sábado, febrero 28, 2015

LA VECINA

LA VECINA


En cuanto escuchó el ruido del ascensor se abalanzó hacia la puerta. Los últimos pasos los dio de puntillas, eso sí. Contuvo el aliento. Giró la tapita con la delicadeza de quien pone en hora a un reloj imaginario. Aplastó su mejilla contra la madera, movió ligeramente la cabeza en su afán por alcanzar el mayor ángulo de visión posible a través de la mirilla.
Ellos salieron del ascensor abrazados, haciéndose cosquillas. La chica se retorcía y logró a duras penas meter la llave en la cerradura. Él la metió en casa con un simpático golpe de pelvis y cerraron la casa de un portazo que ahogó sus carcajadas.

Tras el golpe, el silencio. Aguzó el oído. Nada. Ni un murmullo. 
Se descalzó para sentir en el suelo la mínima vibración de los zapatos al caerse, de la ropa abandonada con prisa sobre el suelo. Tocó el marco de la puerta para notar las embestidas de los amantes cruzando torpes el pasillo, ebrios de pasión. Sólo percibió el propio pulso de sus dedos.
Se acercó al tabique que la separaba del tórrido dormitorio. Intuyó los golpes rítmicos del cabecero. Intuyó, sólo intuyó. Pegó la oreja y estuvo a poco de arañarse de tanto arrastrarla de un lado a otro del gotelé, a la caza de un jadeo descontrolado, de un gemido, de un estertor de placer, de un miserable eco de amor que llevarse a su vientre yermo. 
Buscó un vaso en la cocina, aquel ardid sólo le devolvió un decepcionante rumor de caracola. 

Las paredes oyen, sí, pero la suya estaba sorda como una tapia.

2 comentarios:

  1. Has descrito a la perfección con palabras esta buena fotografia.......lo triste es que realmente existe gente mas preocupada de las vidas ajenas, que de la suya propia. Abrazo grande, querido Pazzos.

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  2. Anónimo10/3/15

    ... lo que hace la soledad ... el aburrimiento ... realmente triste tener que vivir de las vidas ajenas ... Xhrst.

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