lunes, noviembre 28, 2011

PAELLA PARA UNO

A mi hermano Carlos, que dice que a veces lee el blog. Él dice que sabe leer, que nadie le abra los ojos a la evidencia, por favor.










Ayer cociné. Paella de alcachofas para uno. ¡Qué triste!
Podéis creerme o no pero es lo mejor que he comido nunca. Corrían las lágrimas por mis mejillas de lo buena que estaba. Me la comí yo solo y no os dejé ni un grano, no compartí mi creación con nadie. Fue como si Leonardo hubiera quemado la Gioconda nada más terminarla sin que otros ojos pudieran gozar de esa perfección que acababa de crear. Tanto arte en el plato, todo mio y todo para mí.

Con el sopor de la digestión me puse nostálgico. Echo de menos la promiscuidad. --¡Vaya cosa, como todos! --replicaréis. No hablo de esa promiscuidad. Me explicaré mejor:
Los que procedemos de familia numerosa añoramos aquellas  peleas a codazos en la mesa, reclamando un espacio como los lechones reclaman el pezón de su madre, o los nacionalistas las competencias territoriales; a veces a gruñidos, a veces a mordiscos. Las puntas del tenedor amenazaban al que había osado atrapar la última croqueta y la cosa  habría terminado en esgrima sin floretes trucados si mi madre no hubiera parado el lance a golpe de colleja. A veces pienso que el hule era muy práctico por si había derramamientos de sangre.
Echo de menos aquellas vajillas de Duralex blindadas, nada que ver con los platos del Ikea de ahora que andan desportillados de sólo mirarlos. La translúcida Duralex blanca, con los años, se iba volviendo opaca de tantos fregaos bajo el chorro del fregadero como si fuera un cristalino enfermo de cataratas. Desde la alacena la miraba ufana y desdeñosa la Duralex ámbar, la de los domingos, la que transformaba la simple Casera en una bebida exótica, tan  sofisticada como nosotros. La Duralex verde... ¡ésa era la que tenía la tu madre que fue una ordinaria toda su vida!

Los domingos tocaba  paella, claro, y mi padre siempre repetía que estaba mala porque se le llenaba la boca de granos. Domingo tras domingo. Año tras año. Como si cada vez fuera la primera que contaba el chiste malo."The sense of humor" de los Pazzos: original, fresco, superingenioso y ocurrente. ¿entendéis mejor ahora de que lodos vienen estos barros?
Eramos ocho, pero teníamos más hambre que los doce apóstoles después de la Cuaresma cuando vieron que Jesús se presentaba sólo con un pan para la cena. --Esta va a ser la última --amenazó Judas. 
Y después del arroz, los ocho, que pesábamos ya como doce, nos tumbábamos todos en el tresillo para ver en la tele a Maguila Gorila. ¿La palabra tresillo tiene algo que ver con tres? En mi casa el tresillo era un mueble que se cambiaba muy a menudo, vete tú a saber porqué.
A veces el marisco de la paella nos jugaba una mala pasada. Mi madre había examinado con mucha atención la gamba (femenina  y singular, femenina mi madre y singular el crustáceo). Aquellas patitas negras y aquellos ojos saltones de puro irritados por el ácido bórico que suplicaban clemencia la hicieron dudar un poco pero al final la sacrificó sin piedad en la paellera donde enrojeció como un guiri en Benidorm (como comprobáis, el sofisticado humor de los Pazzos ataca de nuevo). Total que aquella gamba, saboreada en régimen de multipropiedad, nos causaba estragos intestinales la muy puta y rencorosa. Ante el único baño se formaba una cola que luego inspiró a un publicista de la Once que vino un día de visita por casa. A diferencia de la hora del desayuno en que mientras uno se duchaba, otro se lavaba los dientes, aquel meaba, mi madre ponía la lavadora, mi padre se afeitaba, otro se peinaba, mi hermana nos despeinaba a todos con el secador, en esos momentos de desahogo intestinal respetábamos escrupulosamente la intimidad de cada cual. La respetábamos aporreando la puerta con la desesperación de un Pedro Picapiedra con retortijones. Al grito de "espabila Favila, que viene el oso" (Pazzos's humor again) tratábamos de conminar al asediado extreñido a descorrer el cerrojo y abandonar el castillo.  En la puerta del baño quedó un agujero para siempre que hizo mi desesperado hermano sirviéndose de sus botas Gorila como ariete. En la era pre-Airwick tomar la plaza así como así, con el asiento aún caliente, la cisterna zumbando y goteando sobre tu cabeza, y el papel higiénico todavía dando vueltas en el portarrollos  era toda una temeridad; los héroes de la central de Fukujima unos cagaos al lado nuestro. Pero la necesidad aprieta. Yel papel del Elefante rasca. Son dos de esas verdades que te va enseñando la vida. Tus primeras dudas existenciales las tenías cuando tratabas de escoger entre la cara satinada que resbalaba y la otra que te desollaba vivo. Mirabas con desolación aquellas 400 hojas envueltas en papel de celofán, cogías aquel rollo como Hamlet la calavera y declamabas: "No pienso, y también existo, ergo a la porra Descartes " (The philosophy of the Pazzos is not bad either).

Pero bueno, con tanta metafísica me he perdido, ¿de qué iba este post? ¿qué era lo que echaba de menos?

21 comentarios:

  1. No hay mejor yunque donde forjar el caracter contra la adversidad que un inodoro compartido.

    Es mas, sostengo la tesis de que el declive moral de occidente hechó raices el día que el inodoro usurpó el trono al retrete, y floreció cuando las casas comenzaron a construirse con dos baños.

    ¿Qué será lo próximo?¿Wifi en el lavabo?¿Comentar una entrada de un blog mientras se evacúan las nobles aguas mayores ... ?

    Así nos va ...

    ResponderEliminar
  2. Odisseis, pues no descarto tener que escribir los post desde el cuarto noble a partir de ahora, porque se me han acabado las vacaciones y voy a estar justito de tiempo.

    ResponderEliminar
  3. Y tienes razón en lo de yunque, porque a veces se suda más que en una fragua.

    ResponderEliminar
  4. yo esto,venía a matarte...pero la paella y la gamba me han despistado. Lo dejaremos para otra ocasion.

    ResponderEliminar
  5. esadelblog, fiuuuu! pasó cerca. Ya te invitaré a una fideúa para hacer las paces.

    ResponderEliminar
  6. Anónimo28/11/11

    Así que la cola del cuarto de baño fue lo que inspiró al publicista de la ONCE...
    Pues oye, yo de vosotros estaría reclamando derechos de autor, o algo. Es más: con la práctica que debía de haber en esa casa, en vez de contratar a figurantes podrías haber participado vosotros. Y más pasta.

    ResponderEliminar
  7. paseante, ¿y con la pasta de la Once ponernos ciegos a marisco? A ti te invito a unos palitos de cangrejo, que se me van a caducar en la nevera.

    ResponderEliminar
  8. Anónimo28/11/11

    Gordo, hoy te has superado. muchas referencias comunes de la infancia,y ese estilo irónico y aparentemente sencillo te ha quedao casi tam bien como ese arroz que dices que hiciste (tendría que verlo, o mejor probarlo)

    Saludos

    ResponderEliminar
  9. Berto, no me pinches, a ti te invito a unos modestos oricios que ya es temporada.

    ResponderEliminar
  10. Pazzos, amor mío, ahora no tengo tiempo, pero en cuanto pueda, paso por este lugar y te comento de ley.

    Solo decirte que mientras iba avanzando en le texto, mi sonrisa se iba haciendo más grande y una cosita me iba subiendo por mis adentros, y es que me has llevado a mi infancia, jodido crío!! pero a unos momentos preciosos...!!!

    Luego me paso de nuevo.

    Muaaaaaaaaaa,

    ResponderEliminar
  11. flower, te preparo una crema de nécoras calentita, lo mejor para ese catarro que me arrastras.

    ResponderEliminar
  12. Pazzos, mi niño, que nada, que lo que quería decirte es que en casa tb somos cinco hermanos y que jooooo, que hemos vivido las mismas batallitas que vosotros... Lo que recuerdo con más dureza es lo del baño, el estar a puntito de hacerte pis y que la otra, mi hermana, estuviese con la revista sentada en el trono y sin darse prisa, y mi hermano el mediano dando patadas en la puerta y ella, a su puta bola... En casa tb había un boquete en la puerta del baño, jajajajajaj... y lo de las comidas, jobares!! Era una lucha total por el último trocito de lo que quedase en la bandeja, claro, si no se trataba de verdura y otros platos menos apetecibles. Pero si era algo rico, podían comenzar verdaderas batallas en la mesa. Y mi madre siemrpe poniendo paz (y collejas) y mi padre voz de mando ¡¡AR!! Joer, cuando él gritaba tamblaban hasta los vecinos. ¡Qué respeto niño, igual que nuestros hijos, ehhh!?

    Me has hecho recordar momentitos bien dulces porque, aunque algunos de ellos en su día fueron para mear y no echar gota, ahora los recuerdo con un cariño de la hostia.

    Muchas gracias solete y muchos besos. Sigo con un trancazo del ocho, con escalofríos y todo, pero mi madre siempre ha tenido razón: Flower, días de mucho, vísperas de poco, ejem...

    Muaaaaaaaa,

    PD: con que me hicieras la cena, ya tendría suficiente, no necesito tanta exquisitez...

    ResponderEliminar
  13. flower, no nos queda nada para desquitarnos de las nostalgias, la navidad está al caer. Este año nos juntamos veintitantos y seguimos creciendo. Y todo amenizado con profundas y graves discusiones sobre, por ejemplo, ¿cuánta CocaCola se bebe al día en el mundo? La polémica dió para tres navidades, por lo menos.

    En cuanto a la cena, tú vete tomando la sopita que yo voy a ver si meto la langosta en el microondas. ¡Si se deja!

    ResponderEliminar
  14. Esto no es promiscuidad. Esto es sistema-mogollón!

    Disfruté de la historia.

    ResponderEliminar
  15. jajajaja, cualquier tiempo pasado fué mejor..., aunque el marisco no piense lo mismo...
    Saludos.

    ResponderEliminar
  16. Tale, llegas algo tarde a la mariscada y estos buitres casi te dejan sin nada. Por ahí queda un tubo de cangrejos rusos liofilizados que se dejaron olvidado unos cosmonautas soviéticos. Aunque todavía no cantan mucho bailan el Kalinka que da gusto verlos.

    ResponderEliminar
  17. Elvis, como te veo nostálgico te recordaré una copla del maestro Jerónimo Granda, tú que eres de cerca no necesitarás traducción:

    Paseando po la playa
    la señorita Manuela
    entre la arena alcontró
    una sabrosa masuela

    Garrola muy guapamente
    y llevola pa so casa
    y en cuantes que llegó el mozu
    faltoy tiempu pa enseñaila

    El mozu que non ye bobu
    y aficionau al mariscu
    en cuantes la vió tan fresca
    quiso pegay un mordiscu

    Y una vieya que los vio
    dixo la probe muyer
    tamién tengo yo un centollu
    y ni dios se acuerda dél

    ResponderEliminar
  18. ¿Una sola niña? Pobrecita.
    ¿Cuánta Coca-Cola se bebe al día en el mundo?
    :)

    ResponderEliminar
  19. Caruano, que "quisquilloso", las chicas (tres) mandaban mucho más que los chicos (tres), la foto la hicimos en Carnaval.
    Los Pazzos guardamos en secreto esa cifra con más celo que los de la CocaCola su fórmula.

    ResponderEliminar
  20. ¡¡¡Qué bueno, Pazzos¡¡¡ Cuantos recuerdos¡¡¡ Me he reído un montón. Con nostalgia y con cariño. Muchas gracias :D
    En mi casa sólo éramos 4, pero siempre hemos tenido bichos, que eso puntúa mucho...
    El rollo de papel ese era "El Elefante"???? Es que no sé si habría algún otro en aquella época, la verdad.

    Muchas gracias por este rato, Pazzos. Tu hermano (el que te lee) tiene que estar muy orgulloso de ti.

    Un beso fuerte

    ResponderEliminar
  21. novicia, ¿ puedo hoy llamarla hermana? La alternativa al papel del Elefante eran las ásperas hojas del ABC pero he de recordarle que mi familia pertenecía a una de las capas más distinguidas de la sociedad de la época como ha quedado evidenciado en el relato. Eramos de un rancio abolengo. Bueno, eramos de un rancio que no veas.
    Mi hermano se avergüenza de mi casi tanto como yo de él.
    Deduzco, por lo mucho que pasas por el blog, que a ti lo que te gustan son los auténticos percebes. Una bandejita para ti ¡Marchandoooo!

    ResponderEliminar