martes, noviembre 13, 2012

Porca Miseria IV--Madriz me mata



La puerta del Sol estaba abarrotada. Como tenía hambre y vi un autobús de Donantes de Sangre, entré para ver si había suerte y en vez del bocadillo de chorizo que nos dan en provincias hoy me tocaba jamón. Una hermosa doncella con cofia blanca se enfundó unos guantes, ató mi biceps de culturista en horas bajas con una goma y empuñó una jeringuilla. Chica guapa, látex, uniformes y dolor físico, para que quería más, estuve a punto de desmayarme. Cuando llevaba media jeringa llena, la sangre dejó de fluir; al principio la enfermera desconcertada empezó a tirar del émbolo con todas sus fuerzas, luego con las dos manos, incluso apoyando su rodilla en mi pecho. No fue hasta que se fijó en mi rostro, blanco como la muerte, que se percató que aquellas que había extraído eran las últimas gotas de sangre que aún corrían por mis venas. Alarmada decidió transfundirme unas bolsas de plasma para recuperarme. Como no había tenído tiempo de analizar mi grupo sanguíneo y tenía donde escoger me enganchó una bolsa de cada tipo que con alguna seguro que acertaría. Cuando recuperé la consciencia lo primero que vi, además de su escote, fue la bandeja de los bocadillos de jamón. Les costó sujetarme para evitar que me precipitara sobre aquella pirámide de felicidad envuelta en pan. Me ataron con unas correas a la camilla y decidieron trasladarme con urgencia y en ayunas al Hospital de la Princesa.

Al equipo médico, nada más ver entrar en el hospital un ejemplar como yo, se les despertó la curiosidad científica. Aunque estaban de huelga lo dejaron todo: pancartas, megáfonos, panfletos y hasta a una alcaldesa oportunista firmando un manifiesto. Formaron un corrillo para hacerme un chequeo allí mismo, en mitad del pasillo. Los médicos son una gente muy rara, son los únicos, aparte de mi, que encuentran algún interés e incluso entusiasmo por los forúnculos de mi peluquera. A mí me encontraron de todo, epanadiplosis interdigital, un hipérbaton como un castillo en mitad del páncreas, metáforas en el hígado, un epíteto épico enquistado en el riñón, altos niveles de hipérbole en el riego sanguíneo, varias onomatopeyas atravesadas en la laringe, una sorprendente ausencia de eufemismos  en el torrente vocal y la ortografía, la prosodia, y la coherencia gramatical en niveles incompatibles con la vida. Falta total de aliento poético, aliteraciones degenerando en halitosis permanente, arritmia asonante en el cartílago métrico y pereza manifiesta en el músculo vago que se agravaba con la atrofia general del resto de los músculos. A medida que se iban revelando síntomas el equipo médico empezó a recular y se separaba de mí por miedo a contagiarse. Para evitar una epidemia de trágicas consecuencias me aislaron en una unidad nueva que no se había estrenado nunca y que estaba reservada para casos de emergencia nuclear y ataque químico.

Después de tanto trajín, ya solo en mi camita, contemplé aquella burbuja de plástico en que estaba encerrado. Me sentí como un sándwich de pavo estuchado en un blíster. Grité con todas mis fuerzas que tenía hambre. Como el aislamiento bacteriano de aquella unidad fuera tan malo como el acústico jodidos nos veo en caso de que se desate la III Guerra Mundial porque enseguida acudió a mi llamada un auxiliar con un extraño uniforme de camarero.
-¿El señor va a desear algo para el almuerzo?-- me preguntó circunspecto con una bandeja bajo la axila y una servilleta en el antebrazo.
¡Encima a la carta! --dije para mí-- no sé de que se quejan de la Sanidad estos mamonzuelos de bata blanca.
--Tráigame un pollo asado de primero, dos pollastres de segundo y de postre un pollito asado que no esté muy frío, por favor.
El auxiliar de clínica tomó nota de todo sin pestañear.  --¿Le importaría pagarme por adelantado?-- preguntó, mientras me tendía la factura de la comanda. 
Le dije que importar no me importaba pero que en metálico me iba a ser un imposible metafísico, ahora que, si prefería cobrarse en sangre, podía llevarse un par de bolsas que aún estaban medio llenas.
El celador-camarero cerró con furia mal disimulada la libreta y salió dando un portazo. La pared de la habitación se resquebrajó demostrando una vez más que aquel refugio no estaba bien preparado para aguantar ni 1/2 Guerra Mundial.
Se ve que con los recortes ya no sirven comidas en el hospital y por eso venía Beloncio a tomar comandas desde el bar de enfrente. La alternativa era un copago de 3 Euros para que te calentasen un tupper. Y según me han contado el que lo recalienta te sisa la mitad de los macarrones.

A media tarde los médicos pasaron para hacerme una revisión en profundidad. Por un agujero que había a los efectos metieron un palo de escoba con el que me empujaron en las costillas para ver si estaba muerto. Comprobaron por mi reacción que no era así y que pese al poco tiempo que los conocía ya me había encariñado mucho con sus familias.
--Síndrome de Tourette-- Diagnosticó un jovenzuelo de gafas que estaba haciendo el MIR. Otro doctor más veterano corroboró el pronóstico dándole una colleja al MIR por enterao.
¿Alguien tiene el informe de este paciente?-- Gritó el que parecía estar al mando de aquella cuadrilla. Un monosabio de administración le pasó un informe financiero de mi situación económica. Tras analizar concienzudamente mis balances de los últimos seis años, mi declaración de la renta, el extracto de mi cuenta corriente, y una relación del Registro Civil con mis parientes aún vivos en disposición de dejarme algo en herencia, concluyó... que había llegado el momento de darme el alta.
--Cuélguenle antes una campanilla de ese piercing que lleva en el escroto para que sepa todo el mundo por donde anda y puedan apartarse a tiempo.
Tras mucha deliberación y debate interno sobre quien le ponía el cascabel al gato, le tocó al que sacó la pajita más larga que es el mismo método racional, equitativo y democrático que utilizan en Recursos Humanos para decidir a quien le toca acogerse al ERE.
En los hospitales americanos siempre se empeñan en  acompañar al paciente en una silla de ruedas hasta la misma salida. En mi caso decidieron que era más oportuno descargarme con una carretilla por la puerta de atrás en unos contenedores de residuos tóxicos en los que hurgué durante un rato, y en vano, en busca de algo medianamente comestible. Comprobé entonces lo mal que está la Sanidad española. Comparados con  los de Mercadona aquellos contenedores eran de lo más miserable y desabastecido que he visto en mi vida.

8 comentarios:

  1. Anónimo14/11/12

    Sr. Pazzos espero que pronto nos sorprenda con la buena noticia de que va a publicar un libro.
    Le recomiendo la peli En la casa.

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  2. Anónimo, gracias por sus gentiles palabras. Teniendo en cuenta que llevo varios días dándole vueltas a la idea de cerrar el blog porque estoy un poco harto de mi propia estupidez su elogio es un bálsamo para mi vanidad. No existe un editor lo bastante imbécil para publicarme.

    Gracias por la recomendación, mi colega Koolau coincide con usted y de cine sabe más que los hermanos Lumière. Habrá que ver esa peli.

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    1. Anónimo14/11/12

      Quizá es el momento de que nos cuente toda una historia. Imaginación y buen hacer no le faltan. Si acaso... algo de pasión ;-)
      Hay muchos libros de éxito que antes de ser publicados se encontraron con un sonoro portazo. Además está la autoedición.

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    2. Anónimo. Descarto la autoedición, no voy a ser yo ese editor imbécil que publique un libro que nadie pagaría por leer.
      Una historia completa requiere un talento y constancia de la que carezco; además de pasión, claro.
      De momento seguiremos aprendiendo a escribir con el blog que aún nos queda mucho que madurar.

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  3. Anónimo15/11/12

    ... pero qué mal que estamos ... "todo parecido con la realidad es pura coincidencia" ... nada, nada, nosotros no te llenamos la nevera pero siempre nos tienes a tu alrededor ... gracias !!! (XHRST)

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    1. Xhrst, tienes razón; entre los pocos que somos y lo vacía que está. aunque nos metamos todos dentro no llenamos la nevera. Además, desde que me cortaron la luz, es la pieza más caliente y acogedora de la casa.

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  4. Querido Pazzos,

    Cuando se pone la capa de "Super Z" y viene a salvar mi mundo (habiéndolos más resultones), usted me mata.

    Gracias le doy a la par que enciendo el horno: que el pollo, como usted ya sabe, alimenta más que las palabras.

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    1. Mrs Nancy, me hace gracia que esté escribiendo en este blog en el preciso instante en que yo lo hago en él suyo. Compruebo con alegría que poco a poco se van acompasando nuestras réplicas y nuestras menstruaciones.

      Excúseme ante su parroquia por tomarla a chufla. Desde el cariño se lo digo, desde el respeto y desde el mayor de los agradecimientos pues a su gente les debo cosas que no se pueden pagar ni con risas.

      Fíjese si la tengo en alta consideración que no cambio un ¡Hola! suyo por un ala churruscada de pollo. ¡Y eso es mucho decir!

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