lunes, marzo 25, 2013

Voracidad lectora


No sé si a vosotros os pasa. 
De tanto en tanto el lomo de un libro os atrae poderosamente la atención desde  su estante en una librería. Lo abres, intrigado por un título seductor y una atractiva portada. Te engancha desde la primera letra capitular, te relames palabra por palabra hasta completar una frase inicial que te deja sin aliento. Devoras el primer párrafo, que encuentras delicioso, continúas con el siguiente que lo supera, sin darte cuenta una tras otra van cayendo las páginas. El final del primer capítulo te deja en suspenso y saltas sin pestañear del trocito en blanco del final de la hoja a ese dos en números romanos que encabeza el siguiente episodio.
Continúas absorto a pie de estante hasta que una campanilla anuncia el cierre del establecimiento. Sin cerrar el volumen te diriges a la caja atravesando el dédalo de estanterías sin prestar atención a los golpes que te das en cada esquina. Forcejeas con un dependiente que intenta arrebatarte el libro para cobrarte. Vencido y resignado ante tu numantina resistencia,   apunta con una pistola láser al código de barras con el precio, mientras desea que aquel rayo te perfore el corazón. Rebuscas sin mirar en el bolsillo del pantalón en busca de la Visa, trazas media firma sobre el ticket del datáfono y la otra mitad sobre la formica del mostrador. Rechazas por igual la bolsa y la amable sonrisa que te ofrece el decepcionado dependiente. El librero incapaz de soportar por más tiempo tus desdenes y tu indiferencia amenaza con hacerse el harakiri con un abrecartas de melamina. Su compañero, con muy buenos reflejos, logra evitar una tragedia inminente pues se apresura a colocar un distintivo amarillo de suelo mojado y consigue que nadie resbale con tanta sangre y tanta viscerilla desparramada. Mientras ellos se apañan tú vadeas la casquería y te  diriges a la salida sin separar tus ojos de la lectura.

En la calle esquivas como puedes, más por suerte que por pericia, un par de charcos, cuatro mierdas de perros, las pérfidas correas de cuatro perros sospechosos de padecer incontinencia que están en un tris de zancadillearte. Estás a punto de ser atropellado en un semáforo pues tus oídos  no están preparados para  distinguir las señales para invidentes de los cantos de un gorrión en celo. Tus tropezones emborronan los renglones al no poder fijar la vista pero no estás dispuesto a que nada entorpezca tu lectura más allá del tiempo imprescindible para pasar página, engorro este que te hace malgastar una millonésima de segundo en  imaginar un libro de hojas tan transparentes que evitasen tamaño desperdicio de tiempo y una interrupción tan incómoda e imperdonable.
Llegas a casa, aciertas a palpo la cerradura con precisión y maneras de buen beodo. Devuelves el beso, que no la mirada, a tu amante que sale a recibirte, que te ha preparado una cena que devoras en cuatro bocados imprecisos que manchan tu ropa. Te desnudas. Hacéis el amor a lo perrito y utilizas su espalda como atril para tu libro. Pasas la noche en vela leyendo,  no comprendes por que extraña razón tu amante te da la espalda ahora si ya habéis acabado, tampoco entiendes por qué sientes un agudo dolor genital, ni por qué  tu ojo izquierdo se inflama por momentos lo que entorpece tu lectura que se ha tornado monocular desde hace un rato.
Al alba te duchas sacando el libro por fuera de la cortina para evitar que se empape. El champú te abrasa el ojo, afortunadamente es el que ya estaba hinchado por lo que, entre un escozor espantoso puedes seguir leyendo mientras lágrimas, champú, restos de semen y otras inmundicias se deslizan en espiral por el desagüe.
Y cuando, suavemente mecido por el transporte público, llegas al final de la novela sientes una sensación de vacío sin límite, una desazón sin nombre. Y preso de un ansia imparable, de un síndrome de abstinencia que no se para ante nada ni ante nadie, te planteas como arrebatarle el ejemplar que está leyendo al viajero del asiento de enfrente, un tipejo enclenque que no tiene ni media hostia.

No sé si a vosotros, a veces, os pasa esto.

Porque a mí, esto, NO ME PASA NUNCA.



La foto del monstruo marino es de la genial Ángeles. Visitad sus blogs,  no tienen desperdicio.

18 comentarios:

  1. A mí esto me pasó una vez. Pero era la enciclopedia británica y el trastorno duró semanas. Eso sí, pregúntame lo que quieras.

    Genial historia. Voy a ver si la gentuza del tuiter comparte mi opinión.

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    1. HR, y la enciclopedia esa ¿la van a sacar en comic? Si es que no, paso.

      (Gracias por el tuit)

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  2. Vengo del tuiter del hombre revenido y comparto su opinión :genial y real como la vida misma, a mi no me ha pasado nunca

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    1. Hermano E, bienvenido. Espero que si te pasa algún día no me pilles leyendo en el Metro.

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  3. Anónimo26/3/13

    Yo no soy muy buena en esto, suelo leer bastante poco, pero la verdad es que si pillo un libro que me gusta mucho (2 veces contadas) no puedo parar, estoy deseando llegar hasta el final para librarme por fin de él y poder ir a mi aire, jajajaj!!!! Hasta otra!! Xhrst.

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    1. Xhrst, cuando esto pasa lo que deseas es que el placer nunca termine. Lo mismo que con otras cosas.

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    2. Anónimo26/3/13

      Pues eso, que una anda en otras cosas y si ésta le absorve no hay tiempo para lo demás, ... y hay que elegir, yo llevo 3 veranos con "Los pilares de la tierra",... ya se ando un poco anticuada, y me obligo a dosificar este placer porque priorizo otros, jajajaa!!! pero la verdad es que estoy esperando ya las próximas vacaciones para llegar al final, ... lo conseguiré. Que vaya bien !!!!

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    3. Sabia elección. Si quieres te cuento el final

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    4. Anónimo26/3/13

      NOOOOOO, jajajaj!!! no me importa esperar, lo terminaré el próximo verano, jajajaj!!!!

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    5. Anónimo26/3/13

      ... por algo se empieza ...

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  4. Jo, te iba a preguntar qué estabas leyendo...



    bss

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    1. Claudia, ahora estoy leyendo "El mundo" de Millás. Pero a sorbitos pequeños para que dure.

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  5. no sé decirte, yo llevo la biblioteca de mi barrio en vena, pero puedo dejarlo cuando quiera, eh.. no te pienses... :p


    muas!

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    1. Dalicia, hay esperanza. De pequeño yo fui yonki como tú y mírame ahora.

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  6. yo soy ahora de kindle, pero he tenido momentos de avaricia lectora en papel.
    la experiencia mas dura fue estando de vacaciones con mi familia, quedandome unas 300 paginas de un tochazo, pase de ir a cenar y me quede solita en casa teeminando el libro. cuando termine, me dio una pena terrible.

    y hablando se otra cosa, he pinchado en el enlace que le has regalado a dalicia y me ha dado gustirrinin ver a antigios blogueros de hace tiempos... jooooo. que sera de laonza, mandarinA...??? con india sigo hablando...

    perdon por faltas y acentos...escribo desde el movil ume da pereza corregir, hala!!

    muaaaaa

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    1. flower, también yo les echo mucho de menos. Y a tí, que ese Kindle o como se llame te tiene absorbida y no me escribes nada.

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  7. Anónimo1/5/13

    Magnífico relato

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