martes, noviembre 12, 2013

Estampas londinenses III

LO QUE NUNCA SE LE DEBE HACER A UN MUSEO


La foto es para despistar que eso es Edimburgo y aquí hemos venido a hablar de Londres.

Para llegar a la Tate Gallery uno se baja en la estación de metro de St. Paul. San Pablo en Londres y San Pedro en Roma compiten a ver quien la tiene más larga... la nave central. Como andaba bien de tiempo entré en la catedral y como andaba mal de libras salí de la catedral. 16 libras es mucho pedirle a una persona a la que las iglesias le dan un poquito de picazón y el olor a incienso le irrita la pituitaria. Decidí gastarme las 16 libras en un desayuno pantagruélico a la mayor gloria de Dios.

Pasé junto a un colegio rigurosamente masculino de esos elitistas en los que los niños son separados de sus compañeras para que nada les distraiga, se concentren y así puedan  aprender a convertirse en unos pervertidos de lo más sofisticado cuando crezcan. Los niños jugaban al balón durante el recreo en un patio minúsculo y encharcado sin quitarse la chaqueta ni la corbata. O bien tenían la habilidad de un Ronaldinho con la pelota o las lavanderas inglesas utilizan uranio enriquecido para blanquear la colada porque, al fin del partidillo, las camisas permanecían impolutas. También deben de hacer virguerías con las tijeras los peluqueros de Londres, porque con un ligero retoque con los dedos aquellos flequillos alborotados volvían a su ser como recién peinados. Se ajustaban un poco la corbata y de vuelta a clase a retorcer sus mentes.

Crucé el puente del Millenium decepcionado por la falta de tembleque; al parecer han logrado estabilizarlo  y ya ni oscila, ni bambolea, ni retiembla ni ná de ná. Cuando uno cruza un puente de Londres siempre confía en que se va a caer, y si no se cae eso es publicidad turística engañosa. Parece mentira esta gente, con lo seria que es para otras cosas.

Si bien es verdad que en la Tate hay obras destacables como ésta:



también es cierto que prolifera lo que podríamos llamar Arte Mondongo.
Los mondongos no son una tribu del Camerún. El Arte Mondongo es una evolución del Arte Póvera. ¿Y qué es el Arte Póvera? Cualquier cosa envuelta en un saco de arpillera. Tú cubres un muro de sacos de arpillera hasta el techo y, si estás en una galería, es una obra de Arte Póvera y si estás en África es el granero de una ONG.

Si el Arte Póvera es áspero y reseco como el cañamazo, el Arte Mondongo es viscosón tirando a churretoso. Es una forma de arte salida directamente de las entrañas del artista, Manzoni con su "Merda d'artista" se quedó corto, porque sus latas eran muy pequeñitas y estaban herméticamente cerradas. El Arte Mondongo lo forman mierdas enormes, monumentales. Porque no confundamos, con una mierda del caniche de una marquesa no vamos a ningún lado. Para rellenar aquellas salas inmensas se precisan mierdas descomunales, jurásicas, para hacer unas mierdas así tienes primero que inyectarle clembuterol a un brontosaurio y luego atiborrarlo de laxantes.
Otra cosa que  atrae mucho al visitante de museos es que la obra de arte esté articulada. Lo podríamos bautizar como Arte Hidráulico. Coges herramienta ferruñosa, le pones un par de manivelas y si eres mañoso un par de pedales, que lo que el turista quiere es darle al botoncito y que se mueva el chisme. En la National Gallery, que se han contagiado del virus, exhiben una especie de ninot gigantesco que se arranca una muela con unas tenazas. Y otro santurrón de cartónpiedra que se da golpes en el pecho con un peñasco, o con una grúa de esas de máquina recreativa tienes que jugar a pescar en lugar de un osito de peluche la cabeza de un monje de plexiglás.
El próximo viaje pienso montar un happening en el Museo de Ciencias Naturales. Contrato a un puñado de gigantes y cabezudos y los pongo a escorrer british a zurriagazos y golpes de calabaza alrededor del esqueleto del diplodocus. Que con lo que a esta gente le gusta que la fustiguen el éxito lo tengo garantizado.

10 comentarios:

  1. Ignoro lo que nunca se le debe de hacer a un museo, pero lo que si se, es en qué condiciones no se debe de hacer nunca una foto, como por ejemplo: ahitó de cerveza hasta las orejas.

    Esas columnas multicolores de su imagen, están escoradas de manera escandalosa a la izquierda, ya que el repecho entre el bordillo de la cera y la calzada no parece muy elevado, es evidente que el desequilibrio, o fue causado por el fotógrafo, o por un movimiento de tierras.

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  2. ¡Ah, ingrata! Así que uno se juega la vida en los empedrados de Edimburgo sorteando los taxis británicos como si fueran toros en Sanfermín con tal de que tengáis afoto que despellejar y soy acusado injustamente de dipsomanía.
    Ni una gotita de cerveza alteraba mi pulso ese día. Mi cerebro siempre corrige la imagen de tal manera que todo lo que veo siempre está recto, encuadrado y enfocado. De hecho, me es indiferente ver la tele de pie, tumbado o boca abajo, con la pantalla cubierta de vaho, escarcha, o dos dedos de polvo, en formato panorámico o comprimida, codificada, saturada de color o a través de un espejo: la veo igual y casi ni me doy cuenta de las distorsiones.
    No me encargues nunca colgar un letrero porque siempre tendrás que hacerle una lectura diagonal.

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  3. lo del arte mondongo me ha sulibeyado.

    Como el Prado, pocos. El Ermitage debe ser la releche

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    1. El Prado, el Thyssen y tantos otros. Un lujo que todos podemos permitirnos.

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  4. Bueno, dentro de un rato pasaré, como cada día laborable, por los patios de un colegio en el que separan a los chicos de las chicas, cerca de aquí. Me gusta la foto por su descuido en cuanto a la línea del horizonte, aunque tiene razón, creo, Ángeles, pero cierto descuido le da aire de improvisación y casualidad. Por lo demás la foto está muy bien, todo que se ve parece importante y los colores son bien horteras, que es lo que se pretendía, supongo. He de continuar leyendo esta entrada, que creo que tiene miga.

    Un abrazo

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    1. Sr. Ríos, no intente arreglarlo. La foto es un boñigo a la altura del arte mondongo.

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  5. A mí, es que en los museos de arte moderno me da la risa.
    Y claro, el vigilante de sala me mira de reojo tachándome de inculta ...y tiene razón. Porque no le veo ni pizca de arte a los churretones, el cubismo, la escultura hecha de cadáver chino, o el retrato automatizado, que te paras delante para hacerle la foto y te sonríe y dice patata.
    Como mucho, los voy valorando.- me gusta, no me gusta... como si deshojara la margarita.

    Lo que me ha encantado, es la descripción que has hecho de los colegiales british.
    :)

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    1. Tesa, cuando voy a un museo me dejo guiar por el instinto. No tengo mucha idea de arte así que nada más entrar en la sala echo un vistazo muymuy rápido de 360 grados. Y me dirijo al cuadro que más me ha llamado la atención en ese pestañeo. Y resulta que por una extraña razón el cuadro que me atrae resulta que es un Pollock , o un Barceló, o un Kandinsky. Luego me acerco a disfrutarlo. Sé que es un método un poco ingenuo pero algo tienen que tener estos maestros para atraer tu ojo de esta manera.

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  6. No es mi intención polemizar con usted, ni llegar a las manos por culpa de discrepancias horizontales…faltaría más…
    Pero……compruebo con alborozo, que mientras que es capaz de aplicar visión estereoscópica a su pantalla de televisión, no le ocurre lo mismo con los mondongos y mierdas varias, los que reconoce con prontitud; quizás en una próxima ocasión le convenga llevar gafas 3D para visitar museos, eso, o cubrirse los ojos con un antifaz, (Aunque es este último caso, corre el riesgo de que lo confundan con una obra de arte)(De las buenas por supuesto).

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  7. Tienes toda la razón, Ángeles.
    Me da mucha pereza sacar fotos, soy incapaz de perder más de 15 segundos sacando una foto. No pierdo el tiempo aprendiendo los botones de la cámara, disparo y listo. En la maleta pude haber metido una Leyca o una Canon pero me pareció mucho peso, así que llevé sólo la del móvil, que es tan nuevo que no sé ni descolgar el teléfono y pierdo todas las llamadas. Se que esto que digo os suena a herejía a los fotófilos.
    En este viaje habré hecho en total unas veinte como mucho. No me apetece retratar; prefiero mirar, que lo esencial permanezca y el resto se pierda. ¡Viva la fugacidad del instante!

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