domingo, noviembre 10, 2013

Estampas londinenses II


Tomo un tren que viaja hacia el Norte. 

Delante de mí se acomoda una familia en uno de esos asientos tan codiciados que tienen una mesita en medio. Tienen dos niñas muy rubias y muy gemelas. Despliegan sobre la mesa la merienda de las chiquillas.

Pasa la revisora, una mujer grandota de gesto adusto; les pide los billetes. El cabeza de familia empieza a sacar de los bolsillos una retahíla de cartoncillos con el borde naranja. Unos serán los tickets de ida, otros las reservas de asiento y otros los de regreso. La ferroviaria los repasa con parsimonia y se los devuelve insatisfecha, al parecer falta alguno. Les da tiempo para buscarlos y sigue adelante controlando al resto del pasaje.
La mujer intercambia miradas de reproche con su marido. Éste, azorado, rebusca por todos sus bolsillos, escudriña en la cartera, recuenta una y otra vez los billetes; despliega sobre la mesa aquel  tarot en el que se adivinaba un destino incierto y azaroso con una dolorosa multa en el horizonte más cercano. Junta las idas con las idas, las vueltas con las vueltas, como si jugara con aquellas barajas infantiles en las que ganaba el que lograba emparejar a toda la familia de esquimales, la de tiroleses... Pero por más que coloque y recoloque los tickets, el naipe del abuelo bantú no aparece.

Las niñas parecen contagiarse del nerviosismo paterno. La madre abre una bolsa de gominolas tranquilizantes que se desparraman por el tablero de formica. Vuelve a dirigir una mirada asesina al calzonazos de su esposo y con ese gesto de "quita, inútil, que ya lo busco yo" le registra con mano experta la cartera, no se corta a la hora de darle la vuelta a los bolsillos del pantalón del atribulado pater familias; cuando descarta cachearlo y dejarlo en ropa interior empieza a  revolver en la papelera del pasillo por ver si entre las mondas de los plátanos y los papeles de las galletas se había colado de polizón el puto billete. De la papelera sólo saca unas manchas de Nocilla en la manga. Nada. Se desploma sobre el asiento y se da por vencida.

El tiempo se acaba. La revisora se acerca por el pasillo a reclamar lo que es suyo. Avanza entre los asientos como el pistolero malvado de un western, con las piernas arqueadas para mantener mejor el equilibrio. Aquella gigantona pica los tickets que le ofrece la mano temblorosa del empequeñecido padre. Los valida con el sadismo de quien maneja una guillotina en miniatura. Clava su mirada en el hombre e indica que sigue faltando uno y que eso conlleva una sanción. 
  Claro que, eso, podemos arreglarlo de algún modo   sugiere con tono mafioso.

Y coge una de las gominolas. Se la lleva a los labios y sonríe. Un gesto que resulta aún más dulce al encajar en un rostro tan recio.
Se aleja de nosotros con sus andares de John Wayne, haciendo girar sobre su dedo índice la pequeña máquina de taladrar. 

*Para Beti, que siempre que hay fiesta nunca se olvida de traernos drogas (de las más adictivas, azucaradas y masticables).

10 comentarios:

  1. Es que a pesar del aspecto de duritos, los John Waynes son los buenos de la película.

    Lo mío por las gominolas es pura gula. Uffff.. mejor no las compro porque las consumo en sobredosis.

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    1. Tenías que haber visto la cara de la familia cuando la revisora les canjeó la multa por la gominola. El suspiro de alivio se escuchó en todo el vagón.

      Gominolas y frutos secos comparten el mismo poder adictivo, pero las gominolas asientan mucho mejor en el estómago.

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  2. La realidad, muchas veces, es suficiente. En novela, cine, televisión, fotografía...

    Un abrazo

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    1. José Luis, fue una escena muy maja la que viví, muy amable. No sé si habré sabido relatarla bien.

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  3. Anónimo10/11/13

    jajajaj!!!! ... ahora me toca preguntar a mí ¿¿acaso estás tú en Londres???? ... yo nooo!!! jijii!!! Xhrst.

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    1. ¡¡¡jajaja!!!! Xhrst, pues yo... ¡¡¡Tampoco!!!

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  4. flower11/11/13

    y qué hay más dulce q una gominola?

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    1. La taumatina, que es una proteína que se extrae del fruto africano llamado katemfe y que es unas 2.500 veces más dulce que el azúcar.
      Claro que, bien pensado, a lo mejor tienes razón y no hay nada más dulce que una gominola de taumatina pura.

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  5. Siempre me entretienen tus historias. Gracias por compartirlas.
    No sabes cuanto te agradezco que me ayudases a resolver el misterio de las galletas londinenses :)
    Abrazo grande Pazzos

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    1. Fue elemental, mi querida Montse Watson. Tricky lo deja siempre todo perdido de migas.

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