domingo, abril 20, 2014

UN CUTRE EN LA ÓPERA



El cutre sabe que no tiene ropa para ir a la Ópera. Sus vaqueros huelen a trampero del Canadá y la mochila de tres dólares, prestada hace años y nunca devuelta, que le acompaña en todos sus viajes no es el mejor pasaporte para un sitio de estos.

El Metropolitan Opera emerge en una plaza descomunal de esas que los soviéticos y los chinos gustan de llenar con soldaditos desfilando pero los americanos se conforman con plantar una fuentecilla de chorros plateados en medio. Se accede a la plaza por unas escaleras de dimensiones épicas que, de noche, reciben al visitante con un banner luminoso que desplaza por la contrahuella de los escalones un ¡Bienvenido! en muchos idiomas.
El cutre es un tipo obediente que acepta la invitación y se acerca a la ostentosa fachada de cristal del edificio que deja ver, a través de sus cinco arcadas y a la luz de unas arañas de cristal hiperbólicas, un interior sofisticado: una elegante y ondulosa escalera de alabastro está flanqueada por dos murales de Chagall cuya superficie es tan grande como varios campos de fútbol. El cutre conoce a un pintor que desprecia a Chagall aunque al cutre los cuadros del judío le parecen las ilustraciones de un libro de cuentos ruso. Colgarlos aquí es un gran acierto porque el público de la ópera siempre le han parecido un puñado de rusos blancos huidos de los bolcheviques, que se han criado de niños leyendo libros de cuentos troquelados con preciosas encuadernaciones y cuya vida sigue sumergida en esos cuentos y esos mundos alicatados de nácar y ámbar.
Osa atravesar la puerta de cristal con la mezcla de inquietud y curiosidad con que Alicia cruzaba los espejos.

La función ya ha comenzado. El cutre sabe que lo único que le separa de ver la representación es un cordón de terciopelo que cuelga de dos palos de bronce. Sabe que con un simple saltito estaría dentro, que aquellos porteros que aúnan la estatura de un watusi con la dignidad de un sikh  son demasiado educados para interceptarlo, que seguro que encuentra alguna butaca vacía pagada por alguien que desprecia la música y le sobra el dinero. Pero el cutre no da el saltito, el cutre lleva cruzándose toda su vida con ese cordón de terciopelo que le corta el paso al otro mundo y jamás se ha atrevido a dar el saltito.

Dentro del vestíbulo, junto a la tienda de regalos, hay unos bancos de piedra frente a una televisión que emite la representación en directo. Hay tres locos allí, tres fantasmas de la ópera contemplando las imágenes de cortesía. Uno que jadea insultos de tanto en tanto en un idioma desconocido. Otro desfila con pasos muy medidos, con parsimonia se acerca a centímetros de la tele, se da la vuelta y camina hasta el banco, se gira y vuelve hasta la pantalla, así todo el rato. El tercero es un viejo travestido con una peluca como la del señor Barragán que no deja de tomar notas en una libreta escolar. Hay mucha caligrafía en esas hojas, se diría que lleva en aquel vestíbulo media vida.

La chica que acompaña al cutre se sienta en aquel banco. La Bohème es su ópera favorita. El cutre observa como ella inclina su cuerpo hacia adelante en aquel asiento sin respaldo, proyecta sus oídos, sus ojos y todos sus sentidos. Ve como estira su columna de bailarina al máximo en ese estado de concentración absoluta que le ha visto cada vez que se asoma a un escenario, como un perro perdiguero que señala a una presa sin nada que le distraiga, como una flor que se despereza para absorber el rocío de la mañana. Disfruta con avidez cada nota musical, cada nota de color del vestuario, muy seria, como si no hubiera otra cosa en el Universo en ese momento.
El cutre se queda ensimismado admirando la curva de esa espalda. Se percata de su propia miseria y un puñetazo de consciencia le revuelve el estómago. Por un momento teme que su cuerpo y el del travestido se fundan en un solo ser, teme quedarse atrapado para siempre en ese ser alucinado, en ese rostro mal afeitado, en esos ojos de loca, en esa ropa de esperpento. Maldito, seguirá tomando notas enfebrecidas en un cuaderno hasta que otro más cutre que él se siente en ese banco.


Al atravesar la cristalera para salir de ese País de las Maravillas el cutre intenta asimilar si las cosas que ha visto eran realmente tan grandes o es que él se va sintiendo cada día un poco más pequeño.

9 comentarios:

  1. Es lo que tiene la ópera, demasiado paripé.
    Saludos.

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    1. Elvis te debo una disculpa. Borré la entrada de la lavandería porque me parecía una payasada un poco estúpida y homófoba. De paso borré tu comentario, lo siento.

      La ópera es una obra de arte tan completa y tan compleja que a menudo resulta excesiva y un pelín cargante. Otras veces en cambio...

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  2. Tranquilo, no pasa nada.
    Y sí, me explico: a mí me gusta la ópera. Al menos he disfrutado mucho cuando he ido, pero no soporto toda la parafernalia y el paripé de todo lo que lo rodea. Es parecido a lo que me pasaba cuando iba a misa... demasiadas apariencias.

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    1. ¡Elvis en la ópera! ¡¡¡Se ve cada cosa!!!

      Un abrazo.

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  3. Anónimo23/4/14

    ... una de mis tareas pendientes, estoy en ello, pero todavía no se ha dado el momento adecuado, seguro iré en tejanos y con alguna amiga, a ver qué nos ofrece la cartelera, ... musicales sí, pero me falta disfrutar en directo una ópera de verdad, ... pequeños nos hacemos cada día, es cierto, y más ante la grandeza de otros, ... pero bueno ahí estamos ... Hasta otra!!! Xhrst

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    1. Apenas he visto ópera en vivo pero incluso "La flauta mágica" que está plagada de genialidades se me hizo un poco larga porque está trufada que otras partes que me aburren.

      Aunque te pierdes la espectacularidad del directo es muy interesante verlas en vídeo. Disfruté bastante con Turandot, lo bueno del vídeo es que cuando se ponen un poco plasta o a la soprano le da por desgañitarse y no dejarse matar puedes darle al botón de avance.

      Reconozco que en cuestión de música soy un auténtico zopenco, Xhrst.

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    2. Anónimo24/4/14

      jajajaj!!!! yo en video también he visto alguna, ... se me hacen largas, habrá que buscar el momento y el tema idóneo, ... y verla antes en video para ver dónde puede uno dar la cabezadita, jijijiji!!!!

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  4. Sí, mejor en pequeñas dosis.

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    1. Anónimo3/6/14

      ... por fin !!!!! la encontré, creo que no se me hará pesada, ni aburrida, para empezar al menos no me he ido al extremo de los clásicos. "Porgy and Bess" de George Gershwin, a ver qué tal ... Opera en Texans, jajajja!!! algo cutres para algunos, pero es lo que hay, la música es para todos, Summeeertiiimmeee nana na nan nana !!!

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