera ligera y limpia de gérmenes por la acción de los rayos ultravioleta. Por sus playas de finísimo polvo lunar podrás caminar como descalzo y el sol está garantizado pues jamás se nubla.
El reposo que proporciona su reducida gravedad aliviará tus descalcificados huesos y podrás divertirte jugando en sus cientos de campos de golf poblados de bunkers endiablados.
Si te tumbas boca arriba podrás disfrutar de los cielos estrellados más hermosos de todo el Universo.
Además te dan facilidades de pago. La hipoteca la puedes pagar hasta en cuarenta generaciones.

Sozzap ha corrido a por el martillito rojo previsto para romper el cristal de la escotilla de emergencia. Ha reventado de un golpe la hucha de cerdito que se compró de recuerdo en el planeta Chancho. La alcancía ha estallado en mil pedazos. Ha intentado inútilmente contar sus ahorros haciendo montoncitos con el dinero. Al menor traqueteo de la nave se desmoronaban las columnas de su tesoro y flotaban en revoltijo por la cabina los dracmas de Tannhauser chocando mezclados contra las coronas de Berenice y los maravedíes de Aldebarán como si fueran asteroides aplastados o los discos de Saturno salidos de madre.

Cuando, tras muchos esfuerzos, logró atrapar aquel enjambre de monedas, yo traduje a cifras las muescas que él había trazado sobre un palo (los conocimientos de aritmética que se exigen hoy en día a un auxiliar de vuelo en la Academia Aeroespacial no van mucho más allá de una cuenta atrás desde diez). Convertí el resultado del recuento a pesetas que es una nueva moneda universal que ha sustituido a los antiguos euros y que es culpable de un imparable proceso de inflación a escala cósmica.
No le llega para la entrada. Sozzap está desolado. He tratado de consolarlo y convencerlo de lo arriesgado que resulta comprar sobre plano. En vano. Sus lágrimas nos llegan ya hasta la barbilla y, como siga así, nos vamos a ahogar los dos con su salobre llanto.
Léelo en gallego , catalán , francés o inglés.

sábado, enero 06, 2007

LA POESÍA ES UN MAL SÍNTOMA


La poesía nace de follar poco
y soñar mucho.

Crece entre seres inútiles,
frágiles,
y dolorosamente conscientes.

No se multiplica porque es,
en esencia,
estéril.

Y empieza a pudrirse
en cuanto el poema se asoma a los labios.





(El dibujo lo publicó el genial CULLERE en La paleta de Agromán unos almanaques de humor que son la mejor "obra " que ha hecho jamás una constructora)

martes, enero 02, 2007

QUIERO SER UN BUEY DE KOBE


El kilo de solomillo más caro del mundo no se encuentra en los cachetes de Jennifer López sino en los cuartos traseros del buey de Kobe.
Esta raza de bovino es cuidada por sus criadores japoneses con mucho más mimo del que dedican a sus sufridas esposas (eso seguro, asentirán en silencio mis millones de feministas lectoras).
Son amamantados con leche descremada y enriquecida con Omega 3. Los destetan con cogollos de Tudela y espárragos trigueros. Reciben cada día un masaje tailandés para enternecer sus carnes. Sus establos están enmoquetados y un cuarteto de cámara húngaro ameniza con adagios su apacible rumiar.
Se les sirven a diario tragos de genuina cerveza de abadía, eso sí con moderación, para marinar lentamente sus tejidos. Un maestro campanero flamenco se encarga de afinar cada mañana sus cencerros para evitar que una falsa nota perturbe sus delicados oídos.

Cuando llega el momento del sacrificio un gabinete de psiquiatras argentinos los prepara para tan duro trance, se les vendan los ojos con un pañuelo de Hèrmes y son monitorizados por un equipo de cardiólogos de la Clínica Mayo para evitar sobresaltos innecesarios durante el proceso de eutanasia controlada.
Para aliviar su duelo y garantizar el reposo eterno de sus almas los dueños pagan una misa funeral concelebrada por ocho arzobispos y un par de lamas (el caché de un lama equivale a cuatro veces el de un arzobispo).

La hamburguesa de buey de Kobe sale por unos 90 euros. El ketchup, de momento, no te lo cobran.

Y luego dirán los humanos que son las vacas las que están locas...
Otros artículos de Pazzo´s Delicatessen: El café más caro del mundo.
..............................................................Fuera de serie.

lunes, enero 01, 2007

OTRO PREJUBILADO


Con todo lo que me sobra hoy en día de los medios de comunicación: crónicas supuestamente rosas que en realidad son sólo necrofilias carroñeras, karaokes de todo a cien, putas aún más baratas exhibiendo orgullosas los lamparones de sus bragas, tómbolas de madrugada amañadas y presentadas por trileras con escotes de vértigo y piercings en el ombligo, videos de primera con imágenes de tercera que hemos visto ya mil veces hace ya mil años, rememoraciones nostálgicas estúpidamente machaconas como si nuestra memoria histórica se limitara a cuatro fotos fijas, radiopredicadores talibanes que incitan cada mañana a las barricadas al grito de "burgueses del mundo, uníos", pichatristes de fama injustamente obtenida, necios nacionalistas ultradefensores de las esencias de su patria o de sus patrias, voceros acríticos de tal o cual partido, chiquitas de voz melosa que se recrean cada noche con las miserias reales o inventadas de su audiencia, locutores vociferando un gol que parece siempre el mismo gol...
Con todo lo que me sobra y resulta que el que no tiene cabida en este esquema audiovisual es un jovenzuelo al que le quedaba al parecer mucho que aprender (y que enseñar): un tal Andrés Aberasturi, que a su manera, en apariencia mansa, me dio tanto placer de madrugada.
Y es que Andrés, era tan bueno en la cama...