jueves, agosto 29, 2013

Elogio de la cordura


La locura goza de inmerecida buena prensa en la literatura. La locura tiene poco de brillante inteligencia, de talento enrevesado, de risa contagiosa y tiene un mucho de la más amarga de las tristezas. 

A finales del Siglo XX los médicos se tornaron cómodos, más preocupados por el tamaño de su yate y de las tetas de sus novias que de la salud de su parroquia. Así, muchos ginecólogos optaron por practicar cesáreas prescindibles con tal de no agacharse ante las parturientas. Así, los cirujanos supieron transformar la vanidad y los complejos de sus pacientes en una rentable carnicería sin escrúpulos.
Y los médicos del espíritu en aras de lo que llamaron "nueva psiquiatría" decidieron vaciar los manicomios. Hay que tener mucho aguante para soportar a un loco todo el santo día y, cuando les prohibieron jugar al doctor Frankenstein practicando aquella panacea que se llamaba lobotomía, se encararon con la sociedad y le dijeron: ¡Os vais a enterar! Y mandaron a los locos a eso que se llama tratamiento ambulatorio. Nada de internarlos que es muy caro alimentarlos y además se baban y lo dejan todo perdido. A partir de ahora cada uno a su casita y que los aguante su padre. Que sea una anciana octogenaria y medio gagá la que decida cual es la dosis exacta de psicotrópicos que ha de suministrar a su hijo esquizofrénico para evitar que la asfixie con la almohada en cuanto se quede dormida. Que sean los vecinos los que soporten los aullidos del licántropo vocacional. Que sean los bebés desde la cuna los que impidan que su padre viole sistemáticamente a sus hermanitos.

Y los manicomios se quedaron desiertos, vacíos. Como los locales malditos, como ese lugar del crimen que nunca nadie volverá a atreverse a habitar; esos solares moribundos no volvieron a ser ocupados.
El dolor lo impregna todo. En la cal de las paredes podemos ver las huellas clavadas de uñas grabando su mensaje desesperado. Todo es carcoma, todo es ruina y moho. Grifería atascada, tuberías angustiosas que reverberan miedos, bañeras a medio llenar de bilis. Todo cruje, la tarima al pisarla se queja amargamente, el eco repite el sinsentido de unos pasos erráticos una y mil veces. Sobrecoge el graznido de las sillas de ruedas que gimen herrumbrosas. Las voces inconexas que ulula el viento en los vidrios rotos; el alarido, aún puedes escuchar cada alarido rebotando eterno en galerías sin fin y el retumbar de los cabezazos contra los muros ensangrentados.

Es el paisaje sin figuras de la derrota y la desolación humanas.




Si queréis profundizar en estos Universos del Horror podéis visitar esta dirección pero, no os lo recomiendo.

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