viernes, noviembre 11, 2011

DIARIOS ESTELARES: PARADA DE MANTENIMIENTO EN LOS SUELOS DE AJAX

NO ME PISES LO FREGAO



Las pelusas amenazan con devorarnos (y no es una metáfora). Revolotean hambrientas por la cápsula como dientes de león, esa flor terrícola empeñada en contrariar la ley de la gravedad con su insoportable levedad..
Todos los viernes pasa por nuestra estación espacial  doña Engracia Impoluta  a limpiar la nave. Después de dirigir una mirada rencorosa hacia Sozzap, se dirige muy digna hacia el armario de la lejía. Se calza sus dedos anchotes en  los guantes de goma con el desafiante gesto de un proctólogo, sin olvidarse jamás de dar ese latigazo con el látex que es siempre el preludio del dolor.

Mientras está en la nave ella toma el mando como hacen los prácticos cuando los petroleros tienen que entrar en puerto. Sozzap y yo nos sentamos acurrucados en el sofá ergonómico, presos del pánico, con los pies en el aire para que barra debajo.  Pobre del que ose bajar un pie, porque armada con el palo de la escoba es tan  temible y  precisa como un samurai practicando  Kendo. Al menor asomo de rebelión, si abandonamos nuestro lugar de confinamiento,  nos atiza con el mango en las costillas atajando el tumulto con más eficacia que una brigada de antidisturbios.  Su arsenal de armas químicas es inagotable,  lo rocía todo con amoníaco al que aparentemente es inmune;  mientras que con los vapores el rostro de Sozzap adquiere una coloración tornasolada ella inspira tan ricamente como si se columpiara en un jardín de rosas.  Tiene la teoría de que el salfumán es bueno para todo y en alguna ocasión la pillé rellenando con ese desinfectante los botes de polvos de talco que reserva Sozzap para esas ocasiones especiales en las que requiere los servicios de un ama muy maternal.

Doña Engracia es también una fanática del AirWick. Los tiene de todas las fragancias y  tamaños, en su armarito acumula recambios suficientes para transformar una granja de cerdos en una fábrica de Chanel 5. Y tiene la manía de pegarlos en los lugares más insospechados, el interior de la nevera o  en medio de la pantalla de plasma –es porque no ven ustedes más que guarradas –se justifica. Dentro de los condones encontramos a veces bolitas de naftalina. Sozzap, por pereza, no las quita nunca, dice que aparte de la placentera sensación de castigo le pone mucho  la vaharada de alcanfor que le atufa las narices en cada embestida. Además está convencido de que es el único espermicida eficaz para él.  Yo apruebo esta conducta, no puedo ni imaginar que sería del universo mundo si Sozzap tuviera descendencia.

Cuando la señora Engracia le da cera al piso saltan todas las alarmas de la estación espacial. No sólo nos obliga a caminar con dos pañitos en los pies para dar brillo al pavimento sino que como a la semana que viene detecte que se nos ha olvidado una sola vez utilizarlos es muy capaz de encerarnos el estómago. Si hemos sido malos nos aplica el método Netol: nos abofetea con los dos guantes a la vez; luego fricciona y estira de los mofletes hasta que tenemos las mejillas de un trompetista jubilado: lo que se dice unos buenos mejillones.

Doña Engracia canta siempre mientras trabaja. Acostumbrado como estoy a la voz de Sozzap escucharla resulta una experiencia tóxica aunque no mortal. De vez en cuando, en medio de la canción clava la fregona en el suelo  e improvisa unos pasitos de baile. Cuando está muy crecida coge la fregona con las dos manos y se marca un poquito de claqué. Las paredes de titanio de la nave tiemblan  y  se resquebrajan.  Todos los sismógrafos del Universo recogen de cuando en cuando unas inexplicables oscilaciones; ya sabéis a que se deben. Estos arrebatos artísticos suelen coincidir en el tiempo con las sisas que detectamos en la botella de Chinchón del mueble-bar.

Cuando acaba su tarea, doña Engracia se despide con un gruñido, una nueva mirada de profundo desprecio hacia Sozzap  y, al salir,  un vistazo en derredor antes de declarar:     –Espero encontrarlo todo la semana que viene tal como lo dejé, de lo contrario tendré que esterilizar TODA la nave –. Y recalca TODA sin parar de clavar sus ojos en nuestras encogidas partes. Después atraviesa la compuerta de salida con gran  dificultad, forzando el metal que se dilata  a su paso, protestando quejumbroso,  como el esfínter de un estreñido. En el espacio exterior, en el muelle de atraque,  la aguarda armado de paciencia su diminuto marido montado en un sidecar. Se monta y los vemos partir escorados.  Lentamente, su silueta se recorta a lo lejos en el horizonte eclipsando con suavidad la luz roja de la estrella Aldebarán. No entendí la causa del llanto en los ojos de Sozzap hasta que sentí correr las lágrimas por mis propias mejillas. La imagen de una pareja, por grotesca que sea, abrazándose bajo el palio de la luz crepuscular es de un romanticismo insoportable.



No os perdáis a Wenarto, un castizo que se atreve con "La Menegilda" y con todo lo que le echen.

6 comentarios:

  1. ¡Qué bueno el relato, Pazzos!

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  2. Es que el Chinchón tiene mucho peligro, y si es del dulce ya ni te cuento...
    Saludos.

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  3. · Venir aquí a echar unas sonrisas no puede ser malo... mientra no entre también un político...

    · Salud·os

    CristalRasgado & LaMiradaAusente
    ________________________________
    ·

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  4. a ver, el relato perfecto, pero ese nombre? tenía que llamarse así? ;) jajajajaja
    del video, es suficiente con los primeros 28 segundos? Es que no tengo el chinchón a mano...

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  5. Señorita Sunshine. Bienvenida, gracias; siempre viene bien un rayito de sol por aquí.

    Elvis, ¿y del solysombra que me dices?

    ñoco, a los políticos cuando se ríen se les desencaja la mandíbula. Ríete mientras puedas y te queden ganas. Salú.

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  6. esadelblog, os debo una explicación y esa explicación que os debo os la voy a pagar...
    Doña Engracia fue bautizada nada más ser gestada hace unos quince días.
    Días después me enteré por casualidad de que había personas que compartían nombre y que podían sentirse aludidas, agraviadas y pensé en cambiarle el nombre.
    Pero doña Engracia Impoluta se dirigió al autor para decirle que a ella nadie le cambiaba el nombre. Y todos sabemos como se las gasta esta buena mujer.(Desde Pirandello los personajes andan un poco levantiscos)

    El autor también pensó que los Manolos estamos en todos los chistes y no por ello protestamos así que, doña Engracia con ese nombre nació y con ese nombre se queda.

    Trae pacá el chinchón y vamos a ver el video hasta el final que el Wenarto casi deja la botella seca.

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